Los más fans de Alfonso XIII y Victoria Eugenia seguramente conoceréis ya el palacio de Portugalete en la calle de Alcalá, uno de los máximos exponentes de la aristocracia opulenta y cortesana que precedió a la II República; más que por el palacio, por la incombustible duquesa Mª Dolores del Collado y Echagüe, genio y figura, que con igual soltura organizaba un baile en honor del Rey que una protesta contra la última ley del Gobierno. En sus salones la política nacional era cosa tan corriente que en cierta ocasión, saliendo Cánovas del palacio de Portugalete con una nutrida representación del Gobierno, un periodista le preguntó: “Señor Presidente, ¿ha habido Consejo?”

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Pero comencemos por el principio… No, esta vez no voy a acudir a los planos de Witt y Texeira, que no hace falta remontarse al siglo XVII… El palacio de Portugalete fue mandado construir por la familia del General Castaños, a mediados del siglo XIX, en las inmediaciones de la Puerta de Alcalá. No sé exactamente quién lo encargó, pero debió ser el primer marqués de Portugalete, el primer marqués hereditario, es decir, Eduardo de Carondelet y Donado, hijo y sucesor de Luis Ángel de Carondelet y Castaños, 2º duque de Bailén, quien a su vez era sobrino carnal del héroe de Bailén… Este 3er duque fue el encargado de pedir la mano de la Archiduquesa María Cristina para el inconsolable Alfonso XII (aunque él bien que intentaba consolarse por todos los medios a su alcance ). Ya antes los duques habían mostrado su apoyo incondicional a la causa Alfonsina, antes de la Restauración, lo que les valió desde entonces el favor del joven monarca, y su afecto. Un cariño y una deferencia que continuaron mostrando a la duquesa tanto Mª Cristina como el resto de la Familia Real.



Los retratos de ambos duques pertenecieron en origen, así como el de la 3ª duquesa, que luego se verá, a la colección artística del palacio de Portugalete. El primero pertenece hoy a la colección Bailén, que nada tiene que ver con la familia, es el nombre que se le ha dado a la colección artística del Ejército. El segundo es de propiedad particular, y el de la duquesa, en depósito en el Teatro Real, pertenece al Prado.

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El palacio se construyó en lo que entonces era la calle del Pósito, por encontrarse en ella estas instalaciones, y que estaba comprendida entre la plaza de la Cibeles y la Puerta de Alcalá; al norte estaba el pósito, y al sur los jardines del Retiro. Esta zona prácticamente estaba a las afuera de la ciudad, pues más allá de la Puerta de Alcalá sólo quedaban la antigua plaza de toros y los Campos Elíseos .



En la imagen anterior podemos ver, en la esquina inferior izquierda la Puerta de Alcalá; de ella parte una calle bordeada a la derecha por el pósito, y a la izquierda por los jardines del Retiro. La calle desemboca en un cruce que no es otra cosa que la plaza de la Cibeles, podemos ver la fuente desplazada del centro, hacia la derecha. Más o menos a mitad de la calle del Pósito, hacia el lado de los jardines, es donde se construyó el palacio de Portugalete a la vuelta de unos años...

Estamos en pleno reinado de Isabel II, y la gran reforma de Madrid es un hecho. Se proyecta el ensanche, que debía envolver el viejo Madrid por todos lados menos por el Oeste, y encontrándose esta zona que comento justo a las afueras acaba sufriendo también serias reformas: Se configura plaza de la Independencia alrededor de la Puerta de Alcalá, a partir de ella se traza la calle de Alfonso XII, y la mayor parte del espacio entre ésta y el Paseo del Prado, por cesión de Isabel II, se despoja de jardines y se urbaniza. Junto a la Cibeles permanecerá una zona ajardinada que aún tardará muchos años en ser sustituida por el palacio de Comunicaciones, y entre este parque y la nueva plaza de la Independencia quedará una manzana, delimitada al norte por la calle de (ahora sí) Alcalá, al noreste por la plaza de la Independencia, al este por la calle de Alfonso XII, al sur por la calle de Montalbán, y al oeste (entre la manzana y el mencionado parque), por la calle de la Reina Mercedes, hoy de Alfonso XI, aunque estas dos últimas calles tardarán unos años en ser urbanizadas. En esta manzana y en esos años, finales de los 50 o principios de los 60, se levanta el palacio de Portugalete.

