Quizás sea la expresión de Kiko, pero creo que los puntillos de malota se alejan bastante de su personalidad. Y con ella se vuelve a repetir la transformación de una mujer cosmopolita, mundana, que vivió su niñez en los USA y Austria, en el seno de una familia
moderna, de clase media -no provenía de esa clase alta a la que pertenecían las familias de Michiko y Masako-, que cuando se comprometió todavía era una estudiante de psicología en la misma universidad en la que impartía clases su padre, que terminó su máster una vez casada... en una señora rancia, rancia, una princesa prototipo de la Agencia Imperial. Kiko también fue muy criticada por algunos funcionarios de la Casa y jamás fue aceptada por la abuela de su marido. Ser de clase media era lo peor para la señora.
Pero finalmente Kiko ha disfrutado de más libertad y es una verdadera intelectual. Tras involucrarse tanto con personas sordomudas, consiguió su título oficial de intérprete de lengua de signos y ha continuado estudiando a lo largo de los años, finalizando y presentando su tesis doctoral en 2013. De hecho si no fuese princesa, ahora mismo podría ser profesora en una universidad. No creo que le interesen mucho otro tipo de ambiciones, aunque al marido sí.
Sus padres siempre tuvieron pinta de
modernos, muy pero muy alejados de la tradición, y si me apuran, también de los ámbitos conservadores. Las pintas del padre eran divertidísimas. Parecía el típico profesor cuyas clases quedan grabadas a fuego en los alumnos por la personalidad que irradia a la hora de impartirlas, más que por lo que te guste o deje de gustar la asignatura.
La Kiko del principio molaba más que la de ahora, que parece de una generación anterior a la de su suegra.
Y muy fan del padre, que jamás debió acceder a afeitarse esas patillas. La Agencia Imperial quiere robots, no seres humanos con personalidad propia.
Pd: Ahora vendrá Octavius y veréis.