Lo de Miguel Ángel Blanco fue un dolor tan, pero tan grande... Qué verano tan espantoso fue aquel.
Recuerdo el 1 de julio de 1997. Yo no tenía ni 10 años. Junto a mi madre y mi abuela, regresábamos de Andalucía, tras unos días de vacaciones y de la celebración de una boda familiar. Lo hacíamos en taxi, con la radio encendida por pedido de mi abuela. Desde bien temprano iban radiando la liberación de Cosme Delclaux. No sabía quién era él ni apenas qué era ETA. Había sido secuestrado y encerrado en un zulo casi sin ventilación, durante 8 meses.
Tan temprano iniciamos el viaje, para evitar tráfico en el camino, que enseguida se precipitó otra gran noticia que inundó de alegría y curiosidad lo que restaba de trayecto. José Antonio Ortega Lara había sido liberado por la Guardia Civil, de otro zulo, situado en Mondragón, en el que apenas cabía un camastro y una mesita. Estuvo encerrado allí durante 532 días. Los Reyes tuvieron la oportunidad de visitar una reproducción de semejante cárcel, completamente inhumana.
En aquellos momentos no se sabía que la Guardia Civil llevaba horas, desde las 2:40 de la madrugada, intentando rescatar a José Antonio. La prensa sí lo sabía, pero guardó silencio tras los ruegos del Ministerio del Interior. No sabían si aquello terminaría bien, pues habían detenido al comando a cargo del secuestro. Los policías se dejaron llevar por un impulso, un sexto sentido. No tenían ninguna certeza, pero habían advertido que algo ocurría desde hacía semanas. Movimientos sospechosos, visitas breves, trasiego de comida... Al Juez Garzón le pilló de guardia. La Guardia Civil quería entrar. Tenían la corazonada de que uno de los secuestrados por ETA estaba en la nave vigilada. El Juez Garzón accedió y firmó la orden. Escudriñaron las tres plantas de la nave, pero no obtuvieron resultados. Ese ser, por llamarle de alguna manera, conocido como Bolinaga, se negaba a informar sobre el lugar donde estaba el zulo. A pesar de las presiones, a pesar de asegurarle que conocían el comando que integraba, que había secuestrado a Ortega Lara y que seguramente lo tenían allí.
Si no seguían buscando, si no lo encontraban, estaban condenando al secuestrado a una muerte segura. La orden de registro estaba a punto de expirar y Garzón lo advirtió, pero en ese momento algo desvió su atención. Alguien había encontrado un tornillo que sobresalía de una presa hidráulica o de una especie de torno. Al levantarla, apareció un profundo agujero de apenas 56 cm de diámetro. Lo que se encontraron debajo fue a un casi cadáver, con miedo a abandonar el zulo que había sido su casa durante más de año y medio. Le rogaba a la policía que lo mataran de una vez, porque no creía que esas personas fuesen otras que los terroristas.
Estos dos últimos párrafos y como se dieron a conocer los detalles del rescate, la indignación por ver en qué deplorable estado se encontraba Ortega Lara, la detención del comando que le había secuestrado, la liberación de Cosme Delclaux... todo ello, traería consecuencias. El propio Ortega Lara sentenció:
"no sabéis como son los terroristas, seguro que ahora matan a alguien". Por desgracia sabía lo que decía.
Nueve días después, el 10 de julio, se iniciaba una macabra cuenta atrás. Unas horas que se convirtieron en una absoluta pesadilla, llenas de dolor. Yo ya sabía qué era ETA, más o menos. Sabía que eran malos, muy malos. Que obviamente no tenían sentimientos, pues podían vivir tan tranquilos poniendo bombas, matando, secuestrando... Daba igual que fueran políticos, policías, empresarios, civiles o niños. La venganza de los terroristas se materializó en la persona de Miguel Ángel Blanco. Ahí sí que me enteré de todo. De absolutamente todo. Por primera vez fui consciente de quienes eran esos malditos y de como actuaban. Como violaban la libertad y los derechos de los ciudadanos. Como eran capaces de causar daño y al mismo tiempo despertar la mayor de las indignaciones.
