Este fin de semana pasado se celebró la fiesta de los Exconxurados (Excomulgados) en la parroquia de San Cucao en Llanera (Asturias)
Conmemora un hecho histórico que tuvo lugar en el concejo a principios del siglo XV: los vecinos de Llanera, sujetos al señorío jurisdiccional de la sede episcopal ovetense, cansados de soportar los “agravios e sinrazones” que recibían “de algunos comenderos de Don Guillén”, obispo de Oviedo, se declaran en abierta rebeldía contra su autoridad. Como consecuencia de ello se les imponen las graves penas canónicas típicas de estos casos: sentencia de excomunión y entredicho sobre los moradores del concejo. Los de Llanera, haciendo caso omiso, se mantienen firmes y rebeldes por espacio de cuatro años.
El 17 de febrero de 1412 fallecía Don Guillén y en el mes de junio del mismo año, era promovido a la silla ovetense el leonés Diego Ramírez de Guzmán. El 26 de junio, el nuevo obispo confiere plenos poderes a varios representantes para que en su nombre adoptasen medidas encaminadas a poner fin a las tensiones existentes entre el obispo, Dean y cabildo, de una parte, y “todos los omes fillosdalgo e foreros moradores del concello de Llanera” de la otra. El miércoles 27 de julio, previa convocatoria formal por su alcalde, se reúnen en concejo en Posada de Llanera los habitantes para retornar a la obediencia de D. Diego y de su Iglesia.
La asamblea vecinal pide al delegado episcopal que les absuelva de las sentencias de excomunión en que estaban incursos, levante entredicho que pesaba sobre todo el territorio y “les remitiese cualesquier penas e calumnias, sacrillegios e indicias y por la dicha razón habían caydo”. El representante del obispo les mandó que “en signal de penitencia” la población del pueblo fuera un día de fiesta a la Iglesia de San Salvador de Oviedo, participando “en la procesión de ella, las mujeres casadas y sin ninguna forma de cubrir los pechos, y los hombres dezcalços en sacos o en jubones sin ningún otra cobertura con sendas cuerdas cennidas e con sendas candelas en las manos”, comprometiéndose solemnemente el provisor del obispo a absolverlos de las penas de excomunión y alzar el entredicho puesto en el concejo una vez cumplida esa pública humillación penitencial.
Y eso es lo que hacen en la fiesta cada año el primer fin de semana de julio. Hay mercado, juegos, danzas, una cena para 1,000 personas todos vestidos de época, hay un torneo de justa, espada y lanza, también música, exhibición de cetrería, bufones, juglares y saltimbanquis.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.