A pesar de los cambios estructurales en el resto del país, los comportamientos sociales en Nueva York permanecieron incambiables durante casi todo el siglo XIX. La llamada "sociedad" neoyorquina era muy sencilla, y sus miembros eran aquellas familias que habían vivido en la ciudad desde siempre. Eran conocidos como los "Knickerbockers" por los pantalones a la rodilla usados por sus antepasados, los colonos holandeses de Nueva Amsterdam. El conservadurismo, el ahorro, el trabajo duro y la
modestia eran los valores del día.
Los hombres eran banqueros, o abogados o herederos de fortunas mercantiles, tal vez de propiedad inmobiliaria en Manhattan. Sin embargo, sin importar lo ricos que fueran las familias Knickebocker eran absolutamente ascéticas hacia afuera. Ejemplos de dicho
modo de vida pueden verse hasta ahora cuando se recorren las calle de NY, alrededor de Washington Square y Gramercy Park. Líneas uniformes de casas con fachadas de ladrillo oscuro, entradas perfectamente cuadradas y salones con muebles de palo de rosa, con tres juegos de cortinas en cada ventana. En la mesa estaba la platería, delgada y usada por generaciones y la porcelana de exportación de la China. Una doncella de servicio y un coche con un sólo caballo llevaban a la familia a la ópera.
Las ocasiones sociales eran simples. Las bodas tenían lugar en casa, seguidas de un "desayuno de bodas". La presentación en sociedad de una joven era simplemente ponerse un vestido blanco, arreglarse el cabello y recibir a invitados para un té. Las soirés en las noches eran simplemente reuniones donde los más jóvenes hacían juegos de salón, mientras los adultos jugaban a las cartas. De cena sólo había un punch y jamón en lonjas. Los bailes significaban simplemente remover la alfombra y los muebles y al son de una tía solterona en el piano, bailar alegremente. El llamado salón de baile era algo inexistente.
Era un estilo de vida seguro y estable. La vida social de Nueva York era aburrida y predecible y las familias Knickebocker la preferían así. Sin embargo, este Edén de la burguesía no podía permanecer así por mucho tiempo.