Felipe llevaba los pantalones cortos y cuando caminaba para saludar a las autoridades los bajos le oscilaban que parecía que iba a pescar percebes y no veo que os hagáis sangre con ello.
A ver si me puedo explicar que se me entienda y no me toméis por una de esas locas del fafarique feminazis, que no me caen nada bien dicho sea de paso: exigirle a Letizia “un pequeño plus” me parece un micromachismo y una imposición del heteropatriarcado monárquico
Me explico. La elegancia es un don que se les concede a pocas mujeres pero no me parece que deba ser una exigencia para nadie, me da igual la posición que ocupe. Las mujeres que hoy en día ocupan posiciones de poder o de influencia ven cómo se les exige ser el doble de brillantes, el triple de duras, conciliación familiar, echarle más horas y perfección absoluta porque un error se paga doble. Y además, se les exige feminidad, clase, elegancia, ir divinas de la muerte, “ese pequeño plus” que dice Sabba, con mayor o menor incidencia dependiendo de la importancia del puesto que ocupes.
Yo trabajo desde casa y ocasionalmente debo acudir a eventos, actos y reuniones en España y el extranjero. Mi contrato laboral exige “presencia” para esas ocasiones porque trabajo de cara al público. En el de mis compañeros no dice nada. El rey lleva trajes exactamente iguales una y otra vez, no arriesga en corbatas ni pañuelos, no se pone esas americanas italianas que entusiasman a Octavius, y hablando de italianos no mezcla texturas ni estampados con la brillantez con la que lo hacen ellos, a veces las chaquetas le quedan exageradamente holgadas, camisa blanca/azul blanca/azul blanca/azul (el más suave tono de lavanda o rosado también existe en las tiendas, por un poner), gasta relojes de muchos miles de euros que dan la hora exactamente igual que los de pocos miles de euros pero el precio nunca se le echa en cara como a la reina por sus complementos, nunca lo he visto con un elegante traje de tres piezas porque parece que huye del chaleco con lo bien que le quedaría
, se pone zapatos tipo mocasín con trajes grises marengo y no de cordones como el protocolo del vestir de un caballero indica y os la trae al pairo. No se le ve, ni se le espera, por las tiendas de Saville Road. La única tímida crítica que he leído es con su ropa de “sport” pero ni de lejos a la gente le gotea el colmillo con eso como les gotea con la reina. Porque para él no existe ese pequeño plus, se espera que haga su trabajo brillantemente vestido con limpieza y corrección. De Letizia se espera un trabajo perfecto vestida con limpieza, corrección, qué digo, con extrema y rutilante elegancia, sonrisa de oreja a oreja, pero sin destacar que es la consorte y sin que se le note en la cara que teme que unos maleducados coloquen a sus hijas en una posición incómoda. Que para eso es la reina, faltaría más, no haberse casado con el hombre al que quiere, para eso tiene privilegios, que se jorobe.
Y lo peor es que esa imposición a las mujeres no proviene de los hombres, a los que en su mayoría les importa un bledo el vestido que lleves (a no ser que te caigas por el escote, entonces algunos se fijan), la imposición proviene de otras mujeres. Me parece muy triste que en pleno siglo XXI seamos nosotras mismas las que nos impongamos unas a otras unos estándares de perfección que no son en ningún caso indispensables para realizar un buen trabajo. De verdad, cómo nos encanta autoflagelarnos, Algunas tienen ese plus, otras no, pero es que no importa. Yo sinceramente lo creo. Soy una fan de los básicos, soy muy alta y con buenas formas, se me ve de sobra y destaco sin necesidad de colores ni estampados estridentes, ni joyas ni complementos en cantidad y tamaño, privilegio las líneas puras, los colores sólidos y la sencillez en mi ropa. La gente me ha llegado a decir (por gente me refiero a otras mujeres, claro, a mi jefe le da igual si voy simplemente correcta): “hija, qué sosa vas”. Una compañera se viste divina, gasta en ropa la mitad del sueldo, siempre peinada de peluquería, me ha confesado que tarda ¾ de hora todos los días en decidir qué se pone, siempre va muy cuqui ¿y sabéis qué? Que no importa. Al final del año se demuestra que hacemos las dos un buen trabajo, de hecho, a juzgar por las cifras de comisiones se puede afirmar objetivamente que mi trabajo es mejor, o al menos más productivo.
