Además de apuntes, en algún lugar (otra cosa es averigüar el lugar...pese a que vivo en un mini piso, jajajaja, no en un castillo con desvanes y sótanos), debo tener "La mujer en tiempos de las Cruzadas". Un libro de Regine Pernoud que he disfrutado siempre que lo he abierto desde la primera a la última página...y que por eso recomiendo con entusiasmo.
El pretendiente Ibelin de Sibila fue un Balduíno, Balduíno de Ramleh. Era hermano de Balian, por cierto. Balduíno, por lo visto, se había enamorado de una jovencísima Sibila cuando estaba casado de primeras nupcias con Richilde de Beisan, hija de Gramant de Beisan y de Agnes de Gillet, muy conectada con las familias francas que tenían mando en plaza tanto en Trípoli como en Beirut. El entusiasmo de Balduíno con Sibila fue tan ardoroso que incluso abandonó, para probar su amor, a su esposa Richilde. que le había dado un hijo y dos hijas. Luego, Richilde tuvo la "amabilidad" de morirse y él quedó libre. Pero Sibila, señora de Jaffa, se había casado con Guillaume de Montferrat. Balduíno tuvo un ataque de celos épico y se apresuró a desposar Isabelle Gothman, condesa viuda de Cesarea desde que había fallecido su primer marido Hugues Garnier (de quien, por cierto, también le habían quedado dos hijos).
Aunque casado de segunda vuelta con Isabelle de Cesarea, Balduíno seguía coladito por Sibila. Cuando Isabelle murió mucho antes de lo esperado, de parto o de sobreparto (ahí me pierdo), Balduíno se encontraba prisionero de Saladino en Damasco, una consecuencia triste de haber perdido la batalla de Marj Ayoun. Allí estaba el pobre cuando le llegó, tras la noticia de su nueva viudedad, un mensajito de Sibila, invitándole a que negociase su rescate con Saladino porque ella le esperaba dispuesta a casarse con él. A Balduíno le entró un sofocón de aúpa, mucha prisa por salir de la condición de rehén y buscar a su princesa. Saladino, tipo listo, aprovehó para pedir un rescate "de rey" por aquel caballero franco. La cosa es que Balduíno recuperó la libertad bajo compromiso de abonar una fortísima suma y corrió en busca de Sibila, que, para entonces...¡¡había mudado sus apetencias!!.
Esa historia sugiere que Sibila era un tanto veleidosa, ehhhh. Que, bueno, no se lo critico...ella era un partidazo y podía permitirse el lujo de jugar esos jueguecitos. Balduíno, tratando de apañar las cosas, se fue a Constantinopla a pedirle al emperador Comneno dinero con el que saldar su deuda con Saladino y Comneno, la vedad, se portó. Pero cuando retornó a Trípoli, Sibila seguía su propio camino. En parte, el culpable había sido Aimery de Lusignan, que, para liar las cosas, estaba casado con Eschive de Ibelin, una hija de Balduíno con la que había sido su primera mujer, Richilde. Aimery le hablaba en los términos más elogiosos de su propio hermano Guy de Lusignan a Sibila. Y Sibila se empecinó en conocer a aquel caballero del Poitou, que viajó raudo hasta Siria. Guy era más bien simplón, pero muy apuesto físicamente. Sibila se enamoró de su apostura física y debió pasar por alto esa simpleza, que tanto enervaría a los coetaneos que tuvieron que tratarle. Se casaron pronto -y Sibila se convirtió en concuñada de la hija de Balduíno, Eschive.
Balduíno no tardó en tomar una tercera esposa conveniente para él.
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