Supongo que no habrá nada de estos retratos a los que alude la condesa de Barcelona en el libro de Javier González de Vega: "Yo, María de Borbón". Sería curioso tener una visualización de ellos.
"(...) Creo que hay unos cuadros antiguos, muy bonitos, en el Palacio Real en los que se ve una carreta tirada por bueyes, como es lo tradicional, en la que van la Infanta Luisa Fernanda y sus hijos."
(...)
"Hay una historia muy simpática del azulejo del Rocío que tengo en casa, en Estoril, y que quiero traerme a Madrid en cuanto pueda. En una visita que hice a mamá de incógnico, porque no nos dejaban entrar en España, me dijo alguien que en una venta que conocíamos muy bien y que estaba para tirarla había un azulejo del Rocío que representaba a la Familia. Así que pedí a la señora Ibarra, Amalín, que me acompañase, y allí que nos fuimos. La Venta Lorenzo estaba vacía ya, y el azulejo estaba intacto. Así que me preparé para sacarle una foto.
Cuando ya la había sacado se me acercó una mujeruca vieja, vestida casi con andrajos, y me dijo: "¿Por qué está usted sacando una foto?" "Porque el azulejo me gusta", contesté. "¿Y sabe usted quiénes son?" "Pues no". "Pues mire usted, el señor que va delante es el Infante Don Carlos, después viene la Infanta Doña Luisa, que son los Reyes de Sevilla; después viene el Principito Carlos, y en las carretas que vienen detrás van las Infantitas". A mí se me hizo un nudo en la garganta y como la pobre mujer me dio tanta pena, le dije: "Pues una de las Infantitas soy yo". ¡Para qué!, la pobre se me echó a los pies llorando, besándome las manos, abrazándome las rodillas, y decía: "¡Que no se pierda el azulejo, que no se pierda el azulejo!"
A la vuelta le contamos la historia a Pablo Atienza, el marqués de Salvatierra, y a José María Medina, y les dije que mirasen a ver si el azulejo se podía comprar. Cuando unos meses después llegaron a Estoril con él me llevé una alegría enorme. Lo mandé montar en un marco de hierro y ponerlo fuera de la casa, para verlo cada vez que entrábamos y salíamos".
_________________ Verdad y razón nunca envejecen.
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