Lamballe, como sé que te gusta el tema de los dineros de la realeza en sus exilios... de Ricardo Mateos y su "Estoril, los años dorados":
"Los Saboya italianos habían llegado a Portugal en situación también bastante precaria a causa de la súbita caída de la monarquía en Italia, y sus primeros años en el país no estuvieron exentos de dificultades financieras en las que, como en el resto de los casos, fueron puntualmente asistidos por italianos acaudalados y por las ya clásicas familias portuguesas que tan imprescindibles fueron para tantas familias reales. Tras su abdicación en 1946, el padre de Humberto II, el rey Víctor Manuel, había buscado refugio bajo el amparo fraternal del rey Faruk de Egipto y se había establecido con cierto estatus regio en la Villa Yela de Alejandría junto a su esposa y a su hija Yolanda (Anda). A ellos se habían unido en 1946 su recién exiliada hija Giovanna, viuda del rey Boris III de Bulgaria, y los hijos de esta, el pequeño rey Simeón II y la princesa María Luisa. Por tanto, con su padre todavía vivo, a su llegada a Cascais, el rey Humberto contaba aún con escasos bienes propios y no sabemos cuál era la cuantía de los bienes privativos de su esposa, la reina María José, que, por otra parte, y como hemos visto, había pasado fugazmente por el atrasado Portugal para establecerse en la más civilizada Suiza. Pero el fallecimiento en Alejandría del rey Víctor Manuel en diciembre de 1947 vino a cambiar el sesgo de la fortuna de sus hijos.
Por azares del destino, el viejo rey había muerto pocas horas después de aprobarse en el Parlamento la nueva constitución italiana que incautaba sus bienes personales. Pero dado que la nueva legislación no sería publicada hasta ochenta y una horas después de su aprobación, se consideró que la notable herencia del difunto había pasado a ser propiedad efectiva de sus hijos antes de entrar en vigor la incautación de la herencia por parte de la república.
A partir de ese argumento, los herederos entablaron un largo proceso legal para convertirse en los receptores de la importante masa hereditaria, y tras trece meses de batalla legal, pues el gobierno temía que aquella fortuna pudiese financiar actos en contra de la nueva República italiana, el 1 de julio de 1950 un tribunal romano falló a favor de los príncipes de Hesse, nietos del rey, y de las princesas Yolanda, Giovanna y María, que pudieron repartirse la Villa Ada de Roma, valorada en 1.000 millones de liras; las magníficas fincas de Racconigi y Pollenzo, en Piamonte, con sus 2.000 hectáreas y sus ricas tierras de cultivo que disponían de los últimos adelantos en ingeniería agraria; las propiedades de Capocotta y Campo Buffalaro con su hermoso pinar y sus 1.400 hectáreas de tierras de labor; la finca Sant’Anna di Valdieri, en Cuneo; el castillo de Sarre, en el valle de Aosta; la Villa Savoia con sus 150 hectáreas cerca de Roma; y la colección numismática del rey tasada en 2.000 millones de liras.
Una enorme fortuna de la que el gobierno italiano incautó de forma inmediata la parte correspondiente al rey Humberto, que pudo salvar su economía de forma providencial por alcanzar a heredar su parte alícuota de una póliza de seguro de vida que su abuelo el rey Humberto I, asesinado en la ciudad de Monza en 1900, había establecido ante la sociedad aseguradora británica Hambros. Aquella póliza nunca había sido rescatada por los Saboya, y había ido acumulando gruesos intereses al capital inicial, alcanzando un monto de 1.500.000 libras esterlinas (2.800.000 según la prestigiosa revista Life) que la firma inglesa se negó a entregar al Estado italiano. Todos esos millones aún tardarían un tiempo en llegar, pero permitirían a los Saboya vivir un exilio mucho más confortable y al rey Humberto mandar levantar la que en unos años sería su residencia permanente en Cascais, la segunda Villa Italia".