Impecable el artículo de Elvira Lindo, que además afea cómo, seguramente, se han sacado las cosas quicio.
"Los mismos que señalan ferozmente indignados una metedura de pata en el protocolo comprenden y alientan, en cambio, que el público asistente a un desfile militar —que ellos tienen por solemne— se salte a la torera la formalidad del momento insultando con rabia al presidente. Persiste un clasismo visceral que alimenta la idea de que el poder siempre ha de estar en manos de quien nazca sabiendo cómo ha de colocarse en un besamanos".
Tras lo anterior, me voy a limitar a Moncloa vs Zarzuela, no a Moncloa vs ciudadanía. Lo que se aprecia en la superficie del problema de Sánchez es, que al igual que Aznar en su día, ya se ha colgado la medalla de acaparador y de ahí no va a salir, mucho me temo. Esto del protocolo, al fin y al cabo, es una chorrada, pero si vamos sumando chorradas, al final uno se va (le van) creando un historial difícil de borrar y más si la prensa lo secunda. Obviamente si el error hubiese venido de Rajoy, hubiese pasado sin más, porque de él no se sospechaba, aparentemente, un afán de protagonismo. No se sospechaba o no había nadie a quien le interesara hacer creer que ese Presidente del Gobierno quería opacar a un rey. Cierto es que muchas de las cosas que le ocurren a Sánchez obedecen a la torpeza de su equipo, pero creo que aquí ya estamos entrando en un juego muy infantil, en el que un sector es capaz de utilizar al Rey, supuestas afrentas, feos hacia él, para intentar hacer oposición política.
Encima estamos en unos tiempos en los que parece que la sociedad ha caído en la dictadura de lo políticamete correcto. Creo que he leído un tuit por ahí que decía que al error de protocolo, había que sumarle los de OT queriendo cambiar la letra de una canción de Mecano (por ofensiva) y las críticas a Nadal diciendo que su gesto solidario fue postureo. Todo eso para resumir una sola semana. Hechos que quizás, en tiempos pretéritos, incluso antes que apareciesen las redes sociales, se hubiesen tomado a guasa (menos lo de Nadal), con una gran risotada y mucho sentido del ridículo.
Aunque Zarzuela haga lo posible por no crear tensiones con Moncloa (sinceramente no creo que las haya), por intentar controlar o desmentir a la prensa y por echar todos los capotes posibles para que las relaciones no se vean afectadas, cuando uno tiene colgado un sambenito, poco se puede hacer. Y si el sambenito gira alrededor de rumores que pretenden molestar a un rey, esa partida está perdida desde el principio. Tiene más que perder Moncloa, que Zarzuela, el victimario, más que la víctima.
Como monárquica (no como ciudadana que haya votado o dejado de votar a alguien), creo que la respuesta de Zarzuela -por una vez en su vida-, dando explicaciones o tirones de orejas incluso al mismísimo diario monárquico por excelencia, ha estado bien. No se trata de ser crédulos o incrédulos, tontos o listos. No se trata de que las explicaciones basten, sean creíbles o increíbles, que supiera de protocolo o no supiera. Ese no es el punto, ya no. Se trata de captar que Zarzuela no tiene intención de permitir ser utilizada para el juguecito que algunos se traen desde la moción de censura. Estamos en unos momentos en los que la Corona y el Gobierno deben trabajar hombro con hombro en algunos aspectos. Por eso creo que el capote real era precedente, más después de lo de este verano, más después de que el jueves, raudo y veloz (sorpresivamente) Sánchez diese la cara por el Rey tras la resolución indepe/podemita del Parlament.
No sé si el gesto de Zarzuela de dar la cara es valioso o no, si salda el capote socialista de este verano con el Corinagate, si servirá para calmar el ambiente y que algunos medios paren con su aquelarre y que no utilicen a la Corona con fines partidistas. Pero sí sé, que estando como está el páis (y sus cloacas), la Corona y el Gobierno (el que sea) deben entenderse y además mucho y bien. Y no me entra en la cabeza, que sectores monárquicos (ABC a la cabeza) y tan patriotas, crean que es bueno para España y la institución, aplaudan y estén gozando que pueda existir un problema tal, que tenga como protagonistas a un primer ministro y su rey.
Estamos perdiendo la cabeza.
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