Me enerva que se me exija presencia y a mis compañero no. Me enerva que a mi amiga la que vive en Londres se le exija ir al trabajo en tacones, por contrato, indicando incluso la altura mínima y de los zapatos marrones con traje azul marino de los hombres no se diga ni mu. Me enerva que a Angela Merkel la tachen de marimacho por sus chaquetas y pantalones pese a ser probablemente la mujer más poderosa del mundo ahora mismo, me enerva que se considere guay a las ministras de este país que posan para un reportaje del Vogue pero nunca veréis a un político en GQ, me enervan los comentarios acerca de la pinta de Mary Beard en los Premios Princesa, me enerva que Michelle fuese mejor abogada que su marido y en los EE.UU sólo lloriqueen por la pérdida de elegancia que va a sufrir la Casa Blanca con la llegada de la señora Trump. De hecho, me enervan los calificativos que últimamente recibe la señora Trump que bastante tiene con aguantar a su consorte. Y me enerva este tema de la reina, porque hace su trabajo muy correctamente y ha aguantado carros y carretas de todo el mundo durante más de 10 años por un tema que, de verdad os lo juro, a mí me parece que no es importante para hacer su trabajo de representación. La Constitución no dice nada de ser estrella del papel cuché ni de las revistas de
moda. La elegancia es un regalo que no tiene, que a muchos les gustaría que tuviera, pero no se va a morir por no tenerla y sólo va correcta. Estéticamente, a los hombres se les exige un suficiente o un bien, a ella y a otras se les exige de notable alto como mínimo.
Me parece que fomentar esos estándares y exigencias de perfección en pleno siglo XXI es hacernos flaco favor a nosotras mismas. ¿Se puede tener ambas cosas? Sí. ¿Que no las tienes? Pues vive y sé feliz. ¿Qué podría contratar a alguien que la asesore? Sí. ¿Qué no quiere? Pues es su muy respetable decisión no dejarse arrastrar por el divinismo de algunos periodistas o diseñadores que, no nos engañemos, no son objetivos en sus opiniones, sino arte y parte de la horda de críticos ya que creen que en ello les va la cosa del comer. Si quieren ser diseñadores de talla mundial, que se lo curren como cualquier emprendedor y no pretendan usar a la reina de escaparate facilón.
Yo no soy una fanática letizista como dicen por ahí, ni una felipevarelista. Me gusta la reina porque creo que hace un buen trabajo y francamente me importa menos lo que se ponga siempre que vaya aseada y correcta. No le exijo más para ponerle buena nota, porque sus opciones estéticas no me importan. Tengo algunas prendas de Varela, así como he visto otras suyas no me las pondría ni muerta. A veces me gustan los vestidos de la reina, a veces no. Como Andrea nunca la veo horrible ni creo que vaya pintando el indio ni haciendo el payaso por ponerse tal o cual cosa. ¿Me gustaría que fuese más elegante?
Definitivamente SÍ. De hecho, me gustaría que atacase el antiguo armario de su suegra en vez de usar a esos divos diseñadores de hoy en día que pretenden cobrar 2.000€ por un vestido que resulta ser de poliéster chino, que es donde la mayoría fabrica. Es más, como me encanta la época dorada de Hollywood, me encantaría que comprase su ropa en esas subastas de prendas antiguas donde una puede encontrar un vestido negro de Elsa Schiaparelli de 1932 por el que sería capaz de matar. Me gusta ver ese tipo de ropa: Mainbocher, madame Grès, con un Travis Banton estaría perfecta con su silueta, un Vionnet, un Lanvin de los clásicos o cualquier Balmain. Yo no tendría muchas ocasiones de ponerme algo así, ella podría, pero creo que no proceda. Esa época pasó y no tiene mucho sentido hoy en día pese a la nostalgia que pueda producirnos, la época en que las mujeres de cierto rango eran educadas para vestirse con un pequeño plus hace tiempo que se ha ido. Y yo, aunque lo lamente, me alegro por ellas y nosotras.
