Castillo de Santa Catalina, Jaén según Wiki
Es una antigua construcción defensiva de acabado cristiano-medieval, que corona el cerro del mismo nombre, en una estribación de la Sierra de Jabalcuz a 820 m de altitud, desde la cual se divisa toda la ciudad de Jaén, los olivares y las montañas circundantes de la zona.
El nombre le viene dado por la capilla que se construiría en el castillo tras su conquista. La Capilla de Santa Catalina de Alejandría es de estilo gótico, y fue construida entre los siglos XIII y XIV.
Los primeros indicios de ocupación del Cerro de Santa Catalina se remontan a la Edad del Bronce, correspondiendo a restos cerámicos hallados en la ladera norte y en la cima, sin evidencias concretas en cuanto al tipo de hábitat.
Los primeros elementos defensivos que se advierten en el Cerro de Santa Catalina datan de la época ibérica; son restos ciclópeos situados en la ladera septentrional del cerro y correspondientes a un oppidum, y relacionado espacialmente con el cercano asentamiento de Puente Tablas, del cual habría absorbido su población tras un primer abandono de este último que se aprecia en la transición entre el siglo IV a. C. y el III. La función propiamente militar del cerro se remonta a la época cartaginesa, cuando Aníbal construyó una importante fortaleza para proteger la colonia cartaginesa que fundó en la ciudad, una instalación que sería mantenida y reforzada por los romanos tras la conquista.
En época islámica (a partir del siglo VIII) comienza la reconstrucción del nuevo recinto fortificado en la cumbre del cerro, que sufriría progresivas ampliaciones hasta alcanzar su máximo tamaño entre los siglos XII y XIII.
Así pues, junto al Castillo de Santa Catalina, donde hoy está el Parador Nacional, existió una fortaleza anterior de origen árabe, el Alcázar Viejo, de la que aún quedan algunas evidencias.
No obstante, la construcción visible actual es de origen cristiano, siendo erigida tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo en 1246, quien por tanto se la arrebató al rey moro Al-Ahmar. También es cristiano el tercer recinto del alcázar, denominado Abrehui.
Durante el siglo XV se llevaron a cabo unas reformas impulsadas por el Condestable de Castilla Miguel Lucas de Iranzo, que dio lugar a la unión del Alcázar Nuevo y el Alcázar de Abrehuy, separados hasta entonces por una explanada. Estas obras finalizarían con la construcción de la Torre del Homenaje. De ello existe constancia documental pues, en 1529, "hubo que gastar 10.000 maravedís en obra urgente" en el castillo.
Aunque el Alcázar Nuevo fue mandado construir por Fernando III, fueron Alfonso X y Fernando IV los reyes que intensificaron y culminaron las obras.
En el siglo XIX, cuando Napoleón Bonaparte entra en España y sus tropas llegan hasta la ciudad de Jaén, el Castillo de Santa Catalina fue
modificado por las tropas napoleónicas, que destruirían parte del aljibe, con objeto de albergar en su interior un polvorín, donde surgirían dos habitaciones usadas como caballerizas. Un hospital sería construido por los franceses, que se asentaron con gusto en este castillo durante la ocupación francesa, de tal forma que se realizaron varias reformas dentro de las cuales están los pabellones para el gobernador, una plataforma artillera o incluso un área de oficinas. A la salida de la ciudad los franceses volaron el castillo para que otras tropas no puedieran usarlo.
En la actualidad tan sólo se conserva el Alcázar Nuevo, así como resquicios y evidencias de otras construcciones del pasado.
El 3 de junio de 1931, se declaró mediante un Decreto Monumento Histórico Artístico.
En 1948 el Ayuntamiento de Jaén compró el castillo, pasando a ser desde entonces propiedad del mismo. Sobre los restos que ocupaban las otras dos fortalezas, se construyó en 1965 el actual Parador Nacional de Turismo, cuyas obras destruyeron irreparablemente numerosas estructuras, así como niveles arqueológicos, a la vez que se ocultaban otras tras refuerzos de mampostería.
Cuando en 1246, Fernando III el Santo reconquista la, hasta el momento, musulmana Jaén, mandó construir como muestra del poderío cristiano, una cruz que dominara toda la ciudad.Ahora, 800 años más tarde, la cruz se mantiene viva custodiando la ciudad desde lo alto del cerro de Santa Catalina.
Sobre el Castillo de Santa Catalina también versan varias leyendas, la mayoría relacionadas con fantasmas.
