En mi época de estudiante sí era una vergüenza repetir curso y castigado todo el verano sin feria ni playa. Ahora los padres premian a los niños "porque sólo ha suspendido dos o tres." Y todavía nos preguntamos por qué la calidad de nuestro sistema educativo da pena.
A mí la manolas, los toreros y la feria de abril no me representan, básicamente porque soy del norte y de eso aquí usamos poco, pero tampoco me gusta personalmente más allá de disfrutar del flamenco como arte.
Tampoco encuentro a esta chica guapa o elegante, ni le veo lo señorial ni nada parecido. Es una adolescente normal y corriente, un poco desgarbada quizá, pero como tantas otras que se viste con la misma ropa de las mismas marcas que miles de chicas con el añadido de un bolso de lujo y unos zapatos que le compra su padre. No tiene unos rasgos faciales que llamen la atención ni un estilo especial que destaque por innovador. Todos esos falsos halagos de las revistas del corazón y
moda intentando convertir a esta chica en la nueva gurú del hippy chic cuando, si no fuese quien es, no le dedicarían ni la más mínima atención, me causan una horrible vergüenza ajena cuando los leo.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.