Mientras tanto, Juana, que había dado a luz al futuro Sebastião I sólo veinte días después de enviudar, fue al poco reclamada para el gobierno de España en ausencia de su padre y de su hermano. Alonso Sánchez Coello no tardó mucho en regresar a la Península, y acudió al encuentro de la Regente, que de inmediato lo hizo pintor de su sobrino, el Príncipe Don Carlos (hijo y heredero de Felipe II).
De ese año de 1555 data una curiosa miniatura donde el artista muestra al Príncipe, de diez años, sonriendo ligeramente al espectador. Se trata de un retrato no oficial, lo que explica la actitud relajada del protagonista, al que Sánchez Coello representa tal como él lo ve, desprovisto de todo artificio cortesano.
Don Carlos (ca. 1555). Madrid, Fundación Lázaro Galdiano.
En 1557 Sánchez Coello realiza un retrato del Príncipe que sí puede considerarse “oficial”. Aparece el joven Carlos de tres cuartos, sobre fondo neutro en el que se abre una ventana que deja ver a Júpiter y a un águila portando una columna destinada al muchacho como símbolo heroico de la Antigüedad.
“Aunque ya en el retrato de Doña Juana se puede apreciar el realismo, la fuerza psicológica, la delicadeza estética del pintor en la manera de hermanar los colores, aquí ha sabido hacer de esta figura tan problemática un heredero digno, no sin cierta gracia infantil, envolviéndole en una soberbia combinación de amarillo oro, violeta, negro y blanco.
Este retrato ya es el retrato de un maestro acabado, muy suyo, de grandísima sensibilidad.”
Don Carlos (1557). Madrid, Museo del Prado.
Este mismo año la Regente envió al pintor a Portugal para hacer un retrato de su hijo, si bien esta obra no se conserva.
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"Buscad la Belleza, es la única protesta que
merece la pena en este asqueroso mundo"
(R. Trecet)