Otro palacio sevillano casi desconocido, pero que está considerado como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil mudéjar en la ciudad.

Es coetáneo de la Casa de los Pinelo, un poco más antiguo, y siguió un proceso de construcción similar.

Dibujo de Joaquín Guichot de la casa de los Marqueses de Algaba (fines del s.XIX)


Está situado en la plaza de Calderón de la Barca, a espaldas de la Iglesia de Omnium Sanctorum, en las inmediaciones de la calle Feria.

Este palacio tiene su origen a mediados del siglo XV, iniciando su construcción el I Señor de La Algaba, don Juan de Guzmán y Torres, de la poderosa familia Pérez de Guzmán, duques de Medina Sidonia, nieto de doña Isabel de Castilla, hija natural del rey Enrique II, y casado con doña María de Aponte.

De acuerdo con la arquitectura de su época, se comenzó a construir en estilo gótico mudéjar, y al igual que otros palacios sevillanos, tomaba su planta de la del Alcázar del Rey don Pedro.

De esta primera etapa se conserva la bellísima portada mudéjar, construida en sillar y ladrillo, con una ventana geminada o "ajimez" con parteluz de mármol y arcos lobulados, y un panel de mosaico de lacería, presidido por el escudo de los Guzmanes, estando rematado todo el conjunto por un impresionante tejaroz:



Asimismo, debió construirse en esta época el arco o pasaje que comunicaba la casa con la vecina iglesia de Omnium Sanctorum, de la que los Guzmán eran patronos y en la que se conservan sus sepulcros, dicen que vacíos...
Este pasaje, al igual que otros que comunicaban otras iglesias sevillanas con las casas de sus patronos, fue derribado en el siglo XIX.



Palacio de los marqueses de Algaba y Omnniun Sanctorun por Richard Ford (1831). El mercado de la calle Feria se amplió en 1837, impidiendo la vista diáfana del palacio y su portada tal como se ve en el dibujo de Ford.

En este punto, conviene recordar que durante el reinado de los Trastámara, la nobleza castellana estuvo continuamente en lucha, disputándose cuotas de poder. Estas luchas nobiliarias tuvieron especial virulencia en Sevilla entre los dos linajes nobiliarios más importantes y poderosos de la ciudad: los Guzmán o Pérez de Guzmán y los Ponce de León.

Cada familia tenía sus partidarios, que formaban verdaderos ejércitos. De estas luchas proviene la construcción de las torres defensivas que aún se conservan, entre ellas, precisamente, la torre de los Guzmanes en La Algaba. En otras ocasiones, los diferentes bandos se hacían fuertes en las propias iglesias, cuyas torres y campanarios servían de improvisadas defensas.

Todo esto viene a cuento porque en el seno de la familia que nos ocupa debió vivirse un episodio que recordaría a la famosa obra de Shakespeare "Romeo y Julieta", pues el I Señor de la Algaba vio como su hijo don Luis de Guzmán y Aponte se enamoraba y casaba con Inés Ponce de León, hija de su principal enemigo, el conde de Arcos.

Don Juan de Guzmán, I Señor de la Algaba, falleció en 1475, habiendo desheredado a su hijo, de modo que el palaciofue inicialmente heredado por su hermana, doña Beatriz de Guzmán y Torres.

Pero doña Beatriz muere sin hijos en 1482, de modo que el palacio revirtió a su sobrino don Luis, que ya era II Señor de La Algaba, y que vivió en él hasta su muerte en 1495.

El III Señor de La Algaba, don Rodrigo de Guzmán y Ponce de León, casó con doña Leonor de Acuña y Enríquez, hija del conde de Buendía, Adelantado de Cazorla. Fue este matrimonio el que emprendió la reforma del palacio para convertirlo en una espléndida mansión renacentista.

Las reformas se inician en 1516, adquiriéndose hasta once casas colindantes para ampliar el edificio y dotarlo de huertos y jardines. Se labra entonces la fachada, dotándola de huecos abiertos al exterior, en contraposición con los muros cerrados de tradición medieval, y se abre asimismo una nueva portada de estilo manierista, aunque conservando, afortunadamente, la primitiva portada mudéjar.

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Asimismo, estos III señores de La Algaba redecoran el interior del palacio al gusto del Renacimiento, siendo uno de los partícipes en la compañía sevillano-genovesa que importaba mármoles de Italia.

Por desgracia, poco o nada se conserva de lo que debió ser una espléndida decoración en mármoles italianos, pues el palacio, como luego veremos, sufrió más de un siglo de progresiva degradación, expolio y abandono, hasta terminar prácticamente en ruinas.

Las treinta y cinco columnas y los mármoles labrados por Aprile de Carona, traídos de Génova entre 1526 y 1533,desaparecieron casi por completo, y en la reconstrucción moderna del palacio se sustituyeron por pilares de ladrillo, ofreciendo al menos una imagen digna y convincente:

El IV Señor de La Algaba sería don Luis de Guzmán y Acuña, casado con doña Leonor Manrique y Fajardo-Chacón, hija de los condes de Paredes de Nava.

