La ocupación de Gibraltar por los ingleses en 1704
Cuando, durante la Guerra de Sucesión, una flota angloholandesa tomó la plaza de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos, los ingleses izaron su bandera y se apropiaron de la ciudad
Durante los años siguientes, Felipe V hizo numerosos intentos de recuperar la plaza, tanto por vías diplomáticas como militares. Pero el sitio de 1727 terminó en fracaso, al igual que el que emprendió Carlos III entre los años 1779 y 1782.
Carlos II de España, el hechizado, último monarca de la Casa de Habsburgo, moriría sin descendencia. Este hecho desencadenó una lucha entre las mayores potencias europeas por el trono español que se convirtió en lo que se conoce como la guerra de Sucesión. La principal consecuencia fue la instauración de la dinastía borbónica en España, con el rey Felipe V.
El peñón de Gibraltar posee una amplia red de galerías y túneles. Los más antiguos fueron excavados entre 1779 y 1783 por los ingleses para defenderse de los españoles.
Desde el inicio de la guerra de Sucesión, los aliados sabían que, para que el conflicto se desarrollara según sus intereses, sería crucial conseguir una base naval en el Mediterráneo. Gibraltar cumplía todos los requisitos. La localidad andaluza, gobernada por el sargento mayor Diego de Salinas, tenía una guarnición de apenas unos cien soldados mal equipados, a los que se podían unir, en caso de peligro, otros quinientos hombres, entre paisanos y milicias. Parecía que la suerte estaba echada.
La conquista de Gibraltar por una flota angloholandesa, en 1704, se produjo tras intensos y desiguales combates entre unos cientos de defensores faltos de artillería y la poderosa escuadra aliada. El asalto a a plaza tuvo lugar el día 3 de agosto, tras un durísimo bombardeo desde el mar.
La conquista de 1704, realizada casi por accidente, terminó siendo una de las consecuencias más duraderas de la guerra de Sucesión.
Por la paz de utrecht (1713), Felipe V cedió a Gran Bretaña "la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar [...], para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre". España se reservaba una primera opción de "recompra".
A pesar de que hoy forma parte del Reino Unido, Gibraltar ha vivido gran parte de su historia bajo dominio árabe. Tras la presencia romana y visigoda, los musulmanes estuvieron presentes en el peñón casi ininterrumpidamente desde el siglo VIII hasta el siglo XV. Esta fortificación de la Edad Media es uno de los vestigios de la época de dominación musulmana.
A finales de mayo de 1704, una flota inglesa y holandesa se presentó ante Barcelona. El comandante de la armada, el almirante Rooke, esperaba ocupar la ciudad para convertirla en base de operaciones contra Felipe V, el rey Borbón que al suceder a Carlos II en el trono de España, en 1700, había provocado una conflagración europea: la guerra de Sucesión española. En ella, Austria, Inglaterra y los Países Bajos se aliaron para combatir el poder de los Borbones de Francia y España. Pero la esperada sublevación en la capital catalana no se produjo; el sitio sobre la ciudad resultó un fracaso y las tropas aliadas hubieron de reembarcar. Tras avanzar hasta Niza para hacer ostentación de su fuerza, los navíos emprendieron el camino de vuelta hacia su base de partida, Lisboa, donde se había instalado el candidato de los rivales de los Borbones, el archiduque austríaco Carlos.
Las esperanzas puestas en Cataluña se habían frustrado, pero la armada aliada se resistía a volver con las manos vacías. El 28 de julio, frente a la costa de Tetuán, el almirante Rooke convocó en su barco un consejo de guerra para decidir dónde podría actuar la todavía potente fuerza expedicionaria. Desechado un ataque sobre Cádiz, donde los aliados habían fracasado en 1702, éstos pusieron el punto de mira en Gibraltar, una plaza codiciada por los ingleses a causa de su posición estratégica y su condición de llave del Mediterráneo.
La localidad andaluza, gobernada por el sargento mayor Diego de Salinas, tenía una guarnición de apenas unos cien soldados mal equipados, a los que se podían unir, en caso de peligro, otros quinientos hombres, entre paisanos y milicias. Había muy pocos artilleros, del todo necesarios para resistir un asedio, y el centenar de cañones de la plaza tampoco estaba en las mejores condiciones.
Salinas había expuesto ante el capitán general de Andalucía, marqués de Villadarias, el estado de indefensión en que se hallaba Gibraltar en caso de un asalto aliado. Sin embargo, las principales fuerzas francoespañolas se hallaban entonces en la frontera de Portugal y las pocas tropas de que podía disponer Villadarias apenas aseguraban la defensa de Cádiz. Lo único que pudo hacer Salinas fue pedir al capitán general que transmitiera a Felipe V "la decisión de la ciudad de sacrificarse en su servicio".
Como anotó un testigo presencial, el cura Romero, aquel fue un "fatal mes para Gibraltar; sitio por mar y tierra… el primero de agosto, entró la escuadra inglesa…". En efecto, el primero de agosto de 1704, la flota aliada echaba anclas en la bahía de Gibraltar y desembarcaba cerca de dos mil hombres en el istmo que separa esta población del resto del continente. Una pequeña partida de caballería salió de la plaza para oponer alguna resistencia al desembarco, pero fue fácilmente rechazada por el fuego de los marines ingleses.
Antes de iniciar el ataque, el general austríaco Jorge de Hesse-Darmstadt transmitió a las autoridades de Gibraltar una carta del archiduque Carlos en la que se instaba a la ciudad a unirse a la causa austríaca. La respuesta no se hizo esperar: los gibraltareños declararon su resolución de sacrificar vidas y haciendas en defensa de Felipe V.
Un ultimátum de Darmstadt recibió igual contestación, por lo que la escuadra aliada decidió pasar a la acción la noche del 2 de agosto. Mientras un comando aliado penetraba en el muelle viejo para incendiar un barco francés que había en su interior, una parte de la flota trataba de situarse en línea para bombardear la ciudad, cosa que no se pudo ejecutar con la eficacia deseada debido al fuerte viento. Sin embargo, Romero apuntó en su diario: "El sábado 2, echaron bombas a medianoche; no es decible los llantos y gritos, angustia y tristezas [que produjeron]".
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