Cuando el pobre de Rimush heredó el poder, lo primero que tuvo que hacer fue reconquistar Ur, Umma, Adab, Lagash, Der y Kazallu, que se habían sublevado. Es una constante en la Historia montar el alboroto justo después de la muerte de un rey para tantear el valor y poder del que viene detrás. Si era evidente que tenía mano dura, las revueltas se acababan por la vía rápida.
Hablo del pobre Rimush porque es evidente que, con un padre tan longevo y teniendo en cuenta que la esperanza de vida no era para tirar cohetes en aquel entonces, no iba a poder reinar ni de coña 55 años como su padre. De hecho, sólo reinó 9 porque sus propios cortesanos lo asesinaron. Le sucedió el siguiente hermano, Manishtushu, quien pudo haber estado implicado en el asesinato. Parece ser que los chicos eran gemelos y se habían enzarzado en la típica discusión que siempre termina por aflorar cuando nos enfrentamos a este tema: uno es el primogénito pero la tradición dice que el segundo en nacer es, en realidad, el primero en ser concebido y por tanto debería reinar.
Sello de Rimush
Manishtushu subió al trono hacia 2270 a.C. En su caso nadie tentó la suerte y no hubo grandes alborotos, seguramente porque su hermano los había sofocado duramente no mucho tiempo atrás. Eso le permitió mirar más lejos, hacia el Golfo Pérsico, a donde envió expediciones de paz y de guerra, volviendo cargado de plata. Conquistó también la ciudad de Shirasum y restauró el templo de Ishtar en Nínive. Y como quien a hierro mata, a hierro muere, fue asesinado por sus cortesanos en el año 2255 a.C. Le sucedió en el trono su hijo, probablemente el legado por el que Manishtushu es más conocido, el haber engendrado al gran Naram-Sin, el Varón fuerte, Señor de Acad, Rey de las cuatro partes del mundo, que se nombró a sí mismo Dios, porque él lo valía.
Naram Sin, que significa el “Amado de Sin”, Dios de la Luna y la Sabiduría (el padre de la diosa Ishtar, de hecho), es el primer rey conocido en proclamarse a sí mismo Dios, como hemos dicho. No es que no lo mereciese el chaval ya que con él el Imperio acadio alcanzó su cenit. Comenzó su reinado con una gran sublevación de más de veinte reyes mesopotámicos a los que venció con contundencia, llegó a tener tratos con el Valle del Indo y controló gran parte del golfo Pérsico. Expandió su territorio llegando a derrotar en batalla al rey Magan, que se identifica con el rey Menes de Egipto (el primer faraón en reunir bajo su mando el Alto y Bajo Egipto), y a varias tribus del norte en las montañas Tauro y Zagros, construyó los centros administrativos de Tell Brak y Nínive y continuó con la política de nombrar a familiares para ocupar cargos rituales o religiosos en diversas ciudades y templos, o como gobernadores para mantener un control efectivo y muy centralizado de los diferentes territorios del imperio. También se dice que poseía el ejército más grande hasta el momento: 360.000 hombres a su mando.
Llegó gobernar tantos años como el abuelo Sargón, unos 55, pero a diferencia del misterioso Rey Verdadero, de Naram Sin sabemos algo más, sobre todo de sus campañas militares. De hecho, los años se nombraban en función de sus victorias: “
El año en el que Naram Sin derrotó al gobernador de Simurrum, Baba, y lo tomó prisionero” Y así han llegado a nosotros al menos 20 nombres.
Pero si por algo es conocido es por la imagen que os he puesto antes: la estela de Naram Sin, tallada en Sippar en arenisca rosada aproximadamente en el 2.250 a. C. para conmemorar su victoria sobre la tribu de los lullubi de los montes Zagros. En ella se ve un paisaje montañoso, con árboles, donde se desarrolla una escena en la que prevalece la figura del rey Naram-Sin, de mayor tamaño que sus súbditos y enemigos y coronado con un casco con dos cuernos, propio de los dioses, bajo el sol y la luna. El rey vencedor aplasta con el pie a los cadáveres de sus enemigos, mientras mata a otros dos y algunos caen despeñados. Los soldados acadios desde un nivel inferior, alzan la cabeza como signo de admiración y respeto por su soberano.
Una de sus peculiaridades es que, por primeva vez en la Historia (la civilización acadia está llena de primeras veces), las escenas no siguen un patrón horizontal, como si estuviésemos leyendo un comic, sino que se salta la tradición y el rey/Dios se sale del marco en diagonal con un tamaño del doble que sus soldados.
La tribu de los lullubi vivía en el actual Kurdistán iraquí e iraní. Era un gran pueblo guerrero que, en realidad, nunca fue vencido. La famosa batalla no fue un hecho real y la estela no es más que un objeto de propaganda y autoglorificación.
Como todo lo que llega a su cenit tiende a decaer, también el Imperio Acadio empezó a resbalar hacia su destrucción en los últimos años de este reinado. Para explicar ese bajón, algunos cientos de años después de la muerte de Naram Sin comenzó a circular el rumor de la “
Maldición de Acad”. Al parecer el monarca cometió un sacrilegio imperdonable al llevarse algunas estatuas divinas de Ekur, es decir, el templo de Enlil en la ciudad sagrada Nippur. Como Enlil era el jefazo supremo de los dioses, su venganza fue terrible: hizo salir a los gutis de las montañas al este del Tigris como si fueran una plaga y destruyeron el imperio de Acad. El hambre se propagó por el reino y la inflación elevó los precios de los alimentos a cotas estratosféricas (el autor de un poema de la época se echa las manos a la cabeza cuando cuenta que a cambio de un cordero sólo te daban 400 gramos de grano, lo mismo de aceite y tan solo 250 de lana) Tras una reunión del panteón de dioses al completo, las deidades decretaron que Enlil sólo se aplacaría con la destrucción absoluta de la ciudad de Acad.
Una vez más, pasando de la leyenda, los hechos indican que Naram Sin legó su Imperio intacto a su hijo y heredero hacia el 2219 a.C. si bien es cierto que las incursiones de las tribus Guti pronto empezaron a asolar el país. Sabemos además que Naram Sin tuvo una hija, Tar'am-Agade, a quien conocemos por la inscripción de un sello encontrado en el templo de la ciudad de Urkesh, con cuyo gobernante seguramente estaba casada.
Sharkalisharri no pudo emular a su padre cuando, además de la presión de las incursiones extranjeras, las rebeliones internas se hicieron habituales en todo el territorio a causa de los grandes tributos que imponía con el fin de mantener el enorme ejército que luchaba contra los gutis. El primero fue Puzur-Inshushinak, rey de la dinastía elamita de Awan, que logró independizarse de Acad conquistando Susa y Anshan, logrando la unidad de Elam. El rey Šarkališarri murió asesinado en 2193 a.C., tras aguantar unos 25 años en el trono, abriéndose un período de crisis, anarquía y revueltas en el Imperio que acabó con todo lo que Sargón el Grande había construido casi 150 años antes.