En 1710, un hugonote llamado Timothy Jerome decidió abandonar su Francia natal. Su religión le ponía en una situación apurada, así que prefirió largarse a la isla de Wight, en Inglaterra. Allí no le íba mal, pero tampoco encontró buenas oportunidades de prosperar. Al cabo de siete años, se arriesgó más: invirtió cuánto tenía, hasta el último penique, en un pasaje de barco rumbo a Connecticut, en la coste oeste de los actuales USA.
Timothy se estableció en Wallingford, Connecticut. Se casó con una moza prudente y sensata llamada Abigail, con la que tendría diez retoños mientras íba acrecentando sus propiedades. Para cuando le llegó la hora de morir, se le tenía por un hacendado bastante rico. Pero había muchos hijos...de los que algunos deberían buscarse su propio camino hacia la fortuna. Uno de los chicos, el joven Samuel, lo intentó primero en Massachusetts y posteriormente en Onondago County, cerca de Nueva York. Samuel se casó con Lucy Foster, quien no le andaba a la zaga a su suegra Abigail en cuanto a fertilidad. Uno de sus hijos se llamó Aaron Jerome.
Aaron Jerome, nieto de Timothy, hijo de Samuel, se casó a su vez con Elizabeth "Betsy" Ball. Entre su progenie, figura Isaac Jerome, mozo fornido que tomaría por esposa a Aurora Murray, de ascendencia escocesa. Isaac y Aurora se transformaron en orgullosos propietarios de una granja rodeada de abundante terreno en Pompey Hill, no demasiado lejos de la ciudad de Syracuse, situada al oeste del estado de Nueva York. Y, para no variar, aseguraron el relevo generacional con nada menos que diez hijos, nueve varones y una fémina. Puestos a presuponer, la chica (Mary) debió sentirse un poquito sola rodeada de nueve hermanos.
Pues bien: entre esos hermanos, figuran cuatro que nos interesan aquí. Son Aaron (el primogénito), Addison, Lawrence y Leonard, que es "nuestro Leonard". Es fácil comprender que, ante una familia tan amplia, se esperaba que cada uno de los varones contribuyese al bienestar económico desde temprana edad, pero también que los mayores fuesen colocándose para, a continuación, favorecer la colocación de los menores. Si algo tenían en abundancia los Jerome era una aguda conciencia de formar un "clan". Padres, hijos, hermanos, tíos y primos conformaban una red de asistencia mútua, que, de hecho, les convenía a todos.
El pequeño Leonard Jerome creció imbuído de esos principios. Chiquillo aún, trabajaba con empeño en la granja...y complementaba los ingresos con un empleo "a tiempo parcial" en una tienda de la localidad. Sus hermanos mayores asistían a clases de leyes en la magnífica universidad de Princeton, tutelados de cerca por un hermano abogado de Isaac, Hiram Jerome. Los menores sabían que, a su momento, seguirían un camino similar. Y, efectivamente, ya adolescentes, Lawrence y Leonard fueron inscritos en cursos de derecho de la Union College de Schenectady, más asequible económicamente que Princeton. Después, al graduarse, a Lawrence y Leonard les tocaba pasarse dos años ejerciendo de "pasantes" en el bufete que el tío Hiram Jerome había montado en Rochester.
En conclusión: los Jerome eran gente honrada, trabajadora y con aspiraciones. Se podría decir que ejemplificaban la ética protestante del trabajo que preconizó Max Weber. En la generación de Lawrence y Leonard, sin embargo, demostrarían que también podían ser emprendedores, osados e incluso temerarios en el ámbito financiero, pero que, además, la vieja pauta de mantener una apacible y discreta vida doméstica podía romperse.
Lawrence fue el primero en cortejar a una señorita en Rochester. La muchacha en cuestión se llamaba Catherine Hall. Era la mayor de las tres hijas de un rico terrateniente y destacado prohombre del estado, Ambrose Hall, y de la esposa de éste, Clarissa Wilcox. Desdichadamente, Ambrose y su Clarissa habían muerto, con pocas semanas de diferencia, cuando sus hijas Catherine, Caroline y Clara (diminutivo de Clarissa) eran muy pequeñitas. Un repertorio de parientes Hall se encargaron de criar a aquellas chiquillas que contaban con sólida posición económica. No hubo nubes en su adolescencia, pero se sentían ligeramente agobiadas por los viejos rumores acerca de la abuela materna, Anna Baker, que se había casado con David Wilcox. Se decía que Anna Baker había sido el producto de la violación de una blanca por parte de un indio iroqués. La leyenda perduraría en el tiempo, a pesar de la falta de pruebas e incluso del hecho de que es bastante improbable que un iroqués asaltase a una chica en Nova Scotia.
Catherine, Caroline y Clara tenían dinero, así como conexiones familiares interesantes, por el lado paterno; las historias que flotaban en el aire sobre los ancestros maternos no pesaban mucho en la balanza de la aprobación social, aunque a ellas las molestasen. Cuando Lawrence Jerome se casó con Catherine Hall hizo una excelente boda. Y Leonard, el hermano de Lawrence, no tardó en cortejar a Clara, la hermana menor de Catherine. El enlace de Leonard y Clara se verificó en 1849.
Aquello fue un nuevo principio. Usando abundantemente el dinero de sus respectivas mujeres, Lawrence y Leonard montaron un periódico, el Daily American, en Rochester. Les fue bien: en un año, Leonard pudo devolver con creces el dinero que había utilizado a su mujer. Y entonces decidió que Rochester se le había quedado pequeña. Vendió su participación en el Daily American y, junto a Clara, se dirigió a Brooklyn. En una primera etapa, se instalaron en casa de Addison, uno de los hermanos mayores de Lawrence y Leonard. Poco a poco, Leonard se hizo una carrera financiera significativa que les permitiría comprar su casa de Amity. Allí se mudaron con su primera hija, Clarita, una rubia de ojos claros. Y allí nacería Jennie, una morena de rasgos exóticos.
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