La Casa de la Rúa o Palacio del Marqués de Santa Cruz de Marcenado de Oviedo, es el edificio civil más antiguo de la ciudad y uno de los pocos que sobrevivieron al gran incendio que en la Nochebuena de 1521 arrasó la ciudad.
El hallazgo de unas marcas de un cantero medieval en los sillares de los muros de la casa, fechan sus primeros orígenes en la segunda mitad del siglo XIII. De esta época conserva la fachada principal, el muro interior paralelo y el arco dovelado de la entrada. La casa es un claro ejemplo de arquitectura medieval, con vanos dispuestos de forma desordenada en la fachada y un patio que alberga un gran jardín interior.
Su evolución de torre defensiva a palacio tiene lugar en los últimos años del siglo XV cuando se incorpora la Ventana de la Cruz, uno de sus elementos más característicos, y las bolas renacentistas decorativas de la cornisa.
Como torre y palacio perteneció a los señores de la Rúa, entre los que cabe destacar a D. Rodrigo de la Rúa, contador de los Reyes Católicos y del emperador Carlos V. En el siglo XVII la casa pasó a denominarse Palacio de los Marqueses de Santa Cruz de Marcenado debido al matrimonio entre Isabel Bernardo de la Rúa y Sebastián Vigil de Quiñones, distinguido por Carlos II como Caballero de la Orden de Calatrava y primer Marqués de Santa Cruz de Marcenado en 1679, lo que dio lugar a la incorporación de los escudos con la cruz de Calatrava en la fachada.
En el siglo XVIII el edificio incorpora un cuerpo adosado a la fachada de tres pisos en estilo barroco, adecuándolo al gusto de la época.
Por el matrimonio de Jacinta Vigil de la Rúa con Juan Antonio de Navia-Osorio, Caballero de la Orden de Santiago, la casa pasa a los Navia-Osorio, siendo su primer poseedor el hijo de ambos, D. Álvaro de Navia-Osorio y Vigil de Quiñones, tercer Marqués de Santa Cruz de Marcenado, militar, escritor y erudito. Sigue perteneciendo a la familia que habita en los pisos superiores, mientras que el resto del palacio se alquila para eventos ahora que está recién restaurado.
En esta casa vivió allá por el siglo XIII Doña Velasquita Giráldez, dama ovetense posiblemente de origen franco que hizo una donación en su testamento a la Cofradía de los Alfayates o Sastres de Oviedo.
En dicho testamento, otorgaba a la cofradía un hospital que ella había mandado edificar para atender a los pobres y peregrinos y al que además donó su ajuar compuesto entre otras cosas por “diez lechos con sus alcózares y diez cabezales de buena pluma, once mantas y dos colchas”, además de una llosa (finca labrantía o terreno cercado) situada en la Calle del Rosal y todas sus posesiones en Truébano, con su casa y plantaciones. Como contraprestación, los cofrades se comprometen a dar cada año 15 maravedíes a un presbítero de la Iglesia de San Tirso para celebrar una misa por el alma de doña Velasquita. En sus inicios y tras los cabildos de la cofradía y después de rezar, un cofrade, llamado “el escanciante”, repartía entre sus compañeros “la madeja” que era una ronda de vino y avellanas.
De esta manera se funda la Cofradía de la Balesquida, que cumple 800 años de vida el año que viene y es una de las más antiguas de España. El primer martes de junio, el Martes de Campo, se entrega todavía hoy una comida gratis a los pobres de Oviedo en memoria de Velasquita, mientras que el resto nos hacemos con un bollo preñado, una botella de vino, empanadas y tortillas, y nos vamos a comerlo a los parques de la ciudad. La sede de la Cofradía es la capilla de La Balesquida, también fundación de la misma dama pero reformada en el siglo XVII, frente a la catedral, bajo la advocación de la Virgen de la Esperanza. La capilla está al lado del palacio. Durante casi medio siglo fue mi tía tatarabuela la que se ocupó de su mantenimiento.
Y siguiendo la tradición que se conserva desde hace siglos, el heraldo de la Cofradía, acompañado de comparsas y danzantes, solicita a "los hombres buenos del concejo de Oviedo", representados por su alcalde, el permiso para celebrar el festejo al día siguiente.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.