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Durante la segunda mitad del siglo toda esta zona del Paseo del Prado se reafirma como una de las más exclusivas de Madrid, residencia predilecta de las clases altas, y se le suma la zona que estamos viendo, amén de Recoletos y luego la Castellana, todo con miras al naciente ensanche y la expansión de la ciudad… pues si bien hacia el final de siglo van cayendo algunos grandes e históricos palacios de la zona, como Medinaceli y Alcañices, se van construyendo muchos más: Salamanca y Remisa, anteriores a Portugalete, al otro lado del pósito; Linares, en el solar de éste último; más abajo el de Xifré; más arriba Uceda, Villamejor, Alcalá-Galiano, etc. por no hablar de los palacetes “en serie” que popularizó el propio Salamanca, y del que todavía queda alguno por ahí medio escondido… Bueno, ya está bien! Que me estoy enrollando mucho…







Sirva esta sucesión de planos para ver cómo evolucionó la zona de la que hablamos... En la segunda imagen de 1866 ya aparece el palacio, debajo de la palabra "Pósito"; y arriba, en el centro, también se encuentra el palacio de Salamanca. Nótese también por ejemplo, entre otros detalles interesantes, gran reforma de la Puerta de Alcalá, antes encajonada (normal, para eso era una puerta) entre el pósito y las tapias del Retiro...

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Y vamos ya con el palacio… El encargado de materializar el proyecto fue Adolf Ombrecht, arquitecto francés afincado en España, un tanto misterioso el caballero, del que se sabe que años más tarde participó en la construcción del cercano palacio de Linares para José de Murga, y casi con toda probabilidad diseñó el palacio de Aiete en San Sebastián para el propio duque de Bailén (este otro palacio ya tiene un hilo en el foro). En su época este palacio levantó críticas a favor y en contra a partes iguales. A unos gustó enormemente su eclecticismo y aplaudían el progresivo embellecimiento de esta parte de la ciudad; a otros les pareció un edificio horrendo, de pésimo gusto, que importaba lo peor de otros países en cuanto a estética sin aportar nada original. Fueron las mismas reacciones encontradas que provocó por ejemplo el palacio de Uceda en Colón unos años más tarde…

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El palacio se situaba en el centro de la parcela, alrededor de un patio interior, dejando espacio por todos lados para una estrecha zona ajardinada y en la parte de atrás algunas dependencias auxiliares. Por la calle de Alcalá y la de la Reina Mercedes una verja limitaba la parcela, y en la fachada principal, en la primera calle, la verja se encontraba flanqueada por sendos pabellones.

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En los alzados se usó la piedra para las partes principales, así en las esquinas de la fábrica como en los enmarques de los vanos, frontones, cornisas, balaustradas, etc… y el ladrillo se dejó para el relleno de los paramentos (este doble uso de la piedra y el ladrillo es muy frecuente), si bien aquí ventanas y balcones están tan apretaos que casi no queda espacio para los muros.

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La estructuración de las fachadas es clásica, perfectamente modulada en vertical y horizontal mediante cornisas y secuencias de vanos, pero lo más llamativo es sin duda el cuerpo central de la fachada, curvo, en relación directa con el mencionado palacio de Linares, pero en este caso coronado por vistoso frontón. Es sin duda lo que le da personalidad al edificio.



Un cronista se refería al palacio en estos términos, “Salones de estilo pompeyano. Escalera de mármol de Carrara. Techos pintados por Rosales. Salón de baile Luis XV. Tapices de Goya y de Bayeu. ‘Boudoir’ [tocador] veneciano, en que figuran muebles de ébano con incrustaciones de marfil, y centellean los cristales multicolores de arañas y candelabros. Amplio comedor, cuyos muros cubren tapices de Aubusson, representando las fábulas de La Fontaine. Lienzos debidos a Lizcano, Muñoz Degrain, Gisbert, Emilio Sala, Domingo…”

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En efecto la nómina de artistas presentes en el palacio era impresionante, tanto los que acudieron para decorar sus salas, como los que a través de sus lienzos se fueron acumulando en la colección particular de los duques. Así, a los ya citados se pueden añadir Vicente López, Palmaroli, Goya, Rosales, Murillo, Pradilla, Madrazo, Gisbert, Casado del Alisal, etc., por no hablar de los escultores, siendo el más renombrado Benlliure, aunque por ejemplo Gustavo Adolfo Bécquer también elogió mucho una Santa Teresa de Elías Martín que poseían los Bailén...