La cronologia de los hechos ya se ha contado muchas veces. Miguel Ángel Blanco salió de su casa después de comer. Se dirigía a coger el tren para llegar a Éibar, a su primer trabajo tras licenciarse en Económicas. Pero no llegó a la oficina y no se presentó a la cita que tenía concertada con un cliente. A media tarde, el panfleto etarra Egin llamó a la sede del PP de Bilbao comunicando haber recibido una llamada en nombre de ETA. En ella confirmaban que habían secuestrado al concejal de Ermua y daban un ultimátum: si los etarras presos no eran trasladados a cárceles de Euskadi, Miguel Ángel sería asesinado a las 16:00 de la tarde del 12 de julio.
A
modo de recordatorio, una de las editoras de Egin, que se encargaba de señalar posibles objetivos de la banda, es Mertxe Aizpurua, actual portavoz y Diputada de Bildu.
Miguel Ángel fue interceptado por la terrorista Irantzu Gallastegi Sodupe, alias "Amaia". Fue obligado a subir a un coche a la altura de la calle Ardanza, en el que se encontraban otros dos terroristas: Francisco Javier García Gaztelu, alias "Txapote", y José Luis Geresta Mujika, alias "Oker". Todos pertenecían al "comando Vizcaya".
Tengo grabada en la memoria la imagen del padre de Miguel Ángel llegando a su domicilio. La prensa, apostada frente al portal, le rodeó. Le preguntaron si él era el padre de Miguel Ángel. Él contestó que sí e inmediatamente preguntó qué pasaba. Fue en ese momento cuando el padre se enteró de lo sucedido. Miguel Ángel ocupa el número 78 en la lista de secuestrados por la banda terrorista desde 1970.
A la hora de cenar, las televisiones emitieron imágenes de una marcha silenciosa por Ermua. La encabezaba el Alcalde, el socialista Antón Totorika. Una multitud iba en ella. Según pasaban por las distintas calles de Ermua, más gente iba sumándose. Llegaron al número 11 de la calle Iparraguirre, donde se encontraba la casa de la familia Blanco. En ese instante, todo cambió para. Nació "el espíritu de Ermua". Un espíritu que lanzó a las calles de todo el País Vasco a personas que, hasta entonces, se habían mostrado tibias o, cuanto menos, equidistantes ante los atroces actos de los terroristas. España había tenido que sufrir que países europeos, vecinos o socios comerciales, no catalogasen a ETA como el grupo terrorista y criminal que era. En ciertos sectores de la misma Euskadi, sucedía exactamente lo mismo.
En el resto de España también salimos a la calle a pedir la liberación de un chaval cuyos ojos, esa expresión que mostraba el retrato que se hizo llegar a los medios, se habían quedado clavados en lo más profundo. El 12 de julio tuvo lugar la gran marcha. Millones y millones de personas salieron a manifestarse. Algunos proetarras, gente con la peor mala entraña del mundo, intentaron boicotear las marchas con nulo éxito. La gente se lanzó contra ellos y tuvieron que ser "retirados" por la Ertzaintza. Solamente en Bilbao salieron más de medio millón de personas. Jamás hubo y quizás no habrá marcha más multitudinaria en la capital vizcaína. Paralelamente, chavales de la misma edad de Miguel Ángel y de distintas ideologías, iniciaron encierros en las sedes del PP para reclamar su liberación. No importaba nada más, solamente la libertad y la paz. Entre esos chavales que salieron a manifestarse, se encontraban Borja Semper y Eduardo Madina. Tenían 21 años. El mismo Madina acabaría sufriendo la violencia de ETA en 2002, por pertenecer a un partido constitucionalista. Una bomba lapa colocada en los bajos de su coche le causó la amputación de su pierna izquierda. Él también se dirigía desde su domicilio a su puesto de trabajo en Sestao. Pudo haber sido otro Miguel Ángel Blanco.
