No podía faltar el excelente artículo del gran cronista y buen monárquico de ABC al que somos adictos (Recomiendo el artículo sobre Lady Di y o el de Veraneos en Santander aquí en el foro), Ramón Pérez-Maura.
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En la muerte de Regina de Habsburgo
"Acababa de estallar la guerra de Corea. Los campos de refugiados húngaros en Alemania fueron sacudidos por una ola de pánico. Estaban en la frontera interalemana y del otro lado podía verse a los...
POR RAMÓN PÉREZ MAURA
4-2-2010 07:52:06"Acababa de estallar la guerra de Corea. Los campos de refugiados húngaros en Alemania fueron sacudidos por una ola de pánico. Estaban en la frontera interalemana y del otro lado podía verse a los carros rusos. Los refugiados húngaros temían ser las primeras víctimas de aquellos de los que acababan de escapar. Me pidieron que fuera a confortarles. Fue así como encontré a mi futura esposa. Ella colaboraba con Cáritas, que se hacía cargo de esos húngaros. Y ya conocía su suerte. Su padre fue deportado por los rusos..." Quien así habla sobre lo sucedido el 17 de enero de 1950 es el Archiduque Otto de Habsburgo. En esas circunstancias conoció a la que sería su mujer durante los últimos 59 años.
Ella había nacido Su Alteza la Princesa Regina de Sajonia-Meiningen. La complejidad de la Casa de Sajonia es equiparable a la que Bismark atribuía a la de Casa de Oldemburgo, de la que decía que sólo tres personas habían logrado descifrar su intrincada maraña: la primera se hizo fraile cartujo, la segunda se suicidó y el tercero era él, que había decidido olvidarlo todo. La casa de Sajonia tenía dos grandes ramas. De un lado la de Sajonia-Weimar y de otro la de Sajonia-Gotha, que se subdividió en siete ramas de las que persisten cuatro que al comenzar el siglo sentaba en los tronos europeos a cinco Reyes y tres Duques soberanos. Entre ellos el de Sajonia-Meiningen. El padre de Regina, Jorge III, era el jefe de la Casa y murió prisionero de los soviéticos en Chernopovetz, Siberia, el 6 de enero de 1946. Tuvo cuatro hijos, de los que su primogénito, Antonio-Ulrico, había caído en el Somme el 20 de mayo de 1940, evocando la muerte de su abuelo, el Príncipe Federico de Sajonia-Meiningen, caído en combate en Namur el 23 de agosto de 1914. El segundogénito, Federico-Alfredo, siguió el consejo del canciller Bismark y profesó como monje cartujo. Falleció recientemente. La tercera, María Gabriela, falleció con cuatro meses de edad. Y la cuarta Regina, que no podía suceder a su padre en la jefatura de la Casa por estar excluidas las mujeres, se casaría el 10 de mayo de 1951 en Nancy con el jefe de la Casa Imperial de Austria y Real de Hungría, el Archiduque Otto.
Regina tuvo el reto de vivir una vida trepidante al lado de un hombre llamado a ser Emperador y Rey de un territorio se reparte sobre las fronteras de doce estados europeos del presente. Pero que en 1961, hastiado de no poder servir a los pueblos a los que se sentía ligado por un contrato suscrito seiscientos años atrás por su dinastía, decidió romper con el pasado y empezar a luchar por la unidad de Europa como un político más. Antes de eso, Regina había dado a luz cinco hijas y, al fin, en 1961, un hijo, Carlos, al que Otto podía transmitir sus derechos dinásticos antes de renunciar formalmente a ellos. Regina vería cómo en su propia familia se produciría una cierta ruptura. Las cuatro hijas mayores -Andrea, Monika, Michaela y Gabriela- que habían vivido la tensión a la que estaba sometido su padre exiliado en Baviera, siempre tuvieron rechazo hacia la política. Los tres menores -Walburga, Carlos y Jorge- nacidos con su padre convertido en un hombre libre para defender sus ideas, sienten pasión política.
Regina acompañó a Otto en la lucha por la libertad de Europa. Tras la caída del Muro le siguió por toda la Mitteleuropa liberada, donde era aclamado como uno de los suyos en Bosnia y en la Bucovina, en Rutenia y en Galitzia. Siempre se sintió orgullosa de que su marido hiciera por Europa, como político, más de lo que nunca hubiera podido hacer como Monarca constitucional. Y le dio su apoyo sin matices frente a todo ataque cualquiera que fuese su origen. Gustaba de llevar a nietos y sobrinos a hacer el camino de Santiago al cumplir los 12 años y cada año añoraba descansar en la casita que su marido y ella compraron en la década de 1950 en un pueblo de pescadores llamado Benidorm.
Ayer, a los 85 años y abrazada a su profunda fe católica, su vida se apagó plácidamente en el domicilio familiar que compartía con el Archiduque Otto en Pöcking, Baviera. Allí se celebrará la Misa de Requiem el próximo martes y el miércoles será sepultada en el castillo de Heldburg en Turingia, panteón de su dinastía paterna, hasta que le llegue la hora del traslado a la Cripta de los Capuchinos en Viena.