Esta foto corresponde al mes de mayo de 2004. Presenta una imagen de unidad en el clan hachemí que distaba mucho de la situación real, como se vería al cabo del tiempo. La reina Noor, con un maravilloso caftán, aparece en el centro: a su derecha se encuentra el matrimonio formado por su hijastro el rey Abdallah y la esposa de éste, reina Rania; a su izquierda una pareja que acababa de contraer nupcias, su hijo Hamzah, entonces príncipe heredero, y la princesa Noor. En principio, figuraban el presente (Abdallah & Rania) y el futuro (Hamzah & Noor) de la dinastía hachemita, con una Noor que transmite la impresión de garante en carne y hueso de las últimas voluntades expresadas por su fallecido esposo, el rey Hussein.
Abdallah y Rania, una joven pareja, se encontraron aupados al trono jordano de forma absolutamente sorpresiva. Durante años, el rey Hussein había mantenido en el título de heredero del trono a su hermano, el príncipe Hassan, casado con la paquistaní Sarvath. Incluso mientras un agresivo cáncer íba devastando por completo a un Hussein internado en la americana Clínica Mayo, se daba por inminente la sucesión al trono jordano de Hassan y Sarvath. Pero, entonces, Hussein, en una jugada inesperada que dejó atónitos a propios y extraños, interrumpió su tratamiento durante unos días para viajar con su esposa Noor desde USA a Jordania. Nada más llegar a Aman, Hussein se reunió con Hassan en una escena digna de una obra de Shakespeare: el rey deteriorado, casi con un pié en el otro mundo, reprochó al príncipe que éste hubiese urdido intrigas para garantizarse el poder a través de los meses anteriores, mientras su mujer paquistaní se dedicaba a infamar gravemente a la esposa norteamericana del soberano.
El castigo de Hussein a Hassan y Sarvath resultó fulminante. Su hermano dejaba, ipso facto, de ser el heredero del trono, así que la paquistaní, que siempre se ha enorgullecido de usar el sari tradicional de su país natal y de no aprender árabe, se quedaría con las ganas de lucir el título de reina. Por su gusto, Hussein hubiese legado el país al predilecto entre sus cinco hijos: el príncipe Hamzah, primero de los dos varones que le había proporcionado Noor. De los chicos -Abdallah y Faisal, hijos de Muna; Alí, hijo de Alia; Hamzah y Hussein, hijos de Noor- ese príncipe Hamzah era el más parecido a su padre. Sin embargo, se trataba de un joven de dieciocho años que aún no había completado los estudios. Parecía una opción tremendamente arriesgada nombrarle heredero de un país situado en una zona particularmente conflictiva del globo.
Tras considerar las opciones, Hussein se decidió a designar al mayor de sus retoños, Abdallah, incorporando una cláusula según la cual éste reconocería expresamente como heredero a Hamzah. Abdallah, asombrado por el gesto de su padre hacia él, aceptó ese requerimiento paterno. Todo parecía atado y bien atado por el rey Hussein, que volvió de inmediato a la Clínica Mayo para recibir los cuidados paliativos prescritos en la etapa final de su enfermedad.
Luego, en noviembre de 2004, sólo unos meses después de que el príncipe heredero Hamzah se casase, en una ceremonia de ensueño, con su prima la princesa Noor, el rey Abdallah, que había ejercido de anfitrión en la boda escoltado por su madrastra la reina Noor en caftán y por su bella consorte la reina Rania en un maravilloso traje azul oscuro, rompió la baraja. El veintiocho de noviembre, Abdallah comunicaba oficialmente que se retiraba el título y rango de heredero a Hamzah. Sin embargo, no anunciaba otro príncipe heredero para reemplazar a su medio hermano. Los jordanos se quedaron literalmente pasmados, aunque en ciertos círculos se había visto venir ese desenlace.
En general, se atribuye lo ocurrido a una lucha por el poder entre dos mujeres: la reina rubia, Noor, frente a la reina morena, Rania. Noor se sentía orgullosa de que el mayor de sus chicos fuese el heredero al trono. Rania, en cambio, no estaba satisfecha con la situación. Aunque Abdallah se ha ído ganando paulatinamente el respeto de los jordanos, no es un rey popular como lo había sido su padre: se le achaca que, educado en el extranjero, todavía hoy hable un árabe un tanto vacilante y que no conozca a fondo las tradiciones del desierto. Por el contrario, los jordanos sentían pasión por Hamzah debido al extraordinario parecido de éste con el difunto Hussein: no sólo existe una evidente similitud física, sino que, cuando el príncipe habla en un fluidísimo árabe, su voz suena casi igual a la voz del fallecido monarca. Hamzah hacía sombra a Abdallah. En otro orden de cosas, se sugiere que Rania, una mujer que no había esperado alcanzar el status de reina pero que, una vez que lo ha alcanzado, ha aprendido a valorarlo, desea que la corona se transmita a su hijo, el príncipe Hussein, llamado así en honor al abuelo paterno.
En la guerra soterrada entre Noor y Rania, Noor salió perdiendo. Pero la eventual línea de sucesión jordana sigue dando pábulo a muchas especulaciones. Rania goza de mayor prestigio fuera de su país que en su país, pese a su creciente esfuerzo por desligarse de una imagen de fashion victim total e implicarse en obras sociales de envergadura. Sus cuatro hijos le proporcionan cierto respeto: ha conseguido dar al rey a Hussein, Iman, Salma y Hashem. Pero de Hussein, el mayor, se dice entre los jordanos que es un niño frágil aquejado de diabetes. En su momento también corrieron rumores acerca de supuestos problemas de salud de la princesa Salma.
Entre tanto, Noor parece vivir alejada de la corte: si bien retiene un considerable prestigio, ha perdido influencia en la casa hachemí y desde luego no cuenta con poder alguno. Hamzah se ha tragado como ha podido la humillación inflingida por Abdallah al retirarle el título concedido según deseo del padre de ambos: con su esposa Noor al lado, de momento sólo han logrado tener una niña, Hayah, lo cual no proporciona méritos ante el pueblo. El hermano varón de Hamzah, Hashem, se casó, ventajosamente, con la princesa saudí Fahdah: a día de hoy, también tienen solamente una hija, Haalah.
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