Es estupendo,Minnie,lo que apuntas sobre darle "un espacio propio aquí" a la abuela Mª Josefa:ella fue una gran mecenas,también en el ámbito pictórico ( Goya), y a mi me parece una figura fascinante de su época.Hace tiempo leí un librito sobre ella que me encantó.
Es que fue una mujer que todavía conserva el poder de hechizar la imaginación de cualquiera que se pasee por el Capricho. Cada vez que voy al Capricho, de hecho, me parece que me la voy a encontrar en cualquiera de sus rincones. Aunque ella, por supuesto, fue mucho, mucho más que su maravilloso Capricho, jajaja. Ojalá se pudiese viajar hacia atrás en el tiempo, me encantaría cenar en su compañía y degustar después unas copitas de oporto al amor de la lumbre en una chimenea de época
Lo malo de arrancarse con ella es que, desde mi punto de vista, es un personaje tan pero tan resplandeciente, que eclipsa a los demás, jajajaja. Pero quizá hablo desde la subjetividad de una fan. Y os diré porqué...
Fue una pobre huérfana temprana y una muchachita extraordinariamente mimada por la fortuna a la vez. Fue una mujer sin belleza, pero con elegancia y distinción. Fue vivaz y animosa, un espíritu ilustrado que disfrutaba presidiendo su salón, recibiendo con largueza y ejerciendo el patronazgo de artistas. Fue una mujer con cierto sentido de la responsabilidad social. Fue una mujer que sobre todo no deseaba pecar nunca de mezquina, prefería que se la tildase de extravagante o de estrafalaria. Fue una esposa fiel y sobre todo increíblemente leal. Pero por encima de todo esto, fue madre. Y ella creo que agradecería esta forma de presentarla, jajajaja.
Nació en la mejor cuna, o para ser precisos en una de las mejores. Su padre, Francisco de Borja Alfonso Pimentel, podía alardear de un extenso repertorio de títulos. En su persona relucían el principado de Anglona y el de Esquilache; los ducados de Arcos, Arión, Béjar, Benavente, Gandía, Plasencia, Mandas y Villanueva y Medina de Rioseco; los marquesados de Gibraleón, Jabalquinto, Zahara, Lombay, Terranova y Marquini; el condado de Bailén y el condado de Belalcazar, el condado de Benavente y el de Casares...y así hasta completar la lista con seis condados más y un vizcondado. Uf, debían de tener buena retentiva para acordarse de todos sus títulos...¿eh?
Ese buen señor Francisco "el de los chorrocientos títulos" se había casado, en segundas nupcias, con María Faustina Tellez Giron y Perez de Guzman, una hija del séptimo duque de Osuna y de la esposa de éste, a su vez hija del undécimo duque de Medina Sidonia. Si es que...será por títulos, se pasaban la vida "haciendo la ronda" entre sus pares y al final todos tenían una nobleza acumulada "que pa qué". El caso es que hubo hijos varones que murieron en temprana edad, de
modo que, cuando falleció el señor Francisco, sólo quedó para heredarle una hija de once años: nuestra María Josefa. De ser huérfana antes de tiempo no se libró, aunque desde luego se la podía considerar una mocita a la que sus títulos y sus propiedades convertían en un partido fenomenal.
Su madre, Faustina, era una mujer que se distinguía por su carácter pragmático. A la hora de casar a su hija, volvió los ojos hacia la casa ducal de la cual provenía ella misma: la casa ducal de Osuna. Pero consideraba que lo mejor para la nena era el segundón de los Osuna, porque así no se opacaría el brillo del condado ducado de Benavente que aportaba a la unión su hija María Josefa. Lo que pasa es que el hombre, o en este caso la mujer, propone...y la Providencia, o el Azar, dispone. El mozo elegido para María Josefa, Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, NO tenía que haber sido lo que acabó siendo: noveno duque de Osuna. Que llegase a serlo dependió de una desgracia: su hermano mayor, José María, se murió unos pocos días antes de la boda ya acordada de Pedro con María Josefa condesa-duquesa de Benavente. Así que, para consternación de Faustina, que intentó en vano anular el compromiso en el último momento, María Josefa condesa-duquesa de Benavente acabó siendo, desde el mismo instante de su matrimonio con su Pedro, duquesa de Osuna y marquesa de Peñafiel, condesa de Fontanar y de Ureña. Más títulos para el bote...
Quizá porque tenía plena conciencia de sí misma, y en el fondo entendía el punto de vista de su madre Faustina respecto a preservar el lustre de los títulos heredados por vía paterna, María Josefa, duquesa de Osuna, se empeñó en seguir brillando en sociedad con el título que le correspondía por sangre: condesa-duquesa de Benavente. Enseguida triunfó en Madrid: no era hermosa, pero poseía una gran distinción y sabía adornarse magníficamente; destacaba por su arrojo e incluso temeridad cuando montaba a la amazona y poseía una cultura muy propia del tiempo de la Ilustración. Con todo, aquella mujer que, aparentemente, lo tenía todo, sólo deseaba una cosa: convertirse en madre.