No había visto este hilo antes, casi me ahogo de la risa (Octavius, no es caballeroso hacer perder así la compostura a una dama)
En cualquier caso, Lamballe querido, espero que hayas aprendido la lección. Uno no llama a las sosainas funcionarias de Patrimonio, sino que va en busca de las amables, encantadoras y atractivas archiveras. No es por criticar, pero tengo entendido que uno se hace funcionario (de Patrimonio o de lo que sea) por rascarse la barriga (eso se suele decir), mientras que los archiveros nos hacemos archiveros... por vocación, por amor a la historia, por poder sobar documentos antiguos, por conocer lo que nadie más conoce y casi nadie ha visto. Y por eso, cuando una archivera ve llegar a un cántabro fuera de sí, los ojos saliéndose de las órbitas, daga en mano, como cuando sus antepasados veían un romano calzado con
caligulae, gritando: "quiero saberlo tooodo de los tapices de la Infanta María Teresa, y lo quiero para ayer" Pues la archivera piensa: "Angelico..." y empieza a sacar signaturas de cajas y referencias cruzadas de un ordenador y a lo mejor, que estas cosas pasan y los documentos se traspapelan, en la carpeta sobre el palacio del Archivo de la Villa de Madrid aparece un antiguo inventario de bienes, o el testamento de la Infanta en la Sección Nobleza del Archivo Nacional, o seguro que algo abrá en el Archivo Histórico Nacional o en el del Colegio de Arquitectos, o láminas antiguas de grabados en la Academia de Bellas Artes de San Fernando...
Todo un mundo por descubrir... y sin necesidad de ningún carné de investigador, los archivos son públicos.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.