La angustia se palpaba. Los transistores y las televisiones encendidas, en segundo plano, esperando alguna buena noticia. Ese día, después de comer, mi abuela y mi madre, al igual que otros vecinos, se dirigieron a la iglesia a encender velas, como si fuese la última esperanza a la que aferrarse. Yo seguía creyendo que lo liberarían. ¿Cómo era posible que no atendieran los reclamos de millones y millones de ciudadanos? Ese chaval no había hecho nada malo.
A las 16:40 de esa tarde, ETA materializó su amenaza. El asesino "Txapote" descerrajó dos tiros en la cabeza de Miguel Ángel Blanco. Lo llevó cerca de las antiguas vías del ferrocarril, a un descampado de Lasarte, en San Sebastián. Le disparó y lo dejó allí. Tirado. Agonizando y maniatado. Él se marchó como el cobarde que es. Tardaron 4 años en encontrarle y detenerle en Francia, mientras comía tranquilamente en la terraza del restaurante Havana Cafe de Anglet. En una Francia que, hasta no hacía muchos años, había sido el paraíso y refugio de los etarras huidos desde España.
Unos vecinos de Lasarte que notaron a sus perros demasiado alterados, ladrando incesantemente tras escuchar lo que creían había sido un petardo, salieron a dar una vuelta por la zona. Allí se encontraron a alguien que no querían creer quien era. Pero, ¿quién iba a ser sino? Seguía vivo. Intentaron socorrerle y dieron la voz de alarma.
La ambulancia que trasladaba a Miguel Ángel llegó a las 17.30 de la tarde al hospital Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián. Su corazón resistía, pero su estado era muy, muy grave. La Ertzaintza condujo a sus padres hasta él mientras España volvía a salir a las calles. Esa vez no fue en silencio. Las marchas fueron ruidosas, con rabia, con muchísima rabia, gritando consignas contra ETA. Todo el mundo sabía que solamente un milagro podría salvar a Miguel Ángel.
En el País Vasco, muchas marchas se dirigieron a las sedes de HB (el brazo político de ETA) y a las conocidas como "herriko tabernas" (el brazo social de ETA) gritando que no eran vascos, sino asesinos. Los ertzainas congregados allí intentando que la situación no se agravase, fueron insultados y provocados por los proetarras. En respuesta, continuaron haciendo su trabajo pero se despojaron de sus cascos y pasamontañas como muestra de repulsa y de ausencia de miedo. Los manifestantes respondieron aplaudiendo, abrazándoles y acompañándoles.
El cuerpo de Miguel Ángel resistió hasta la madrugada del 13 de julio de 1997. A pesar de los intentos de los médicos, no pudieron hacer nada por devolverle a la vida. Ocupa el número 778 en la larga lista de víctimas de la banda terrorista ETA. La frase que más se repitió en marchas posteriores fue
"ETA, dispara, aquí tienes mi nuca". Fue la forma en la que los españoles miraron de frente a unos asesinos que, en muchas ocasiones, habían actuado casi con impunidad.
A lo largo de su historia, ETA asesinó a 864 personas, entre ellas 22 niños. También extorsionó a cerca de 10.000 personas. Su primer atentado tuvo lugar el 18 de julio de 1961; el 7 de junio de 1968 mataron por primera vez y tuvimos que esperar hasta el 16 de marzo de 2010 para ser espectadores de la última vez que nos arrancaron a alguien. A día de hoy aún quedan 379 asesinatos sin resolver, sin victimarios a los que juzgar, sin colaboración alguna para intentar hacer justicia. Eso significa que el 44% de los asesinatos de la banda terrorista han quedado impunes.
Las palabras del Rey en el día de hoy son como una punzada:
"No podemos permitir que haya generaciones que ignoren lo que pasó".
No podemos permitir que se olvide y que se reescriba esta barbarie sin sentido. En nuestra mano, por mínimo que sea, está.