Registrado: 22 Abr 2015 17:57 Mensajes: 21120 Ubicación: España
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¿Con Lady Brabourne? Dónde van, estamos locos. Si la acogieron cual gatito abandonado cuando su señor marido se largó para el Caribe... El director del documental es un Pilar Eyre en potencia, pero el tema que va tratar, ha traído a mi memoria un pasaje que leí en un libro. Se llama "Vida de una geisha: la verdadera historia." Escrito por Mineko Iwasaki, la protagonista de la biografía y una de las geikos más importantes de Gion hasta que se retiró para casarse y formar una familia, quiso refutar las mentiras y la falsa imagen que según ella y otras geishas, había instalado Arthur Golden con el libro y la película que todos conoceréis: "Memorias de una Geisha". Pues bien, en uno de los capítulos del libro, Mineko habla de una de las visitas que hicieron la Queen y su Duque y relata una anécdota que me encantó leer en su momento. Lo he buscado y os lo transcribo. Citar: Dice así: "Gion Kobu es el único karyukai de Japón autorizado para recibir visitas de estado. Nos informan de estas misiones diplomáticas con meses de antelación y nosotras nos preparamos a conciencia para ellas. Leemos sobre el país de origen del dignatario en cuestión y averiguamos sus aficiones personales, todo para ser capaces de mantener una conversación inteligente con él.
[...]
También hay fiestas, como la que celebramos en honor de la reina Isabel, en las que cubrir las formas es norma de obligado cumplimiento. En mayo de 1975, la Reina de Inglaterra y su esposo viajaron a Japón en visita de estado, y se me pidió que asistiese al banquete que les ofrecerían en el restaurante Tsuruya.
Aunque no era una cena oficial, se organizó con todo el ceremonial de una importante reunión diplomática. Yo tuve que enseñar mi identificación personal a los agentes del servicio de inteligencia, y era evidente que estábamos en una zona restringida y protegida por fuertes medidas de seguridad. Todos nos encontrábamos en nuestro sitio respectivo cuando llegó la Reina. Nos levantamos para recibirla e hizo una entrada majestuosa con el Duque de Edimburgo. Llevaba un hermoso vestido largo de organdí amarillo claro con un estampado de flores que parecían rosas, la flor nacional de Inglaterra.
Nos sentamos y el banquete dio comienzo. Aunque los invitados de honor eran británicos, la vajilla era francesa. Los cuchillos, tenedores y palillos eran de oro macizo, y en el centro de la mesa había ostentosos ramos de peonias. La verdad es que aquella decoración me pareció propia de nuevos ricos.
Yo estaba sentada junto a la Reina; claro que en situaciones como ésta, no se nos permite hablar directamente con el dignatario. Si el visitante nos formula una pregunta, debemos solicitar permiso a su asistente para responder y, una vez que nos lo conceden, la conversación tiene lugar a través de un intérprete oficial. Es una situación bastante forzada e incómoda.
La Reina Isabel no probó nada de lo que le sirvieron.
—¿Su majestad no tiene hambre? ¿No se encuentra bien?
Valiéndome del intérprete y del asistente, hice lo imposible para entablar conversación, pero la Reina prefirió no responder. Puesto que estaba trabajando, tampoco yo pude disfrutar del apetitoso festín, así que me distraje mirando con disimulo las joyas de la reina: los pendientes, el collar, las pulseras.
[...]
Aproveché el momento para airear mis malos vientos:
—La reina Isabel no ha probado ni un bocado de la comida que le han servido, abuelo. ¿No es espantoso? Con todo lo que debieron de trabajar para preparar esta estupenda cena…
—No seas irrespetuosa, Mineko. En el extranjero comen cosas diferentes, así que es posible que lo que han puesto no le siente bien.
—Eso no tiene sentido. Ya sabes cómo funciona todo en estos casos: acuerdan hasta el menor de los detalles de antemano. Y me da igual que sea reina; sigo pensando que se comporta de forma grosera.
Me refería a que el cocinero del Tsuruya no se había levantado por la mañana y pensado: "¡Anda, hoy viene la Reina! ¿Qué cocinaré?" Estaba segura de que el menú se había planeado con meses de antelación y que el personal de la Casa Real había dado su aprobación. ¿Cómo podía negarse a probar siquiera una comida que había sido preparada para ella en especial? Me parecía inconcebible.
El abuelo intentó animarme.
—Entiendo lo que quieres decir, Mineko, pero no te lo tomes tan a pecho. No es nuestro deseo provocar un incidente internacional, ¿verdad?
Ante su perseverancia, opté por regresar a mi sitio y, ya que no podía entablar conversación sin permiso, permanecí sentada en silencio, esperando que terminase el banquete.
Al cabo de unos minutos, el traductor se acerco a mí.
—Señorita, el Duque de Edimburgo desea hablar con usted.
Aquello podía ser interesante, de modo que fui a acomodarme junto al Duque. Éste me autorizó a hablarle y escuchó con atención mis respuestas a sus preguntas. Parecía sentir curiosidad por los bailes de Ilioli Kobo, y también mostró interés por la escuela Inoue, las diferencias entre las maiko y las geiko y muchos otros aspectos de nuestro estilo de vida. En cierto momento mis ojos se cruzaron sin pretenderlo con los de la Reina: su mirada tenía un frío glacial. Se me erizó el vello.
La Reina aún no había comido nada y yo seguía departiendo con su esposo. Me acerqué un poco a él y fingí un aire de intimidad que supuse pasaría inadvertido para todos, excepto para cierta persona. La miré de nuevo y ahora sí parecía haber perdido su hieratismo. Me alegró saber que las reinas también son humanas.
Al día siguiente recibí una llamada de Tadashi Ishikawa, el Jefe de la Administración del Palacio Imperial.
—¿Qué diablos hizo en el ozashiki de anoche, Mine-chan?
—¿A qué se refiere?
—Lo único que sé es que la pareja real decidió dormir en aposentos separados, y que tuve que remover cielo y tierra para conseguir más personal de seguridad.
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
—No estoy seguro, pero usted fue la única persona que conversó de forma abierta con el Duque. Así que he supuesto que algo habría hecho…
—Fue el Duque quien inició el diálogo y me autorizó para responderle. Y, si le soy sincera, creo que disfrutó mucho con nuestro pequeño téte a téte.
—De modo que era eso. Seguro que fue la causa de la discusión.
—No veo por qué. Yo sólo hacía mi trabajo.
—Por supuesto, pero…
—¿Puedo preguntarle algo, señor Ishikawa? He viajado a varios países y, en cada uno de ellos, siempre he intentado comer lo que mi anfitrión ha tenido la bondad de servirme. Negarme habría sido una grosería, y si yo fuese una visita de estado incluso podrían verlo como una afrenta a la nación. Por no mencionar a las personas que se esforzaron tanto para preparar la comida. ¿Qué piensa usted? ¿No está de acuerdo conmigo?
—Ah, ya entiendo Mine-chan. Y debo decir que es usted una granuja de lo más habilidosa.
En mi opinión, la descortesía no tiene excusa."A Mineko le gustaba hacer alguna que otra travesura.
Última edición por Clara el 29 Feb 2016 15:12, editado 2 veces en total
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