La mítica Sala de Ámbar, considerada la “Octava Maravilla del Mundo”, desapareció sin dejar rastro hace 63 años, pero pronto podría ser hallada. Eso es lo que cree el diputado alemán, Heinz-Peter Haustein. Gran aficionado a la arqueología, Haustein lleva 10 años buscando la Sala de Ámbar y se ha gastado una auténtica fortuna en el empeño. Ahora, sus esfuerzos podrían verse coronados por el éxito.
Con la ayuda de un detector, el parlamentario germano ha logrado determinar el lugar en donde se almacenan, a 20 metros de profundidad, varias toneladas de metales preciosos. Se trata de una vieja mina abandonada cerca de la localidad de Deutschneudorf, junto a la frontera con la República Checa. El hallazgo ha sido posible después de descifrar unos documentos que obraban en poder de un antiguo oficial de la Luftwaffe, fallecido ya. En ellos se indicaba el sitio aproximado en el que los nazis escondieron, en la primavera de 1945, numerosas piezas de arte, joyas y otros muchos objetos de valor.
La galería podría estar minada
Entre los tesoros se encontraría también la Sala de Ámbar. Hay que andarse, no obstante, con cuidado por que es probable, según Haustein, que se colocaran bombas-trampa. El nombre del aposento real se debe a que sus paredes estaban recubiertas de ámbar, resina fósil del color de la miel. Fue un regalo que le hizo el rey de Prusia, Federico Guillermo I al zar Pedro I el Grande en 1.716. A Rusia llegaron los paneles de ámbar listos para ser montados. En 1.755, la zarina Catalina II ordenó instalar la espectacular habitación en su palacio y, en 1757, añadió a la estancia cuatro mosaicos traídos de Florencia.
El maestro italiano Rastrelli, arquitecto del Palacio de Invierno (Ermitage), fue a quien la zarina encargó dirigir los trabajos. Entre el mobiliario de la sala había una cómoda realizada por ebanistas berlineses en 1.711. Ese mueble y uno de los cuatro mosaicos, el denominado “Los sentidos del tacto y del olfato”, son las dos únicas piezas originales que se han conservado. La habitación real fue saqueada por soldados de la Wehrmacht en 1.941 y llevada a un castillo de Königsberg, (actual territorio ruso de Kaliningrado). Desde allí, en 1945, fue trasladada a un lugar desconocido.
Objetos recuperados
La cómoda fue hallada por casualidad en 1.997, en el almacén del museo berlinés de artes aplicadas, y el mosaico apareció, aquel mismo año, cuando el hijo del soldado alemán que se apoderó de él, un tal Achtermann, se proponía venderlo por 5 millones de marcos. Tras la contienda, Achtermann se llevó el mosaico a su casa y su hijo Herbert se lo encontró en el desván en 1978. Lo colgó en el recibidor y, 19 años más tarde, supo que lo que tenía en su casa era una valiosa y buscada obra de arte.
En mayo 2003, se terminó de reconstruir en su emplazamiento primigenio, es decir en el palacio de Catalina II de Tsárskoye Seló, (afueras de San Petersburgo), una réplica exacta del salón perdido. Se emplearon seis toneladas de ámbar. Los trabajos comenzaron en 1979 y se utilizaron como
modelo viejos dibujos y fotografías en blanco y negro. El conjunto está compuesto por un total de medio millón de piezas de ámbar.