¡Qué amables!
Estaba yo reflexionando acerca de una cuestión que alguien...ahora mismo he olvidado quien de vosotros...planteaba hace quizá un par de días: ¿porqué Franz Ferdinand se expuso tanto y sobre todas las cosas porqué expuso también a Sophie, su Soph, su Sopherl, llevándola consigo? A fín de cuentas, la muy publicitada inminente gira del heredero a Bosnia constituía un viaje peligroso. Se podía preveer que estaría a salvo mientras presenciase las maniobras de los decimoquinto y decimosexto cuerpos del ejército congregados en unas montañas relativamente próximas a Sarajevo...y a la frontera con Serbia. Pero considerando las medidas de seguridad implementadas por el gobernador Potiorek en Sarajevo...se podía uno temer cualquier punto del recorrido preparado.
Leyendo la conversación entre Franz y su sobrino Karl que relató años después Zita, parece obvio que el archiduque tenía una visión extremadamente lúgubre de su viaje a Sarajevo. Parecía convencido de que acabaría ocurriendo lo peor...y lo peor, en aquel caso, era su propia muerte. Pero había motivos de peso para que Franz asumiese un desafío de semejante calibre. En primer lugar, él era el heredero de un trono imperial que, teniendo en cuenta la muy avanzada edad de su tío Franz Joseph y los quebrantos en la salud de éste desde hacía un tiempo, parecía destinado a reinar en breve período de tiempo. Si Franz Joseph había tenido "un par" para irse a la Bosnia recien anexionada en 1910, él, Franz Ferdinand, que aspiraaba a suceder en cualquier momento, debía tener también "un par" e irse a contemplar aquellas maniobras que no por casualidad se realizaban a una distancia no demasiado grande de la frontera de Serbia. Serbia se había convertido en una nación muy arrogante y pretenciosa, desde el punto de vista de los Habsburgo. En su pugna por liderar los Balcanes, Serbia contaba con el apoyo de Rusia y eso les había permitido contribuír de manera decisiva a una oleada de paneslavismo. Adicionalmente, los serbios, tan pagados de sí mismos, festejaban el 28 de junio, día de San Vidovdan o San Vitus, el aniversario de la Batalla de Kosovo. Aquella batalla había tenido lugar en 1389...muchos siglos atrás. Pero se había convertido en un símbolo de la poderosa voluntad de los serbios, que habían sabido luchar hasta perder al último de sus hombres contra los turcos. San Vitus era una fecha de gran exaltación patriótica de los serbios y los que aspiraban a unificar Bosnia a Serbia tras desligarla de Austria-Hungría.
Teniendo eso en cuenta se habían organizado aquellas maniobras...y qué menos que asegurar la presencia de Franz Ferdinand, el futuro emperador, que aparte había sido nombrado poco tiempo atrás Inspector General del Ejército Imperial. Era casi algo "de cajón" que Franz Ferdinand debía reflejar con su visita la determinación de los austrohúngaros por mantenerse en la zona balcánica. "Rajarse" por miedo a los atentados que pudiese perpetrar la Mano Negra hubiese significado, por una parte, reconocer ante el mundo que los autrohúngaros no controlaban en absoluto la situación en Bosnia-Herzegovina y que Serbia les estaba ganando por la mano a través de movimientos paneslavistas que no dudaban en utilizar la lucha armada. Cuantas más advertencias se recibiesen -incluyendo las alarmas emitidas desde Belgrado a través del embajador de Austria en Serbia...- más se incrementaría el ansia de Franz Ferdinand por cumplir con su papel. Se trataba de no doblegarse, simple y llanamente. Desde la perspectiva de Franz Ferdinand, esos avisos para lo que debían servir era para que Potiorek aumentase los "cordones de seguridad". Lástima que Potiorek se quedase en lo que se quedó: ciento cincuenta policías le parecían un despliegue apropiado.
Y respecto a Sophie...bien, el asunto íba por otro lado. Casualidades de la vida, el mismo 28 de junio, día de Vidovdan o San Vitus, mientras los serbios y los paneslavos en general evocasen con orgullo patriótico la batalla de Kosovo, Franz Ferdinand y Sophie celebrarían algo quizá más prosaico, más común y corriente: el aniversario de bodas. Sería, para ser exactos, el decimocuarto aniversario de boda. En catorce años, y Franz Ferdinand era dolorosamente consciente de ello, su esposa morganática había sido sistemáticamente agraviada y humillada en la corte imperial. No podía compartir con él el palco en el teatro o la ópera, no podía compartir con él el coche cuando asistían a grandes eventos públicos y la relegaban por completo en cualquier fiesta palaciega. No es sólo que fuese la "arribista a la que había que mantener en su sitio...", sino que, en gran medida, se la trataba como a la paria del extensísimo clan de los Habsburgo.
La -penosa- situación de Sophie había mejorado con los años. Ya hemos visto que le habían dejado comparecer en algún acto en Trieste, viajar con su marido a Rumanía y a Berlín, tener el placer de una visita "con algún toque de oficialidad tipo la recepción en Windsor" a Inglaterra. Que la corte imperial estuviese de acuerdo en que viajase a Sarajevo con Franz Ferdinand constituía otro paso hacia adelante en el reconocimiento público de la duquesa de Hohenberg. Ella no estaba destinada a convertirse en emperatriz, pero a esas alturas no se podía pasar por alto el hecho de que sí sería, presumiblemente pronto, la esposa del emperador. Daba la sensación de que en Viena acataban esa realidad y contemporizaban con esa realidad, de ahí la aquiescencia a que Sophie pudiese ser tratada con máximos honores en Sarajevo.
Por lo demás, la -curiosa- conversación de Franz Ferdinand y Karl transmite la impresión de que él se consideraba prácticamente sentenciado a morir, pero en cambio no pensaba que el peligro se cerniese sobre su mujer. Esa forma de "ignorar" que los mismos riesgos corría ella que él a mí, la verdad, sí me deja completamente atónita. A fín de cuentas, en los años anteriores dos mujeres de la realeza habían padecido muerte violenta: una había sido la emperatriz Elisabeth de Austria, esposa de Franz Joseph, asesinada por un anarquista italiano a orillas del lago Lemán, en la muy plácida y bucólica Suiza dónde parecía que nunca ocurría nada; otra nada menos que la reina Draga de Serbia, una reina "inapropiada" e "inconveniente" que había encontrado una muerte atroz conjuntamente con su marido, Alexander. Da la sensación de que Franz Ferdinand no tomó esas referencias cercanas en cuenta, al permitirse llevar consigo a una Sophie que íba a saborear en esa ocasión las mieles del reconocimiento público.
¿Y vuestras impresiones/opiniones al respecto?
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