En la época musulmana, habitó el castillo el gobernador Omar, conocido por su valía como guerrero y su justicia como dirigente.Omar amaba profundamente a su esposa, Zoraida, a la que prefería por encima de cualquier mujer.
Cuenta la leyenda que, una desdichada tarde, el gobernador fue requerido para resolver unos asuntos en la ciudad. Zoraida sintió una punzada en el pecho cuando lo contempló partir desde una de las torres, a penas un punto en movimiento en la distancia. Ella conocía de la destreza guerrera de su esposo y sin embargo aquella tarde sintió miedo.
Transcurrieron las horas y Omar no regresaba junto a ella. Su angustia creció cuando la noche dio paso al día y su amado esposo no daba señales de vida. Sin poder aguantar más la desesperación, salió en su busca, decidida a no regresar si no era junto a Omar.
No hubo de caminar demasiado, cerca del castillo encontró el cuerpo sin vida de su esposo, al que habían asesinado cobardemente clavando un puñal en su espalda.
Rota por el dolor, Zoraida se abrazó al cadáver de Omar llorando con desesperación. Por más que los hombres le hablaban y trataban de calmarla ella no lograba consolarse; sus lágrimas se derramaban por aquel suelo teñido de la sangre de su amado esposo.
Viendo que la tarde caía y la viuda no se separaba del difunto, los soldados que la custodiaban trataron de separarla por la fuerza; fue entonces cuando se percataron de que también ella había muerto a causa del dolor por su pérdida; sin embargo, las lágrimas no cesaban de brotar de sus ojos sin vida. Fue tal la abundancia de aquel llanto sobrenatural, que las lágrimas comenzaron a acumularse en un charco y pronto se formó una fuente de ellas. A este lugar se le bautizó desde entonces como “Caño Quebrado”.
En las noches de febrero, allá donde siglos atrás ambos amantes perdieran la vida, aparecen dos figuras entrelazadas en un apasionado abrazo que, sin separarse jamás, caminan hacia el castillo regresando por fin juntas a casa.
(Existen versiones que sitúan esta leyenda en La Imora, encontrando en el nombre relación con “Fuente la Mora”).
Otra conocida leyenda (de la que se ha hablado mucho sin duda para dar publicidad al parador ubicado en el castillo), es la de la amante del Condestable Iranzo, condestable del reino de Castilla bajo las órdenes de Enrique IV en el siglo XV que realizó importantes remodelaciones en la ciudad de Jaén.
Al parecer el condestable estaba locamente enamorado de una muchacha musulmana de ojos rasgados y verdes y de nombre Jasmina, que a su vez lo amaba a él con locura. El amor que ambos se profesaban era tal que los súbditos estaban terriblemente celosos de ella pues opinaban que el hombre desatendía por su culpa sus funciones. Jasmina vivía en los aposentos expresamente dispuestos para ella por D. Lucas en el castillo. Muchos nobles, envidiosos de la aventura amorosa que disfrutaban el paladín y su amada o, quizás recelosos por el trato tan favorable que daba a moros, gitanos y judíos, aprovecharon que Iranzo salió de Jaén por asuntos de guerra, para entrar en la habitación de Jasmina. Allí y, aunque estaba embarazada, la violaron y después la quemaron viva.
Desde entonces, no es raro contemplar en los atardeceres solitarios y silenciosos, el llanto de una bella princesa mora por las almenas de la fortaleza, esperando a su amado. Tal visión fue contemplada por el guarda del castillo, allá por 1960, cuando se estaban ejecutando las obras del Parador; concretamente, por la antigua entrada de éste (escaleras de la cafetería). En alguna ocasión, al tomar una fotografía al cuadro del Condestable que hoy se expone en el salón de armas del Parador, ésta ha salido velada. No se sabe muy bien si los sollozos que se escuchan y las visiones que se han constatado en el castillo, son por este episodio, por el de la mora del palacio de los Reyes (Convento de Santa Catalina), o por la mora suicidada por amor en Caño Quebrado.
Se dice que en la habitación que en su día ocupara la mujer se escuchan sus lamentos desesperados mientras arrastra y golpea los muebles. Algunos huéspedes y trabajadores del parador aseguran que la han visto.
El fantasma, celoso, se interpone cada vez que alguien intenta realizar un retrato de su amante.
Bueno esta es la historia del encantado Castillo de Santa Catalina a espensas que nuestro querido Vandal de su visto bueno sobre esta historia que de seguro conocerá muy bien y pueda aportar algo que se me haya escapado.