Muy interesante lo que expones, Isabel. Nos aportas un punto de vista más abierto.
Creo que el problema de Quique y estos derroteros que ha tomado el asunto, radica en que precisamente no nos esperábamos esto de él. Al menos yo, no esperaba que fuese un chupóptero más al estilo Andrés de York. Para mí, era uno de los miembros más valiosos de la monarquía británica, conectaba con un buen número de personas, se implicaba en asuntos y causas distintas, se presentaba con sus defectos y virtudes, con sus errores del pasado, incluso con sus traumas, pero genuino y carismático al fin y al cabo. Todo eso le hizo "querible".
Estamos en unos tiempos en los que a las monarquías no se les va a permitir cositas que sí se permitían en el pasado. Véase, de nuevo, un Duque de York. Es algo que comienza a ser inadmisible y que puede conllevar muchos problemas, como ya hemos visto en varias Casas Reales. El mundo de los negocios de los segundones no tiene cabida en una institución como la monarquía. O trabajas para la firma o dejas de representar a la firma. Creo que el punto de inflexión lo tenemos claro, incluso aquí en España. Estos temas, aprovecharse de un título para ganar dinero, siempre, siempre han traído problemas. Podríamos retrotraernos incluso a Isabel II y la faena que le hicieron su madre y su padrastro, el Duque de Riansares.
Lo que más me ha cabreado de la actitud y decisiones de Quique es el hecho de dejar tirados a la institución y a su familia. Aunque cabe recordar que eso no era lo que él quería, punto que todavía me causa más indiganción. Él quería montarse su chiringuito paralelo, ganar sus buenos dineritos y seguir con una agenda oficial, representando a la firma (con sus reglas) y mantener sus rangos militares, títulos oficiales, puestos de representación en la Commonwealth y todo el pisto que suponga ir por el mundo en nombre de su
granny. Obviamente palacio captó cuán peligroso podría resultar todo eso, más si los dineros escapan de la fiscalización a la que es sometida la institución.
Ese brete en el que puso a la abuela, al padre y al hermano, fue su particular chantaje. Lo peor fue que quiso justificar lo mamotreto que se había vuelto (cambios de casa y consiguientes reformas, creación de una oficina propia, salida de la fundación creada junto a Guillermo, demandas y un largo etc...) como si toda la culpa la tuviese la prensa y los males infligidos hacia su madre. Para mí, eso es jugar sucio. Hay un problema mayor que se encuentra en el cisma familiar abierto a raíz de todo esto y, en todo ello, nada tiene que ver la prensa. Aún así intentó poner a su familia a los pies de los caballos, presionarla públicamente con ese comunicado (quizás creyendo que iba a obtener la comprensión del pueblo británico para ejercer más presión), exigir que le permitiesen todo y no le privasen de nada, como hasta entonces, hasta que le dijeron que se acabó, que no podían transigir más. Ahí está, en Canadá, casi escondido y sin que la familia haya visto a su niño en tres meses.
Al cerrar toda la familia filas, e incluso la mayoría del pueblo británico, en torno a la Reina, no ha creado una crisis institucional, estoy de acuerdo, pero no ha ayudado a borrar ese halo de drama y escándalo que ha invadido a la Familia Real este último año. Ahora, para lo único que van a quedar estos últimos encuentros públicos, va a ser para hablar del buen o mal rollito entre Quique y su otrora inseparable hermano o con su padre y madrastra. Él solito le ha dado a la prensa la carnaza que tanto deseaban desde la desaparición de Diana.
