Muchos vieron en la boda de Grace y Rainiero un negocio sin más, un matrimonio por interés, como solía suceder en las uniones de los miembros de la realeza. Personalmente tengo mis dudas acerca de que esas fueran las motivaciones de Grace, una estrella de cine de renombre internacional, con un Oscar en su haber y decenas de propuestas de trabajo. En fin, cierta prensa de la época aseguró que el padre de la novia aportó dos millones de dólares como dote y que el novio exigió un test de fertilidad (rumor muy de
moda y que soltaban cada vez que un royal anunciaba su compromiso).
La MGM pagó, orquestó y realizó un reportaje de la boda que se mostró en todo el mundo, lo que supuso una publicidad impagable para Mónaco. Helen Rose, la diseñadora principal del departamento de vestuario de los estudios cinematográficos, fue la encargada de realizar el vestido de novia con seda, tafetán, tul y encaje francés. Rita Gam, otra de las estrellas de MGM recuerda que
"fue una producción que sólo la realeza británica sabe poner en escena. Organizaron una coreografía extraordinaria, con el vestido más hermoso, todo bordado con perlas. Grace hizo venir a su peluquero, Sydney Guilaroff, y a su maquillador".
A la boda religiosa celebrada en la Catedral de San Nicolás asisitieron entre otros: el Rey Farouk de Egipto, el armador Aristóteles Onassis y el director de cine Alfred Hitchcock. Fue sonado el boicot orquestado por todas las Casas Reales que, tal parece, concebían la unión de un soberano con una estrella de cine como un atentado a las tradiciones.