Aquí tenemos otro de los grandes conjuntos palaciegos madrileños, pero también de los más desconocidos. Una vez más he encontrado poca información y pocas imágenes, y apenas nada de los interiores, así que mucho lo he tenido que suponer, y más de una vez habré metido la pata ... todo lo referente al palacio y los jardines es de internet, y como siempre el tema queda abierto a todo tipo de correcciones y colaboraciones por vuestra parte, así que quien tenga material, información, planos o fotos, que no se corte un pelo

Este conjunto palaciego estuvo hasta principios del siglo XX en la zona de las Vistillas, entre el puente de Segovia y el convento de San Francisco el Grande; al otro lado del puente, pasando la cuesta de la Vega, llegamos hasta la plataforma en la que se asienta la Almudena y el Palacio Real. Todo esto se encuentra al hilo del gran desnivel que existe entre la ciudad y el río Manzanares, que popularmente se ha conocido como la cornisa de Madrid, y que tradicionalmente ha sido una de las estampas más representadas de la Villa y Corte desde el siglo XVII hasta la actualidad. Esta zona de las Vistillas suma, además, un gran interés arqueológico.

Comenzaré con esta panorámica para que nos vayamos situando... Ésta es precisamente la "cornisa" que mencionaba antes, desde el Palacio Real hasta San Francisco el Grande, y que todos reconocéis en mayor o menor medida. Podemos ver el palacio, la catedral y las obras del Museo de CCRR, la cuesta de la Vega y el solar del palacio de la infanta Mª Teresa, la calle Segovia, el Seminario Conciliar, con sus dos patios y sus cuatro torres, y la gigantesca cúpula de San Francisco... Bueno, pues el palacio estaba donde hoy está el seminario, y toda la zona de arboledas y campos de deporte que hay debajo eran los jardines del palacio... así que el conjunto venía a ocupar poco más o menos lo que engloba la línea blanca...

Consta que en 1573 un duque de Pastrana inició allí la construcción de un primer edificio. Ese mismo año moría Ruy Gómez de Silva, 1er duque de Pastrana, y marido de Ana de Mendoza, princesa de Éboli (sí, la divina tuerta, esa misma), y sucedía en los títulos paternos su hijo primogénito y menor de edad, Rodrigo de Silva y Mendoza, cuyo nieto y homónimo casaba en 1630 con la futura 8ª duquesa del Infantado, Catalina de Mendoza…

En el plano de Mancelli-De Witt, de hacia 1622, en ese emplazamiento sólo aparece una manzana irregular junto a la calle de San Buenaventura, separada de San Francisco el Grande por una especie de calleja que en realidad era el barranco de San Francisco, de poca entidad, en todo caso. Hacia el Manzanares queda un gran descampado sin edificar. Podemos imaginar que esa construcción irregular era la que edificó la Casa de Pastrana en 1573. Este plano no siempre es de fiar, pero en este caso lo que aparece es, con ciertas reservas, compatible con lo que refleja en 1656 el plano de Texeira, que es ya todo un conjunto de edificios y huertas en ese mismo emplazamiento, y que pudo haberse construido a lo largo de esos treinta años a partir del primitivo núcleo... Aclaro que en la siguiente imagen el edificio que yo identifico con la primitiva casa de los Pastrana está en la parte de arriba, y el gran edificio que hay a continuación, hacia abajo, es ya el convento de San Francisco. De vez en cuando incluiré el templo en las imágenes, para que vaya sirviendo de referente en la evolución del lugar...

Por otro lado, en la vista de Madrid de Julius Milheuser, que unos fechan en la década de los 30 y otros en la de los 60, se puede contemplar con relativo detalle todo el frente de este complejo edilicio que daba al río Manzanares, las fachadas y las huertas, que coinciden bastante en lo arquitectónico, no tanto en la vegetación, con lo representado en Texeira.

Del plano de Texeira y de la vista de Milheuser se resuelve fácilmente que la zona principal del palacio se articulaba en cuatro crujías alrededor de un amplio patio cuadrangular con fuente en el centro; dos airosas torres coronadas por chapiteles remataban las esquinas de este cuerpo principal en la fachada que daba a la huerta. A continuación, en dirección a San Francisco, había otro amplio patio con otra fuente, y después aún había un tercer patio más pequeño rodeado de construcciones menores. Más allá estaban las huertas del propio convento de San Francisco. A la calle de San Buenaventura había un gran corralón con algunas dependencias, y en la parte posterior, la amplia huerta arbolada, con un estanque y varias fuentes, y rodeada por una tapia, quizá la propia cerca de Felipe IV.

