El guerrero número 13.Mito: la película basada en el libro “
Los devoradores de cadáveres” de Michael Crichton, nos cuenta la historia de un árabe que por circunstancias se ve envuelto en una peligrosa aventura junto a un grupo de rudos vikingos. Un grupo de 13 guerreros (donde el árabe es el Nº13), debe ayudar a un poblado que está siendo atacado por un monstruo que se come a la gente. El horrible ser resulta ser una “tribu” de humanos, primitivos y caníbales, que viven en cuevas.
Realidad: Michael Crichton juntó tres hechos más o menos históricos en su novela. Por un lado están el monstruo y el jefe vikingo, llamado Buliwyf y que están inspirados en el texto épico medieval de Beowulf. De otro lado, algunos investigadores afirman que pequeños grupos de Neanderthales sobrevivieron en el norte y centro de Europa hasta bien entrada la edad media. Se trata de una teoría poco consistente sin ningún tipo de pruebas materiales.
Finalmente lo que nos interesa es la historia del árabe. Ahmad ibn Fadlān ibn al-Abbās ibn Rāšid ibn Hammād es un personaje real. Fue enviado desde Bagdad en 921 para servir como secretario de un embajador del califa abasí Al-Muqtadir al rey de los búlgaros del Volga. El objetivo de la embajada consistía en que el rey de la capital Bolghar rindiera homenaje al califa al-Muqtadir y, a cambio, dar al rey dinero para financiar la construcción de una fortaleza, de una mezquita y para convertir al pueblo búlgaro al Islam (lo de siempre) En este caso la misión fracasó porque la caravana fue apresada por un grupo de vikingos, los Rus (remeros), de donde derivaría el nombre de Rusia.
Toda su peripecia está contada en su libro de viajes. Le llamó la atención lo fuertes, altos y bien proporcionados que eran los guerreros vikingos, así como sus descomunales espadas y hachas. También habla sobre su total falta de higiene, cosa que para los árabes es de importancia capital. El rey de los Rus habitaba en su palacio con 400 de sus mejores guerreros, cada uno de los cuales tenía dos esclavas, una de ellas le servía la comida y con la otra dormía. Y nos relata como el rey, sin bajarse siquiera del trono, se “aliviaba” con alguna de sus 40 esclavas. El pobre hombre estaba escandalizado
Pero la descripción más detallada e interesante que Ibn-Falan nos ha dejado escrita, es la de un funeral vikingo:
Primero hacen un entierro preliminar del cadáver y lo mantienen así durante diez días; mientras tanto, los familiares del difunto preguntan a sus esclavas quien quiere acompañar a su amo al más allá. La esclava que se presenta voluntaria recibe un tratamiento especial: se le regalan todo tipo de adornos, bebe, canta y se entrega a los hombres, mientras las demás preparan la ropa que el muerto llevará más tarde. Estas ropas son muy importantes en el ritual (para hacerlas se han apartado un tercio de los bienes dejados por el difunto, otra parte es para la familia y la restante para comprar la hidromiel que se consumirá durante las ceremonias de esos días, algunas de las cuales llegan a adquirir carácter orgiástico)
Los amigos del muerto llevan su barco a tierra, varándolo sobre unos soportes de madera, y acampan a su alrededor. Entonces entra en escena una anciana de aspecto más bien siniestro a quien llaman “el ángel de la muerte”. Esta saca el cadáver del enterramiento provisional y lo viste con la lujosa ropa nueva. Los amigos lo suben al barco y lo acuestan dentro de una tienda de campaña, sobre mantas y cojines. A su lado van depositando comida y bebida, además de sus armas. Fuera del barco, descuartizan su perro y sus dos caballos, así como dos bueyes, un gallo y una gallina, echando los pedazos sobre la cubierta del barco. Mientras tanto, la esclava recorre sucesivamente las tiendas de los amigos del muerto y mantiene relaciones sexuales con ellos, cosa que consideran como un homenaje especial al difunto. Ella protagoniza después un pequeño ritual en que es alzada sobre un armazón de madera y, mirando a lo lejos, dice ver a sus padres, a sus parientes muertos y por fin contempla a su señor que la llama. La suben al barco y le dan varias veces de beber hidromiel, cuyos efectos le hacen cantar y despedirse de sus seres queridos. La anciana la mete en la tienda y los hombres que permanecen cerca del barco golpean sus escudos con las lanzas, provocando un ruido ensordecedor. Seis de ellos entran también en la tienda y mantienen con la esclava una nueva sesión de sexo, finalmente, la vieja le clava un cuchillo mientras dos de los hombres la estrangulan con un cordón.
Después, el pariente más próximo del difunto, desnudo y caminando de espaldas, tira una antorcha a la leña amontonada bajo el barco mientras los demás amplían la hoguera con su propias antorchas. Aproximadamente una hora después, cuando todo ha quedado reducido a cenizas, erigen sobre ellas un montículo y sobre él un poste donde graban con runas el nombre del muerto y el de su rey. El funeral termina con la borrachera general de todos los asistentes y sin ningún tipo de muestras de dolor.
El barco de Oseberg es el enterramiento vikingo mejor conservado
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.