A la muerte sin descendencia del 3er duque de Bailén, Eduardo de Carondelete y Donado, en 1882, los títulos pasaron a su sobrina carnal, Encarnación Fernández de Córdoba, pero el palacio y su contenido fueron heredados por su viuda, Mª Dolores del Collado y Echagüe, que, justo es reconocerlo, fue quien realmente le dio brillo y fama a aquel palacio. Y lo hizo especialmente a través de sus celebradas fiestas y reuniones.

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Durante el luto no debió tener la señora muchas ganas de festejos, nada me invita a pensar lo contrario, y parece que luego pasó tiempo en Niza, por sentarle mejor aquel clima a su salud, pero regresó a Madrid, y lo hizo con ganas de juerga… Y para muestra…

"Cuando aún no se ha borrado la gratísima impresión de aquel baile que en honor de SS.AA. los infantes doña María Teresa y D. Fernando organizó la ilustre duquesa viuda de Bailén, cuando todos recordaban aquella espléndida fiesta como una de las más simpáticas y brillantes de estos últimos años, esta noble dama obsequió al Cuerpo diplomático y a lo más selecto de la sociedad aristocrática con la primera de las fiestas que las casas de más ilustre abolengo organizan en prueba del agrado con que se ve el próximo enlace de nuestro augusto Monarca con la que en breve ha de compartir con él el trono de España.
Desde las primeras horas de la noche comenzaron a llegar los invitados, que eran muchos y selectos, de la mayor parte de éstos eran conocidas ya las magnificencias que encierra el palacio de Portugalete; los que las desconocían admiraban una a una las diversas obras del arte clásico y del arte moderno que lo avaloran".

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En el salón de retratos penden de los muros, los de los antepasados de la ilustre dueña del palacio, no faltando el de ella ni el de su difunto esposo, el penúltimo duque de Bailén, y ocupando lugar preferente el del primer poseedor del mencionado título.
El salón de baile ofrece, como todos los mencionados anteriormente, un aspecto de esplendor verdaderamente ideal, profusamente iluminado, totalmente tapizado de delicadas flores, todo él repleto de bellas damas, ataviadas con ricas telas y alhajadas con valiosas joyas. Es el salón de estilo Luis XV, habiendo alcanzado aquella época las maderas de que están construidos sus muebles y la sedería que los tapiza. Armoniza con el estilo, dándole complemento poco común, la decoración toda del suntuoso salón, donde se enseñorean los magníficos cuadros “La presentación de Madame de La Vallière al rey Luis XIV” y “Lección de música”.

Dos imágenes del Salón de Baile del palacio, un grabado y una fotografía (los dos de Juanjo de Urbanity). En la primera imagen, en el medio punto que podemos ver arriba a la izquierda, distinguimos una escena pictórica que yo creo debe ser la obra "La lección de música", de Emilio Sala... En la segunda imagen, por su parte, podemos ver dos retratos, el de una mujer reflejado en el espejo del centro, que no es otro que el retrato de Mª Dolores del Collado que hemos visto antes en el Salón Vergara del Teatro Real, mientras que el retrato del caballero que aparece tras la cortina, ya en otra sala, es el de su marido, el 3er duque de Bailén, que puse antes en los primeros posts. El primer cuadro es de Vicente Palmaroli, el segundo de Eduarado Rosales. El artículo los menciona ubicados en el Salón de Retratos, junto al del General Castaños de Vicente López, que también está posteado más arriba, y que por ser de todas las obras reseñadas la más famosa es la única que he encontrado con calidad razonable...

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