Durante mis vacaciones he tenido la ocasión de ver la revista Hola que muestra la boda limeña y, como era de esperar, los niños Hannover no decepcionaron: esos trajes grandes, como sacos, arrugados... ¿quién se los hará? Cuando vi al novio con la corbata asomando por debajo del chaleco, como lengua de perro, mis lamentos y gemidos asustaron a mis vecinos de mesa. Yo soy la novia y salgo corriendo y no paro hasta llegar a Miami.
Pobres limeños, para una vez que tienen un evento de realeza europea en sus preciosas calles, va y les tocan estos mendigos sartoriales, que parecía que llevaban una semana durmiendo entre cartones con sus trajes de boda puestos. La legislación vigente debería protegernos de visiones como ésa.
Haber sido la capital de un virreinato para esto.
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