No hay nada malo en ser parte del vulgo aunque lo representes, o precisamente deberías ser parte de él para representarlo adecuadamente. Ser parte de la “masa” debería obligarte a destacar no en base a lo que te pones sino a lo que dices o haces. No tiene sentido ejercer de “reinona” en una democracia sin que por eso te conviertas inmediatamente en una amenaza para la monarquía. Los valores que dan validez a una Monarquía frente a una República son la preparación desde la cuna, la continuidad y la neutralidad, no el Varela de Letizia ni su descenso a los infiernos estéticos de los plebeyos. No me gustan las sonrisas institucionales, la cara de “aquí no pasa nada” cuando pasa, y mucho. No me parece mal tener una reina con criterio para saber que está siendo insultada, y que se le note, como una vez dijo Clara. No quiero ídolos con pies de barro ni poner a nadie en un pedestal, me gusta que se hayan vulgarizado y pienso que aún les falta aterrizar todavía más en el mundo real. No me importa que Letizia se vista en función de su estado de ánimo como podemos hacer todas, hay días que le apetece ir de celebrity y otras que le apetece ir confortable. Pues vale. No me importa que se ponga botox o pestañas si las utiliza como armas para sentirse más segura en un trabajo tan complicado. No me importa que se haya levantado esa mañana con buen o mal pie siempre que los primeros días superen a los segundos. No me importa que sea humana y no sangre azul cuando la pinchan. No me importa que las niñas se vistan en función de sus gustos si van correctas y prefiero que nadie les imponga un vestido con el que estén incómodas. Y desde luego no creo que se pueda decir que valdría cualquiera para el puesto que ocupa, ya que no sabe vestirse y va normalilla, porque dudo mucho que cualquiera fuese igual de inteligente, trabajadora, disciplinada o igual de paciente para soportar la presión del puesto y la mala leche de los españoles.
No se trata de que no le dé al aspecto la importancia que tiene Sabba, se trata de que algunos le dan muchisisisisisisisima más importancia al aspecto de Letizia de que le dan al de Felipe o al de cualquier otra mujer que nos representa, ya puestos, o que representa a cualquier otro país. Y no creo que eso “vaya con el puesto”. La exposición mediática tiene estas desventajas, es entendible y asumible, lo que me sulfura es la falta de equilibrio. Me parece terriblemente injusto y no creo que por ponerse un vestido “normalito” se lo merezca. El porcentaje de crítica que se lleva en comparación con los nulos elogios cuando hace algo mejor que bien se sale de las tablas. Esa obsesión por machacarla, por destriparla, por odiarla de forma enfermiza (a ella y a Varela) tiende a sacar mi vena protectora y por eso se creen algunos que soy “letizista”, y no solo a mí, en los propios comentarios de las noticias se empieza a ver a gente que cada vez más dice “yo no soy monárquico, pero creo que os pasáis un huevo con ella” A Carlos García Calvo lo puso un comentarista de vuelta y media el otro día precisamente por lo mucho que se le ve el plumero (
no lo digo con maldad y segundas intenciones, ojo). Y dudo mucho que eso vaya a cambiar por contratar una asesora y vestirse más elegante, siendo encima la elegancia un concepto subjetivo que varía en función de la persona. De hecho, pienso que la pondrían en la picota igual o más por el gasto y por lo que destacaría, que si no se toma la molestia de buscar a alguien que tenga el don que a ella se le ha negado no me importa.
Me parece perfecto que la gente exprese su opinión, faltaría más, que no os guste tal o cual vestido, que creáis que va más o menos elegante, que os gustaría que sonriese más o que se la viese más en público, que Casa Real no esté haciendo el trabajo todo lo bien que debería, etc. Pero creo que el resto, el ahondar en los comentarios negativos en vez de verla con un poquito más amabilidad, no ayuda nada, ni a la Institución, ni a ella, ni a nosotros porque cada vez que sale el tema vuelan cuchillos virtuales y se enrarece el foro. No hace falta pasarse 10 años discutiendo lo mismo. Es público y notorio. No os gusta cómo se viste, a mí me importa poco o nada porque no creo que eso precisamente la descalifique para su trabajo. Pues ya está, las posiciones de cada uno están claras. Pasemos a otra cosa.
Es más, me gustaría vivir en un mundo en el que a la gente le importase tan poco como a mí el hecho de que una representante del Estado, o cualquier otra mujer, se vista sosa y aburrida siempre y cuando trabaje
comme il faut. Me gusta pensar que mis comentarios y actitud ayudan a construir ese tipo de mundo donde “ese plus” deje de tener importancia y sólo destaquemos por lo bien amueblada que tenemos la cabeza pero, como parece que falta mucho tiempo para que ese día llegue, si para equilibrar la balanza vosotros empezáis a analizar la estética del rey Felipe tan al milímetro como lo hacéis con su señora, y con el mismo ojo crítico o mala baba que ponen algunos, yo me comprometo a no enervarme con este tema y no volver a hablar de la ropa de la reina en la vida