Existe otra panorámica de la cornisa de Madrid muy similar a la de Milheuser, de menor detallismo, pero coloreada. De los detalles de la primera y los colores de la segunda (pero siempre aceptando que este tipo de obras no son 100% fiables) se deduce que la fábrica era de ladrillo, con las esquinas de los edificios principales de sillería, y los vanos enmarcados, en uno de estos dos materiales; incluso en el cuerpo principal, entre las torres, se adivina, más que verse, lo que podrían ser frontones sobre los dos pisos de ventanas, aunque también podrían ser arcos ciegos de descarga. Las dos crujías de mayor envergadura tienen dos plantas, separadas por una cornisa. Las cubiertas debían ser de pizarra en la zona principal y de teja en el resto.

A estas alturas todos habréis notado, no ya sólo el aire familiar de las construcciones de este período, sino el paralelismo de esa crujía entre torres de este palacio con el Salón de Reinos del Palacio Real del Buen Retiro, que por aquellas mismas fechas se estaba construyendo al otro lado de la ciudad.
otro detalle interesante (al menos para mí) al hilo de esta apreciación es que la zona principal del palacio tiene dos torres que miran al Manzanares en vez a la calle. Por lo general los palacios de la época tenían dos torres (raramente cuatro), pero éstas miraban a la fachada principal del edificio, que quedaba así enmarcada y resaltada. Entiendo que en este caso se prefirió que las torres mirasen al Manzanares porque la vista que tendría el palacio desde el río (ya lo vemos en Milheuser, con el palacio sobre la huerta y sobre el imponente talud dominando el río) resultaba mucho más vistosa que desde el propio casco urbano, donde debía surgir a la vista como todos los palacios de los nobles de entonces, un enorme y destartalado caserón, desornamentado y anodino, que igual podía ser un palacio que un convento.

Todavía en el siglo XVII, hacia 1668 ó 1669, encontramos otra vista de la cornisa de Madrid de la mano de Pietro Baldi, que acompañaba al Cosme de Médicis en su viaje por España dibujando diversas estampas para su señor… En la panorámica que dibujó desde el río Manzanares parece reconocerse con claridad el palacio y la huerta, pero sorprendentemente el edificio carece de torres, a pesar de que esta vista es contemporánea de Milheuser y Texeira. La coincidencia de estos dos, toda vez que sus obras se realizaron desde puntos de vista distintos, avala la veracidad de sus representaciones, por lo que cabe pensar, si no en la demolición de las torres antes de la llegada del gran duque, sí en un error de percepción del propio Baldi. De hecho, la observación detenida de la panorámica completa delata otras imprecisiones. No hay que perder de vista que hablamos de cuadros, grabados, dibujos, no de fotografías, por tanto no se les puede pedir la exactitud de éstas, máxime cuando a menudo la obra se realizaba en el taller a partir de bocetos rápidos tomados al natural, mediando a veces bastante tiempo entre el boceto y el trabajo definitivo…

Nos habíamos quedado en el matrimonio del 4º duque de Pastrana y la 8ª duquesa del Infantado. Con él se unieron ambas casas, y su descendencia llevó el apellido Silva del marido, si bien primó el título del Infantado, de la esposa, de mucha mayor importancia. Su descendencia se desgajó en dos líneas; la segundona ostentó por matrimonio el ducado de Alba , mientras la primogénita continuó la sucesión de la Casa, y habitó preferentemente el viejo y vasto palacio en San Andrés, no lejos de las Vistillas, de origen medieval.

Éste fue uno de los numerosos retratos de primerísima calidad que formó parte de la colección pictórica de las Casas de Pastrana, Infantado y Osuna, atesorada en el palacio de las Vistillas. Fue subastado junto con todos los demás bienes del difunto duque Mariano, y adquirido en 1896 por el Estado.

Durante casi un siglo no me consta que se realizaran modificaciones importantes, pero el hijo y sucesor de la 11ª duquesa del Infantado, Pedro de Alcántara de Toledo, que heredó a aquélla en 1770, se propuso una reforma integral del sitio de las Vistillas; compró fincas colindantes, y encargó nuevos proyectos para reordenar los jardines y edificar un nuevo palacio. Se llevaron a cabo importantes trabajos de nivelación con vistas a la reforma de los jardines, y se iniciaron las obras del nuevo palacio en la década de los 70, a cargo de Pedro Arnal, obras que necesitaron incluso nuevos trabajos de consolidación del terreno y la rectificación de la alineación de las calles adyacentes. El motivo de tan vasto programa era la intención del duque de transformar las Vistillas en la residencia principal de la familia.

