El catarismo es una corriente evangélica, no un movimiento de rebelión social o política, ni por supuesto una reivindicación nacionalista de los occitanos, eso es cosa de los políticos
modernos, que se difundió desde las orillas del Rin hasta el norte de Italia, pasando por ciudades del Camino de Santiago con una importante población franca.
El catarismo es, en fin, un fenómeno religioso y nada más. Sus seguidores practicaban un cristianismo arcaico y aferrado a los ideales evangélicos puros, que afirmaban que en el mundo existen dos principios antagónicos:
1. El principio del Bien = Dios, creador del espíritu.
2. El principio del Mal = Satán, creador de la materia y el mundo.
Las comunidades cátaras están formadas por los fieles,
creyentes, gobernados por una minoría que practicaba una vida religiosa muy exigente, los
perfectos. Como todos los herejes, consideraban la Iglesia romana una farsa puesto que sólo el mensaje que ellos predicaban era el verdadero mensaje de Cristo, de ahí que se autodenominasen
buenos hombres y creyeran formar la auténtica
Iglesia de Dios, rechazaban la autoridad del papa y muchos dogmas católicos.
Independientemente de las bases ideológicas de cada uno, el catarismo no era ni más ni menos importante en número de seguidores que el valdismo y otras decenas de movimientos por el estilo que se dieron a lo largo de la Edad Media ¿por qué entonces esa obsesión con ellos, por qué se proclamó una cruzada en su contra y no contra todos los demás? La cuestión es que el catarismo se adaptaba a las estructuras sociales, económicas y mentales de la sociedad occitana, cuadraba bien con esas características que los hacían especiales: censuraba el poder económico y político de los obispos lo que favorecía los intereses de la nobleza; ofrecía la salvación a mercaderes y burgueses, grupos mal vistos por la Iglesia debido a su relación con el dinero y los préstamos monetarios, y permitía la participación religiosa y social de las mujeres, y ya hemos dicho que las señoras occitanas estaban más acostumbradas que otras a tener libertad de acción.
El catarismo se popularizó, se urbanizó y se convirtió en un
hecho social visto con simpatía por las grandes familias de la aristocracia...
¡Bingo! Hemos dado con la característica que hacía de esta herejía algo extremadamente preocupante para la Iglesia
Ahí está la clave, los cátaros eran amiguitos del conde de Tolosa y sus pares, algo que Valdo nunca fue, y ese buen rollo le ponía los pelos como escarpias al papa y por eso se obsesionó con ellos. Tened en cuenta que el catarismo no fue un fenómeno de masas, eso fue lo que dijo la Iglesia católica para lanzarse contra ellos
, pero nunca fueron importantes en número ni supusieron un peligro real. Se trató sólo de una cuestión de marketing papal, una justificación para declarar la guerra, como cuando más recientemente se hablaba de toneladas de armas de destrucción masiva en Irak
La herejía no afectó ni mucho menos a todo el sur de Francia y su presencia en las grandes ciudades fue relativa: parcial en Tolosa y Albi, minoritaria en Béziers, un poco mayor en Carcasona pero nula en Narbona y Montpellier. Los trovadores, que tan importantes eran en esta sociedad, nunca participaron del catarismo, ninguno de ellos, pero la nobleza si vio con buenos ojos a estos hombres y mujeres que criticaban al alto clero, sus rivales naturales. Además, claro, eran sus vasallos y el deber de un señor es proteger a lo suyos. Los condes de Tolosa, los vizcondes de Trencavèl y los condes de Foix, consintieron y ampararon a los cátaros pero no los apoyaron de forma incondicional ni los incitaron ni los favorecieron especialmente por encima de otros vasallos.
En resumen, lo que importa no es la cantidad de cátaros que había en el sur de Francia, sino que una parte de la sociedad occitana, y entre ellos los nobles, contemplara su forma de vida y sus mensajes como interesantes e incluso santos.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.