Mira que mis expectativas sobre Mónaco son nulas desde hace décadas...

¡Esa foto de la familia junto al árbol de Navidad! Se me ha escapado tal alarido que ha venido rápidamente toda mi familia a ver si estaba la casa en llamas. ¿Quizá Alberto llegara directamente del Acuario de Mónaco, donde tenía inauguración del pabellón de focas y llevaba esos zuecos de goma para chapotear en el agua y dar de comer a los aterrados animalitos? ¿Qué otra explicación puede haber? ¿Por qué le sobran 5 cm en las mangas? (si sólo le sobrara eso).

El resto de la familia no se queda manca, todos han conseguido vencer en su lucha por caer en la más absoluta ordinariez. Charlene parece la prima de Nosferatu después de un día al sol. ¿Cómo hemos pasado de Grace Kelly a esto? Señor, qué pruebas me envías.

En cuanto al peinado de Charlene, yo creo que años en el cloro de las piscinas le han derretido el cerebro. Tanto tiempo aguantando ver cómo a Alberto le salían hijos de debajo de las piedras, cómo se compra los trajes en el Ejército de Salvación... la pobre ha chiflado y con la navaja en la mano tuvo que elegir entre rebanarle el cuello al marido o ser la versión botox del Último Mohicano. Prevaleció el mal menor y ahí la tenemos, a punto de salir para Little Big Horn.

No dejemos de lado la foto de Alberto con ella y los niños un poco más arriba. Que los crocs no nos nublen la razón. Ese trajecete gris que le queda grande (se lo habrá hecho crecedero para esa panza que ya ocupa la mitad de la extensión de su Principado), esos niños disfrazados de hijos de Pablo Escobar... Que los Cambridge envíen en ambulancia a su niñera española a poner orden en los armarios de esas pobres criaturas.

A Dios pongo por testigo que nunca más entraré en los hilos del Rochedo.