LETIZIA PONE SU SELLONatural, risueña y elegante, la Princesa de Asturias ha dejado marca en Berlín
Las prisas y la monarquía no congenian demasiado bien. Seis años le ha costado a Letizia Ortiz, hoy Princesa de Asturias, volar sola, acudir sin la sombra protectora de su marido a un acto oficial fuera de España, en calidad de representante única de la Casa Real. Su presencia ayer como invitada de honor en la entrega en Berlín del premio Eva Louise Kölher de Investigación en Enfermedades Raras marca un hito, un jalón más, en la progresiva evolución de esta mujer desde su ingreso en la Familia Real. En mayo hará seis años de aquella boda pasada por agua. De entonces acá la otrora periodista se ha labrado poco a poco y no sin esfuerzo un perfil propio, complementario del de don Felipe, pero con marchamo personal; el 'sello Letizia', digamos.
El acto de Berlín es, en realidad, casi una anécdota. Al menos a corto plazo no tendrá continuidad. «De momento» no se prevén más incursiones en solitario de doña Letizia en el extranjero, según responsables de comunicación del Palacio de la Zarzuela. Explican que su presencia en Alemania no ha sido algo premeditado, un bautismo internacional deliberado, sino que ha cuadrado así. Al heredero de la Corona se le reclamaba en Montevideo en la toma de posesión del presidente José Mújica y, dado que la princesa tuvo en 2009 varias citas oficiales relacionadas con las enfermedades raras, era lógica su presencia en Berlín. El reto, si es que puede llamarse así, lo superó este lunes con nota. Segura de sí misma, risueña, con un elegante y sobrio vestido en tonos azules, la princesa cautivó a un selecto grupo de invitados congregados por la esposa del presidente de Alemania, Horst Köhler, con motivo de la entrega de los galardones homónimos de la anfitriona, informa desde Berlín Enrique Müller.
El acto tuvo lugar en el edificio que posee el gigante alemán Telekom en la capital germana. Doña Letizia saludó en alemán a los asistentes y pasó inmediatamente después al castellano: «Berlín es un lugar donde siempre llego con ilusión». Además de la entrega de los galardones y de un almuerzo en el palacio presidencial con los Köhler y los dos médicos premiados, mantuvo un breve encuentro en inglés con el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit. En inglés también firmó en el libro de honor del palacio presidencial de Bellevue. «It's a great honour to be here. Thank you very much». Viaje más al exterior o no, lo cierto es que la agenda personal de doña Letizia engorda por momentos. En los últimos dos años ha acudido en solitario al menos a veinte actos con sus correspondientes discursos, además de las innumerables comparecencias conjuntas de la pareja. La juventud, la infancia, los mayores, la salud o los medios de comunicación son áreas por las que la princesa siente especial interés y tienen espacio preferente entre su listado de cometidos.
Ya sea sola o como consorte, la metamorfosis de la princesa de Asturias ha sido notoria, a la vista de todo el país. Ha ganado estatura -bromas aparte sobre sus taconazos- institucional y prestancia pública. Ha ganado también «en naturalidad, está mucho más segura en sus apariciones públicas frente a las de los primeros tiempos, cuando se la veía más tensa». Almudena Martínez-Fornés ha sido testigo de ese cambio en primera fila. Como cronista de 'Abc' sobre la Casa Real, señala un punto de inflexión en la trayectoria de Letizia Ortiz desde su boda con el príncipe. «En mayo pasado se cumplieron cinco años y la princesa recibió entonces una especie de aprobado general», simbólico pero evidente y eso, a juicio de la periodista, «le ha dado más confianza y aplomo». Incluso revisando antiguas fotografías de la pareja se aprecia un viraje sutil. En sus primeras comparecencias públicas con don Felipe aparecía siempre amarrada a su mano y se adivinaba tras la sonrisa de Letizia un cierto aire de náufrago. En las manos enlazadas de la pareja había mucho de gesto amoroso -todavía se les ve a menudo agarrados, incluso en actos oficiales-, pero también de transfusión de ánimo y confianza por parte de él. Hoy ya no hace falta. La princesa se bandea sola perfectamente y es, de hecho, el principal reclamo, el mayor foco de atención cada vez que la Familia Real hace acto de presencia.
Domina las situaciones
Hace unos años el cometido como esposa del heredero parecía aprisionarla; ahora da la impresión de que no. Allegados y simples observadores confirman que domina ya el protocolo, el escenario, el tempo. Mujer inteligente y viajada desde sus tiempos de periodista, aprendió de sus errores. Cuando le quitó la palabra al Príncipe al comunicar delante de las cámaras su compromiso le llovieron palos por ir demasiado 'suelta'. Y su paseíllo triunfal en la cena de gala por la boda de Federico de Dinamarca, imponente con el vestido rojo pasión de Lorenzo Caprile, también les pareció a algunos excesivo para una novata. Después de aquellos episodios Letizia plegó velas; un paso atrás, perfil bajo en su actividad pública y vestuario anodino, que también le fue criticado.
Seis años después el panorama es muy distinto. Con discreción, poco a poco, se ha soltado la melena. «Está mucho más natural, también en eso ha ganado confianza», apunta Martínez-Fornés. Al final la
moda, la ropa, es un reflejo de su papel institucional y de su propia personalidad, que coexisten ahora en armonía. Se ha quitado los trajecitos de chaqueta 'ni fú ni fá' y se viste de sí misma;
moda española, sin excesos y sin hacer ascos a las marcas 'low cost'. Los responsables de comunicación de la Casa Real trabajan desde hace tiempo para que ese frente, el de la Letizia 'glamourosa' no se desborde y eclipse su verdadera labor como futura reina de España. «Ella es la primera a la que le molesta tremendamente que se la pueda considerar un florero; es una mujer lista y es consciente de que eso la perjudica a ella y a la institución», apostilla Martínez-Fornés.
A estas alturas se conoce ya su profesionalidad, el rigor -obsesivo a veces- con el que prepara hasta sus actos más informales. Sabe que se juega mucho, que siempre será una advenediza en la realeza. Eso es un arma de doble filo; una ventaja porque pone el contrapunto 'real' y un peligro porque a ella se la mide por otro baremo. El Rey puede ser lo campechano que quiera; el Príncipe o las infantas, igual. Ella siempre tendrá que ajustar la dosis. Si se excede, mal, -¿quién se ha creído que es?-. Si se queda corta, será una 'estirada' con más ínfulas que la realeza de cuna.
Sin embargo, hay cosas que no se pueden evitar. Es joven -cumplió 37 años en septiembre-, guapa mucho antes de retoques innecesarios, y la confianza le ha dado también un subidón de estilo. Los fotógrafos se la rifan, como adoran a Carla Bruni, a Rania de Jordania, a Mary Donaldson y a otras mujeres que aportan desenfado a la institución monárquica o cuasi monárquicas como la República Francesa.
En Berlín la presencia de la Princesa de Asturias despertó pasiones entre los cámaras, volcados en una cobertura que casi hizo olvidar el motivo de su viaje.
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"Para levantarte republicano una mañana, sólo tienes que ser monárquico en España"