La casa principal fue edificada a principios del siglo XX con las piezas de un antiguo monasterio vallisoletano del siglo XVI, que iba a derribarse.
Todas las puertas, ventanas, rejas, balcones y gran parte del mobiliario tienen su origen en dicho monasterio.
Los muros se levantaron de mampostería Toledana y los ladrillos se cocieron en la propia finca, en el lugar llamando La Tejera.
Desde finales del siglo XIX, fue propiedad del empresario Don Luis Eizaguirre y en su memoria se ha conservado su escudo de armas, labrado en piedra, en la fachada principal de la casa. De igual
modo, la chimenea del salón principal mantiene su diseño original en el que se pueden ver dos carneros y uno de ellos con la oreja cortada. Como manda la tradición judía, el carnero más grande y más bello se ofrecía en sacrificio a Dios y para diferenciarlo de los demás, se le cortaba una oreja.
Don Luis desmontó las rañas para sustituir el aprovechamiento de leñas por el del cereal. Además, edificó una fábrica de harinas, levantó establos, cuadras y graneros y mantuvo su prestigiosa ganadería de vacas bravas.
Más adelante la finca paso a manos de la familia Mahou. La adquirieron para abastecer de cebada su fábrica cervecera, pero ante la imposición gubernamental de la producción de trigo, decidieron venderla.
Los maquis también azotaron estas sierras y un guarda, que habitaba en una casa aislada en el valle, sufrió su visita, razón por la que se instaló un cuartelillo de la Guardia Civil en las dependencias anexas a la vivienda principal. De noche se soltaban los perros de la reala y quedaban como custodios de los habitantes de la finca.
Desde 1941, la finca pertenece a una noble familia española y se ha convertido en el punto más importante de reunión de esta. La finca ha sido testigo de múltiples celebraciones familiares, así como de múltiples vacaciones y estancias.