Tras la muerte del 12º duque en 1790, su viuda, la princesa de Salm-Salm, continuó al frente de las obras del palacio, culminándolas a principios del XIX, a la vez que llevaba a cabo importantes proyectos en la finca de Chamartín. De este palacio, que fue el definitivo, se conserva el trazado de la planta, y en él contrastaba la austeridad del exterior con la magnificencia del interior, siendo esta doble cualidad una auténtica constante en los palacios de la nobleza española hasta el siglo XX. Por otro lado, el hijo de este matrimonio y sucesor en los títulos paternos, Pedro de Alcántara, continuó ampliando la finca, y parece que realmente albergaba unos planes grandiosos para sus jardines, que finalmente no se llevaron a cabo debido a la guerra contra los franceses. En esos planes no culminados se incluía la última compra que este duque realizó antes del estallido de la guerra, la del cerro de las Vistillas, también nombrado como las Vistillas de San Francisco (plaza de Gabriel Morcillo, conocida como jardín o parque de las Vistillas), un gran descampado situado entre el complejo palaciego que nos ocupa y otro palacio propiedad de los duques al final de la calle de Don Pedro; a su vez este otro palacio se encontraba a medio camino entre el palacio de las Vistillas y el de San Andrés, y aún había en la misma zona otras residencias y propiedades de la familia…



A la par que los Infantado los Osuna realizaban otras importantes obras en residencias tan emblemáticas como la Alameda de Osuna, el palacio de Leganitos y el de la cuesta de la Vega. No fueron los únicos, pero quizá fueron los más activos en este sentido. Naturalmente los nombro porque en pocos años ambas casas quedarían unidas en la misma persona. Fue también en este período cuando el acceso principal de la finca se situó definitivamente (desconozco la ubicación original) en el mencionado descampado de las Vistillas. Queda dicho que el descampado también fue adquirido por los duques con la intención de ajardinarlo, por lo que todo debía formar parte de un mismo programa de embellecimiento de toda esa zona… Finalmente los jardines quedaron configurados en grandes terrazas que iban descendiendo hacia el río, combinando los trazados geométricos de influencia francesa e italiana con otros de gusto romántico, al estilo inglés, todo ello salpicado de caprichos y fuentes. Con todo, aún habría de sufrir nuevas reformas. El aspecto que ofrecía el conjunto en las primeras décadas después de las reformas de los 12os y del 13er duque debía ser el que nos muestra la maqueta de Gil de Palacio, del año 1830.

Esta maqueta, para quien no lo sepa (los que seáis madrileños seguro que la conocéis y la habéis visto en vivo), es una auténtica obra de arte que muestra toda la ciudad de Madrid tal y como era en 1830, con una precisión y un nivel de detalle muy estimables. La idea de realizar la maqueta partió de la Familia Real, pero no de Fernando VII, sino de Francisco de Paula.

En 1841 fallece el 13er duque del Infantado. Nunca contrajo matrimonio, pero dejaba dos hijos naturales reconocidos que lograron heredar parte de los títulos y bienes del difunto, como el ducado de Pastrana y los palacios y jardines de Chamartín. El grueso de la herencia pasó sin embargo a su sobrino nieto, el 11er duque de Osuna, Pedro de Alcántara Téllez-Girón, que acaparó así uno de los patrimonios más notables de Europa. Fallecido éste al poco tiempo quedó heredero universal su único hermano, Mariano, 12º duque de Osuna y 15º duque del Infantado entre otros muchos títulos…

Sí, es él, naturalmente, el célebre duque de Osuna que hizo del despilfarro más irresponsable su modo de vida, arrastrando a la catástrofe a la mayor fortuna de España. La unión de ambas casas, con las que respectivamente tenían ya agregadas, permitió reunir bajo un mismo dueño gran parte de las propiedades urbanas de todo este barrio madrileño, de tal forma que el duque habitaba las Vistillas, tenía la biblioteca, el monetario (colección de monedas) y la armería en el palacio contiguo, un poco más allá montó un hospital para su servidumbre, en edificios independientes estaban las cocheras y el picadero, cerca el viejo palacio de San Andrés, residencia tradicional del Infantado en la capital, y entre todos estos edificios se repartían las oficinas para atender los negocios de la Casa y sus Estados y sobre todo para ocupar la miríada de desocupados que el duque tenía a su cargo por el mero gusto de lucir criados, y que a su vez se alojaban en los edificios de la Casa repartidos por todo el barrio...