Buenas tardes. Creo que puedo aclarar algunas cosas sobre este tema.
En cuanto al palacio de Casa Galindo, decir que al parecer el pleito debió resolverse a favor de la familia Lasso de la Vega, aunque la duquesa de Osuna lo retuvo durante algún tiempo, y creo incluso que llegó a abrirse al público alguna temporada como exposición del patrimonio de la Casa Ducal de Osuna, pudiendo contemplarse, entre otras obras de arte, una magnífica Anunciación de Francisco de Goya:
Este lienzo pertenece a la colección de la Casa Ducal por herencia de los Medinaceli, familia a la que pertenecía la abuela de la actual duquesa de Osuna, y que ésta conserva en su residencia sevillana, de la que hablaremos luego.
Bien, en todo caso, el palacio de Casa Galindo quedó en poder de los Lasso de la Vega, y ya desde finales de los años 70 vivía en él un miembro de la familia, Fernando de Oriol Ybarra, que debió comprarlo a su tía María de Gracia.
Fernando Oriol era hijo de Fernando de Oriol Urquijo, de los marqueses de Casa Oriol, y de Blanca Ybarra y Lasso de la Vega, por lo que todo quedaba, digamos, en familia.
Falleció joven, hacia 1985, y estaba casado con Marta Pastega Benjumea, muy conocida en la alta sociedad española, propietaria junto a su hermana de la firma "Búcaro".
Al quedar viuda, Marta Pastega decidió rentabilizar el enorme palacio y lo convirtió en apartamentos más o menos lujosos, resevándose para ella la parte delantera de la fachada a la plaza del Museo, en la que instaló, en el bajo, la tienda Búcaro, y en la planta principal su residencia. Casó en segundas nupcias con el marqués de Villar del Tajo, Manuel Pío Halcón y Borrero, hijo del célebre escritor sevillano Manuel Halcón y Villalón-Daoiz.
La hija de Fernando Oriol, Marta de Oriol Pastega, también tuvo en la casa una especie de "show room" de su negocio de decoración, y en el año 2006 escandalizó a la sociedad sevillana al aparecer en un programa de TV, visiblemente alterada y no muy sobria, hablando de su supuesta relación sentimental con el banquero Mario Conde. Para entonces, ya debía estar separada de su marido, un González-Gordon de Jerez, al que tachó de cornudo consentido... Una joya, la señora, que, por otra parte, no era nada fea, todo hay que decirlo...