


Al traje de la novia se le agregaron muchos recuerdos de su madre, la princesa sueca Margareta, que murió cuando Ingrid sólo tenía 10 años de edad.
La princesa llevaba una corona nupcial de ramitas de mirto de la planta que su madre plantó cuando Ingrid era niña. Los encajes y el velo que lució se usaron por primera vez el 15 de junio de 1905 cuando Margareta se casó con el que más tarde sería Gustavo Adolfo VII de Suecia. Margareta, de origen inglés y nieta de la reina Victoria, encargó para su boda en el castillo de Windsor el velo y los encajes a unas mujeres irlandesas. Como si hubiera previsto su temprana muerte (dejó huérfana a la pequeña Ingrid a los 10 años de edad), dispuso que a su muerte la cubrieran con ese mismo velo hasta el momento de cerrar el ataúd. Después se le quitaría el velo, que junto con los encajes pasaría a ser propiedad de Ingrid. El velo se sujetaba con unas flores de azahar que también procedían del ramo que Margareta llevaba en el lado izquierdo de la larga cola del vestido.
El vestido en sí era refinadamente sencillo, de raso blanco con largas mangas estrechas, cintura ligeramente drapeada y una cola de seis metros con encajes.
En un hombro llevaba un broche en forma de Margarita que su padre le regaló en recuerdo de su madre y que Ingrid a su vez le regaló a su hija, la reina Margarita, por su sesenta cumpleaños. El ramo también llevaba mirtos y flores del de su madre, azucenas y mirto en las cintas.