Muere la última princesa de Irak, exiliada en Londres tras escapar del fusilamiento de la familia real en 1958 Con las primeras luces del 14 de julio de 1958, Irak despidió a su monarquía. Fue un final sangriento. Una unidad del ejército irrumpió a primera hora de aquel lunes en el palacio Al Rahab de Bagdad. Nadie opuso resistencia, ni siquiera la guardia, pero -uno por uno- los miembros de la familia real fueron fusilados frente a las tapias del recinto. Desde el rey Faisal II hasta el príncipe heredero Abdalá o su madre, la princesa Nafisa.
La muerte no detuvo la violencia. Sus cuerpos fueron luego mutilados con cuchillos de shawarma, colgados de edificios y exhibidos por las calles de Bagdad. De aquella carnicería escapó, por puro azar, la princesa Badiya bint Ali. La tía materna de Faisal II -que había llegado al trono un lustro antes tras la regencia de Abdalá- era, hasta ahora, memoria viva de aquel traumático desenlace del reino Hachemita de Irak, fundado en 1921 tras la derrota del Imperio Otomano.
Badiya acaba de fallecer en Londres tras cumplir un siglo de vida. La princesa cambió las aguas del Tigris por las del Támesis y convirtió la capital británica en su refugio. La mañana en la que los hombres del coronel Abdelkarim Qasim fusilaron a su familia, Badiya no se encontraba en palacio. Advertida del crimen, la princesa logró abrirse paso por un Bagdad alcanzado por la revuelta junto a su marido, Sharif al Husein bin Ali, y sus tres hijos.
La pareja y sus vástagos hallaron cobijo en la Embajada de Arabia Saudí de la capital iraquí. En sus dependencias residieron un mes hasta que, con la garantía expresa del rey Saud, la familia puso rumbo al exilio. Primero volaron a Egipto, el país que había inspirado la asonada, y más tarde continuaron su viaje hacia Suiza y Reino Unido, donde se instalaron. Badiya relató aquel desgarro en sus memorias.
En la biografía de la resistente Badiya anidaba la convulsa historia de las monarquías de Oriente Próximo. Era, al mismo tiempo, la última princesa del reino de Hijaz y del reino Hachemita de Irak. Su dinastía -que dice ser descendiente del profeta Mahoma- fue establecida en 1916 por Sharif Husein, autoproclamado rey de Hijaz -una región situada en la actual Arabia Saudí-; califa de los musulmanes y líder de las revueltas árabes contra los otomanos.
Sharif cooperó con Lawrence de Arabia para desbaratar el control turco pero terminó perdiendo el favor de las potencias occidentales, que en 1924 apostaron por Abdelaziz bin Saud, fundador de Arabia Saudí. Tras su abdicación, Ali, su primogénito, heredó fugazmente el reinado. Fue derrocado por Abdelaziz en diciembre de 1925 y huyó a la actual Irak.
La princesa Badiya fue, junto a Abdiya, Aliya y Jalila, una de sus cuatro hijas. Su único hijo, Abdalá, fue el príncipe heredero asesinado en el golpe militar de 1958. Los otros hijos de Sharif fundaron sendas monarquías, con suerte dispar. Faisal I fue primero rey de Siria y más tarde de Irak. Abdalá I, en cambio, se estableció en Jordania. Su bisnieto Abdalá II (58) rige hoy los designios del país.
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Alberto Durero.