Virginia Roberts demanda a los que la sometieron y a los que se aprovecharon, e incluso toleraron, lo que estaba sucediendo. Ella, que no era consciente de la gravedad del asunto, se encontró rodeada de adultos, aparentemente respetables, a los que les importaba un bledo saber cómo y por qué había acabado allí a su edad. Y entre ellos estaba Andrés. Gran parte de culpa de que se haya llegado hasta este punto la tiene él. Pues lo más decente hubiera sido ponerse en contacto con esta mujer, pedirle disculpas y ofrecerle su ayuda para intentar acabar con unos depredadores sexuales de tal calibre. Pero no, tuvo que negarla, incluso en una entrevista, ante todo el mundo, y hacerse el desentendido.
Los Epstein y todo lo que les rodeaba desprendía un pestazo que, para no percibirlo en su momento, todos debían carecer del sentido del olfato. Si un príncipe o un presidente de los USA quiere contratar compañía femenina, que lo haga con todas las de la ley y cerciorándose de que esas féminas no están siendo explotadas o engañadas. Y cerciorándose también de que tienen la madurez y conocimiento suficiente para saber qué puñetas están haciendo. Porque con 17 años podían creer que se iban de fiestuqui y que encima ganarían buen dinerito, cuando en realidad estaban siendo reclutadas para mantener calientes las braguetas de unos señoros. Muchas estuvieron ejerciendo la prostitución sin ni siquiera ser conscientes de ello, porque beberse hasta el agua de los floreros y meterse en una cama con el hijo de la Reina de Inglaterra, debía ser lo más de lo más entre los vecinos del condado. Y ya si les pagaban... Esto no tiene nada que ver con ser violada, pero sí con ser abusada. Abusar de la edad, de la falta de conocimiento, del deslumbramiento por el dinero fácil y un largo y asqueroso etcétera.
Y esto puede suceder con unas niñas de clase media, reclutadas para una fiesta con millonarios, en una isla privada; pero también puede suceder con niñas que vivan en la miseria y que piensen que no les queda otra opción que aceptar los pocos billetes de un malnacido a cambio de yacer, con todos los que le traigan, en una mugrosa colchoneta tirada en un narco piso en el centro de Barcelona.
O sea, que no nos deslumbre la cantidad de dinero ni el nivel de frivolidad/vida de los implicados. La sentencia contra la única que han pescado viva, es clara.
Ghislaine Maxwell fue declarada culpable de cinco delitos por captación y manipulación de menores para satisfacer los deseos sexuales de Epstein y sus amigotes. Siendo uno de los cargos más graves el de tráfico sexual, la señora trasladó a una de las chicas de un Estado a otro para que Epstein abusara de ella. Facilitó y participó en el abuso sexual de menores. Y ese abuso puede no tener nada que ver con una violación.
Algunas de las chicas eran mayores de edad a efectos de consentimiento sexual, pero otras fueron captadas con tan solo 14 años; de otras se aprovecharon porque tenían un historial de desarraigo familiar y consumo de drogas. A éstas las despachaban con un puñado de dólares. Y después tenemos a Virginia Roberts que asegura haber mantenido tres relaciones sexuales con Andrés siendo menor edad, y habiendo sido empujada para hacerlo por Epstein.
Roberts fue una de las que denunciaron a Epstein ante la justicia de Nueva York y una vez fallecido éste, acudió a la Corte y rindió una declaración oficial ante el juez. No es moco de pavo hacer acusaciones falsas en USA, te juegas acabar en la cárcel. Por eso al testimonio de Virginia (y de tantos otros denunciantes y testigos) se le presume veracidad con los hechos investigados por la fiscalía, que iban a ser juzgados antes del suicidio y que han sido juzgados ahora en el juicio contra Maxwell.
Se tenga mayor fe o menor fe en un juicio basado en testimonios más que en pruebas, lo cierto es que hay cosas, que como adultos, no podemos consentir. Y es nuestra obligación velar por la integridad de un menor, si puede estar siendo socavada. Y Andrés no lo hizo. Le importó un bledo. Es posible que fuesen otros tiempos y que ahora no se consientan cosas que antes sí se consentían. Puede ser, pero lo que es delito ahora, también lo era hace 30 años, por mucho que Clinton, Trump o el Duque de York mirasen para otro lado. Ellos sí eran adultos, sí sabían qué era correcto y qué era incorrecto y cuál era su deber.
Y ya dejando a un lado la demanda de Virgina Roberts, bien merecida tras la famosa entrevista, Andrés tiene un historial aparte que evidencia su total falta de escrúpulos.
En 2008, Epstein fue investigado por multitud de casos de abuso y explotación sexual en Florida. Cosas de la justicia norteamericana, que se repiten una vez y otra vez más, Epstein se libró del juicio al llegar a un acuerdo con la Fiscalía del Distrito Sur de Florida y aceptó una condena de 13 meses de prisión.
Después de cumplir su condena, continuó, presuntamente, haciendo exactamente lo mismo por lo que fue condenado y, a su vez, Andrés siguió frecuentándolo hasta que estallaron nuevos casos de abusos y depravaciones varias, esta vez en Nueva York. La fiscalía de este Estado dejó claro que no toleraría que el asunto se resolviera como hicieron sus colegas de Florida. Y así lo hicieron, fueron a por la perpetua.
Pero el suicidio de Epstein terminó con el que se esperaba como uno de los juicios más sonados de la historia antes de haberse iniciado. Las mujeres que han pasado por la Corte a lo largo de estos años, ya no pueden obtener la justicia que pedían. Incluso están siendo señaladas porque el susodicho está en el hoyo, pero la Justicia está utilizando su dinero para indemnizarlas.
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