Y así llegamos a don Francisco de Guzmán y Manrique, cuyo señorío sería elevado a Marquesado por concesión de Felipe II en 1568.

Este I marqués de La Algaba casó con su pariente doña Brianda de Guzmán y de la Vega Córdoba y Portocarrero, IV condesa de Teba y III marquesa de Ardales, títulos que quedaron incorporados a la casa.

Los sucesivos marqueses de La Algaba siguieron entroncado con otras familias de la alta nobleza española, que enriquecerían en palacio con obras de arte y nuevas y suntuosas reformas.

La línea masculina se extingue con el VI marqués, Agustín de Guzmán Portocarrero Fernández de Córdoba y Enríquez, que no tuvo hijos de su matrimonio con Teresa Catalina Moncada y Fajardo, duquesa de Montalto y de Bivona.

Muerto el VI marqués en 1681, le sucede su prima doña Inés de Guzmán y Fernández de Córdoba, VII marquesa, y a través de ella los títulos y el palacio recaen en la familia Portocarrero, por su matrimonio con Cristóbal Portocarrero y Enríquez de Luna, marqués de Valderrábano.

la portada es preciosa

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.

Los Portocarrero continuaron habitando la casa hasta llegar a la 10º marquesa, María Francisca Portocarrero de Guzmán y Zúñiga, que se casó en 1768, a los 14 años, con el conde de Montijo, Cristóbal de Palafox, instalándose en la Corte. Se inicia entonces la decadencia del palacio, que había llegado a ser en su tiempo una de las principales mansiones de la ciudad, centro de vida social y sede de tertulias literarias y artísticas.

Sobre la fecha de venta hay datos contradictorios; según unas fuentes sería en 1822, según otras en 1883, cuando el marquesado de La Algaba ya había pasado a la Casa de Alba.

En 1860 hay un proyecto para convertirlo en plaza de abastos (!!!) en el que aparece como propietaria una señora particular, lo que daría mayor verosimilitud a la primera de las fechas citadas.

Lo cierto es que ya en 1840 la casa estaba cerrada y sometida al abandono y al expolio, pues en esa fecha el historiador Alonso de Morgado lamentaba la desaparición de los mármoles genoveses del patio.

A lo largo de los siglos XIX y XX el palacio se degrada irreversiblemente y se somete a todo tipo de usos incompatibles con su dignidad: almacenes, teatro y casa de vecinos. En el jardín se instala un cine de verano y otras partes del palacio son vendidas y derribadas para construir bloques de pisos.

En 1985, el palacio se salva in extremis de la ruina total al ser expropiado por el Ayuntamiento. Para entonces, sólo se mantenía en pie la fachada y paramentos interiores, algunos frisos de estuco decoración renacentista, restos de artesonados mudéjares y de paños de azulejos y una o dos de las portadas manieristas interiores.

A pesar de todo, la restautación no comienza hasta bien entrados los años 90 y no concluyó hasta el 2002. Prácticamente consistió en una reconstrucción del interior, respetando aproximadamente la distribución original de las plantas gracias a los planos que se conservaban.

A partir de entonces, el palacio albergó distintas dependencias municipales, y ahora, por fin, hay un proyecto que le daría un uso acorde a su categoría: museo del mudéjar sevillano. Bueno... centro de interpretación, como dicen ahora... De momento es sólo un proyecto, pero algo es algo...

La historia se repite una y otra vez... no se interviene hasta que ya casi no queda nada que rescatar, y entonces sólo queda reconstruir...

Conoces algún plano de la distribución original? , yo es que soy el tonto de los planos...

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En cuanto a la distribución original del palacio -no he encontrado ningún plano aprovechable- era la habitual de este tipo de construcciones: un gran patio central, ajardinado, rodeado en tres de sus lados por crujías de salones, y comunicado por el fondo con el extenso jardín, a través de un muro con arcadas. La escalera se situaba en una de las esquinas del patio, en la crujía de fachada.

Para el acceso había dos portadas: la más antigua, de estilo mudéjar, de mitad del siglo XV, daba paso a un amplio portal y comunicaba con el patio en ángulo de 90 grados, a imitación del Alcázar sevillano, como era habitual en la época. Luego, en el siglo XVI, se abrió una segunda portada en el centro de la fachada, con un zaguán a través del que se accedía directamente al patio en su parte central.

La restauración/reconstrucción del interior del palacio fue muy digna y respetuosa; no se cayó en la tentación de un falso historicismo, pero tampoco se le añadieron adefesios modernos. Digamos que evoca de forma bastante convincente el aire de un palacio renacentista, poniendo además en valor los restos originales que han podido conservarse.