El Real Sitio del Buen Retiro tuvo su origen en el monasterio de los Jerónimos, extramuros de la villa de Madrid, en una zona de huertas regadas por el arroyo Abroñigal, hoy soterrado bajo el Paseo del Prado.
Felipe IV acostumbraba a pasar algunas temporadas en dicho monasterio, en una serie de aposentos para él destinados y acondicionados que se conocían como el Cuarto Real. Esta predilección venía de lejos, pues ya el luto por su padre lo pasó en aquel sitio, y desde entonces las visitas no cesaron, por lo que poco a poco la nobleza comenzó a fijarse también en aquel paraje y a construir alrededor del monasterio sus fincas de recreo. Finalmente el valido del rey, el conde-duque de Olivares dispuso en 1629 la construcción de una serie de edificaciones de recreo anexas al Cuarto Real y al propio monasterio, así como unos jardines.
Las obras estuvieron a cargo de Alonso de Carbonel, peo no bien estuvieron acabadas se iniciaron otras de ampliación y
modificación de lo ya hecho en un largo proceso de siete años en los que no hubo un proyecto unitario, lo que dio como resultado un gran palacio de estructura compleja pero desorganizada, tanto que ni siquiera contaba con un acceso principal digno de llamarse así. Además, a fin de agilizar la construcción, los materiales empleados fueron pobres, y en general toda la obra adolecía de mala calidad. En contraste, los interiores eran magníficos, y para su decoración se encargaron gran número de obras a los mejores artistas europeos de entonces.
La época de mayor esplendor de la palacio y los jardines fueron por tanto el reinado de Felipe IV, que lo habitó con frecuencia y celebró allí divertimentos de todo tipo, pero a su muerte comenzó la decadencia del real sitio. Aún sería escenario de algunas celebraciones y objeto de ciertas reformas, pero en general ya se le prestó poca atención hasta que la Guerra de la Independencia acarreó su ruina. Si la falta de mantenimiento ya había dañado en gran medida las estructuras, que como dije antes no eran de buena calidad, el uso del palacio como acuartelamiento aún trajo mayor deterioro, y peor aún en los jardines, al construirse en ellos, destruyéndolos en gran medida, una fortificación.
La falta de reparación de todos estos desmanes y despropósitos hizo que en las décadas siguientes el conjunto quedara en manifiesta ruina, y cuando finalmente Isabel II se propuso recuperar el palacio, realmente ya no había mucho que recuperar, por lo que se conservó el Casón y el Salón de Reinos, únicos elementos que siguen subsistiendo hoy, mientras que del monasterio, afectado también por las desamortizaciones, sólo quedó la iglesia y el claustro.
Todos estos edificios quedaron integrados en la expansión urbana de Madrid, que entonces cobró un gran impulso, mientras que los antiguos jardines, muy mermados y muy transformados, acabarían conformando lo que hoy es el Parque del Retiro.
Y esto, muy muy someramente, es la historia del Real Sitio del Buen Retiro.
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"Buscad la Belleza, es la única protesta que
merece la pena en este asqueroso mundo"
(R. Trecet)