La respuesta del papa a su hijo sirvió de acicate a Alfonso VIII mientras que a Miramamolín sirvió para dejarle claro la que se le venía encima (¿que cómo sabía el califa de las idas y venidas de la correspondencia papal?
A ver si os creéis que las historias de espías son exclusivas de James Bond)
A finales del año 1210 los almohades concentran sus ejércitos en Marruecos mientras que Alfonso de Castilla discute con el papa cómo impedir que sus vecinos cristianos se la jueguen a sus espaldas mientras va a por los moros (El Navarro está loco por tomarse la revancha por lo de Vitoria y el leonés tiene el ojo puesto en las villas de Tierra de Campos que llevan siglos en litigio entre ambos reinos)
El papa confiere al arzobispo de Toledo poderes para castigar con la censura eclesiástica (es decir, una buena bronca) a los reyes critianos que ataquen Castilla mientras ésta lucha contra Miramamolín, que ya viene de camino hacia febrero de 1211. Con esta seguridad, Alfonso se lanza a una primera campaña de "toma de contacto" junto a su hijo Fernando y las milicias concejiles de Madrid, Guadalajara, Huete, Cuenca y Uclés por la zona levantina.
Miramamolín no se queda de brazos cruzados, claro está. En septiembre de 2011 dirige sus esfuerzos contra la única posición cristiana avanzada que se había salvado del desastre de Alarcos: el castillo de Salvatierra, defendido por los calatravos.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.