En espacio de tiempo relativamente breve, el cronista ha tenido que dar cuenta de muy importantes sucesos palatinos: el fin de una Regencia, la jura de un Rey, el entierro de una Reina, que constituía una figura histórica de primer orden; las bodas de una Princesa y las de una Infanta; el nacimiento de un heredero del Trono; las nupcias espléndidas de un rey; el natalicio del deseado Príncipe de Asturias y su jubiloso bautizo… Ha sido un periodo fecundo en acontecimientos, algunos de los cuales tuvieron la natural consecuencia.
Se refiere el cronista a la constitución de varios hogares principescos, que se han establecido en Madrid para mayor lustre de la capital de la Monarquía.
Primero, en la tranquila calle de Quintana estableció su domicilio la Infanta Dª Isabel, y al lado de ella decidió establecer el suyo su augusta hermana la Infanta Dª Eulalia.
Después, el Infante D. Carlos adquirió, en una de las mejores avenidas madrileñas, un hotel digno de albergar a la bella Princesa de Orléans.
Por último, en sitio tan clásico como la Cuesta de la Vega, frente a la madrileña Almudena, y a no muchos metros del vergonzante, pero típico Manzanares, y cerca del Palacio de Oriente, en que transcurriera su niñez, y en el que tantos recuerdos deja, vivirá muy pronto la simpática Infanta Mª Teresa con su augusto esposo, el Infante D. Fernando de Baviera, en cuyo hogar feliz, iluminado por la sonrisa de un niño, se puede ver un
modelo de hogar español.
La antigua casa de los Castro Serna, transformada completamente en seis meses por los arquitectos señores Landecho y Gallego, su inteligentísimo ayudante, se ha convertido en una verdadera casa de Príncipes:
moderna, higiénica, suntuosa, allí el esplendor es preciso; práctica, allí donde se reclama comodidad.
La planta baja.La entrada principal de la calle Mayor da sobre un vestíbulo amplio, semicircular. Sus muros son blancos. En los cuajados cristales de las cancelas se ve el león de oro, coronado y lampasado, así como el león rampante y el collar de San Huberto del escudo bávaro, y las armas Reales de la Casa de Borbón.
Otro vestíbulo de mármol blanco, y luego otro con alto zócalo y artesonado de nogal, conducen a la saleta, decorada con ricos tapices de Teniers, de la hermosa colección que el Rey Francisco guardaba en su castillo de Epinay. El resto del decorado es blanco y oro, y el mobiliario, también blanco y oro, está tapizado de terciopelo azul.
Viene a seguida un salón Luis XV, con ricos tapices, con mobiliario asimismo blanco y oro, vestido de seda crema. Del centro del techo pende hermosa lámpara de cristal y bronce. El “parquet” es de maderas finas.
Después se pasa al gran salón estilo Luis XVI, destinado a recepciones y ceremonias, en el que la esplendidez y el buen gusto se disputan la alabanza del que lo visita. La tonalidad general de este salón, como la de todas las estancias del palacio, es clara, suave, apacible a la vista, según dispone una
moda digna de elogio. Tres grandes tapices, uno en el muro del fondo, que representa “La Sagrada Cena”, y otros dos en los entrepaños, lo decoran. En las sobrepuertas, lindos medallones decorativos de Llaneces. El mobiliario, de seda, con dibujos de gran finura. Una chimenea monumental completa el adorno de la estancia, iluminada por una gran araña y “appliques” eléctricos.
Otros dos salones, de estilo análogo al anterior, siempre en tonos suaves, con magníficos tapices uno de ellos, que será pieza de recibir, conducen a un lindo saloncito de confianza, tapizado en seda azul, con mobiliario de caoba tallada y aplicaciones de bronce, y excelentes cuadros de la colección de los Infantes.
Severo y elegante es el despacho de D. Fernando, decorado con dos grandes y buenos tapices, altos frisos de nogal y mobiliario
moderno de la misma madera. El amplio salón destinado a biblioteca viene luego, con sus estanterías de nogal y cristal, y gran chimenea. Preside la estancia un gran retrato de la Infanta Dª María Teresa.
El cuarto de fumar, con sus rojos muebles de cuero y caoba, zócalo y cornisa de esta madera, y tapices de seda, da acceso al comedor.
Decoran dicha pieza otros bellos tapices, procedentes de Epinay. En el lienzo principal vese una gran chimenea de bronce y roble, madera en la que está tallado el mobiliario, de terciopelo verde. Elegante lámpara de cristal y bronce alumbra el comedor, junto al cual está el “office”, con todos los servicios indispensables.
Digno de mención es un admirable tapiz de Teniers, que aparece en una habitación, entre la saleta y el “fumoir”.
Los muebles de este paso son antiguos, del Renacimiento.
La linda capilla gótica, diminuta catedral, con artísticas vidrieras, viene luego. Es un oratorio que inspira verdadera devoción.
Planta principal. Habitaciones de los Infantes.La amplia alcoba de SS.AA. tiene balconada a la fachada de la calle Mayor.
Su estilo es de la época de Luis XVI: blancos sus muros, blanco y oro sus muebles; el reclinatorio de la Infanta es de marquetería.
A derecha e izquierda del dormitorio, respectivamente, los cuartos de baño y “toilette” de Dª María Teresa y de D. Fernando, con todas sus comodidades: servicio de agua, caliente y fría; pilas, duchas, etcétera. Las paredes, de blancos azulejos, al gusto inglés, y los pisos, de “sirolita”, el pavimento de
moda.
El tocador de Dª María Teresa es amplio, luminoso. Tiene de roble el “parquet”, y su
moderno mobiliario está tapizado de seda rosa. Cerca de él se encuentra el ropero de S.A., con elevados armarios de pino melis, y en el centro gran mesa con tablero de cristal.
No lejos, como se comprende, están las habitaciones destinadas al hijo de los Infantes, para quien sus augustos padres han elegido las que miran al Mediodía, las que disfrutan de buen sol. La alcoba del Infantito es blanca, pintada al óleo, sin ángulos que pudieran ser trincheras de microbios. A la derecha el cuarto de jugar, que da al vestíbulo de la gran escalera. A la izquierda el cuarto de “toilette” y los cuartos de la servidumbre. Cerca también el cuarto de estudio… para cuando llegue el día en que estudie S.A.
Una simpática estancia hay en el extremo de esta planta principal: un gabinetito de estar, un “living room”, Luis XV, tapizado de seda color champagne, con la sillería a tono. Recibe la luz de dos balcones: el uno da frente a la Almudena, y el otro abre sobre la hermosa lejanía de la Casa de Campo, separada de la urbe por la sierpe del Manzanares. Bien es que desde ese balcón se divise alguna lejanía que recrea la vista, porque las cercanías, por culpas municipales, no son, en verdad, decorosas: nuros a medio derruir, montones de ripio y cascote, carretillas desvencijadas… toda la lira de la desurbanización madrileña.
El cuidado que ha merecido la entrada de Madrid por el Norte, debiera hacerse extensivo aquella parte alta de la Cuesta de la Vega, la que, por lo visto, se quiere que siga evocando los días en que el moro plantó sus tiendas en el campo que hoy lleva su nombre. ¡Madrid, castillo famoso!...
Los pisos superioresEn el piso segundo hay dispuestas habitaciones para los padres de Sus Altezas. Su distribución es análoga a la del piso inferior, con baños y tocadores, y cuartos para los séquitos de los augustos huéspedes.
En el piso tercero figuran las cocinas, con todos los servicios anejos: hornos, repostería, pastelería, despensa, montacargas eléctrico, fregaderos, etcétera.
En cada piso hay un “office” independiente, y junto al comedor están la bodega y otra despensa.
En donde pueden ser más eficaces sus servicios, tienen sus amplias y ventiladas habitaciones las doncellas, ayudas de cámara y criados de Sus Altezas.
Para no hacer excesivamente extensa esta información, resumiremos lo que nos queda por decir. En el piso bajo están el gran salón despacho de a dama de S.A., condesa de Mirasol; el no menos amplio despacho del marqués de Sanfelices; las salas de ayudantes, y las oficinas de secretaría.
En el sótano, al nivel del jardín, el servicio de lavado y plancha, generadores para la calefacción del palacio, y otros menesteres subalternos.
“Garaje”. Cuadra. Picadero.El “garaje” está construido con todos los adelantos.
Los automóviles entran por una puerta especial a ellos destinada. En la primera pieza podrán ser lavados con potentes mangas.
Hecha la “toilette”, el “auto” pasará a la cochera, merced a una plancha giratoria que enviará el carruaje a colocarse en su sitio, sobre el foso de reparaciones, o donde convenga. Azulejos verdes hexagonales cubren las paredes del “garaje”, en el que hay taller mecánico, habitaciones para los “chauffers”, etc.
Los caballos de silla de S.A., que son 12, entre los cuales figuran dos jacas de “polo”, regalo de Su Majestad el Rey y de su augusta madre, están hoy en una cuadra provisional; pues se construye otra de todo lujo, que comunicará con el hermoso picadero, de 300 metros cuadrados, cubierto de cristales, con linda tribuna, y alumbrado con cuatro grandes focos eléctricos.
Todos estos servicios están, así como las cocheras, granero, pajera y guadarnés, independientes del resto del palacio.
El patio central es un gran jardín; mejor dicho, será un jardín, en el que se construye una “serre” pequeña, pero muy elegante.
Por el exterior, un pequeño borde de jardín, cercado con alta verja de hierro, aislará el palacio de la vía pública.
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Queda aún bastante obra que hacer en la nueva residencia de los Infantes, que van todos los días a recorrer aquellas estancias, en las que no se ha puesto un metro de tela, sino por la personal inspiración de S.A.R. la Infanta Dª María Teresa.
Probablemente el sábado se trasladarán a su palacio SS.AA., que quizá hubieran realizado antes el traslado, a no preferir acompañar a la Reina Doña María Cristina en el Palacio de la Plaza de Oriente hasta el regreso de Sevilla de D. Alfonso y de Doña Victoria.
Y he aquí cómo para la augusta Reina madre se consumará ese día el cumplimiento de los altos deberes que hizo pesar sobre ella la desgracia; crisol en que las almas fuertes se templan y las virtudes se aquilatan.