Pero vamos al hijo que nos importa: Roberto de Bruce, nacido el 11 de julio de 1274, probablemente en el castillo de Turnberry, propiedad de su madre y donde había mantenido a su padre encerrado hasta que él aceptó casarse con ella… seguro que no opuso mucha resistencia. Nuestro Robert, el de la película de Mel Gibson, era el primer varón de la pareja justo por detrás de Isabel, la que se casó con el rey Noruego, y podríamos decir que nació en cuna de oro, o casi… Los Bruce o Brus llegaron a Escocia acompañando al rey David I en 1124 desde Cumbria, una extensa área al norte de Inglaterra/sur de Escocia que le correspondía a David en herencia, además de sumar los territorios de su esposa Huntingdon (otra vez las mujeres son claves en transmisión de derechos). El rey dio al primer Roberto de Bruce el condado de Annandale, justo en la frontera con el señorío de Galloway, que en aquel entonces era el rival directo del Príncipe de Cumbria, luego rey de Escocia. Desde ese momento, los Bruce fueron sumando señoríos y poder y siguieron llamando a sus hijos Roberto.
Es decir, que el padre de nuestra protagonista recibiría los derechos al trono escocés en herencia de su abuelo, era el heredero de extensos territorios que pertenecían a su padre en Aberdeenshire, Durham, Essex, Middlesex y Yorkshire y heredero del condado de Carrick, fabulosamente rico, gracias a su madre. Un partidazo, el chaval. Claro que el niño Roberto aún vivía ajeno a todos esos tejemanejes políticos y crecía feliz en el sur de Escocia en un régimen un poco… particular.
La educación de Roberto fue, como decirlo… multicultural. Lo que le sirvió más adelante para ser capaz de relacionarse con todo tipo de gente de diversa procedencia que le fuese útil. Por un lado, en Annandale recibía una educación de tipo anglo-normando, como cualquier muchacho inglés de buena cuna, puesto que el condado estaba totalmente feudalizado al estilo francés: allí aprendería latín, inglés, francés, montar a caballo, manejar una espada, cazar, leyes, historia, filosofía, protocolo, buenas maneras… la misma educación que recibió Eduardo I, el hijo de Enrique III de Inglaterra, por ejemplo, con el añadido de la lengua escocesa, una especie de dialecto local surgido del Inglés del norte.
Pero… el condado de Carrick, el hogar de su madre en el corazón de Galloway, era celta hasta la médula, el sistema de clanes regía la vida social y se hablaba gaélico. Así que Roberto aprendió a hablar siendo poliglota: lengua anglo-normanda que era una mezcla de inglés y francés para comunicarse con los nobles, escocés para hablar con las gentes del condado de Annandale y galés para hablar con los súbditos de su madre en Carrick. Puede parecer poco importante pero es clave para entender por qué Roberto fue capaz de aglutinar a su alrededor tantos partidarios cuando llegó la hora de luchar por la independencia de su reino… sencillamente porque podía hablar con ellos, les comprendía, era uno de ellos, había nacido y crecido inmerso en tres culturas. Era noble, era escocés y era celta. Y además era un buen estudiante y un joven muy culto… Más adelante, ya rey, se dice que le gustaba leer a sus tropas pasajes de los romances de Carlomagno y podía contar anécdotas de las batallas de Aníbal contra Roma, pagó a monjes dominicos para que se ocupasen de la educación de su hijo y se dice que poseía muchos libros, leía a menudo y estaba particularmente interesado en la historia de los reyes de la antigüedad.
Y así, viajando entre los castillos propiedad de sus padres, Lochmaben en Annandale y Turnberry en Carrick, transcurrió su infancia rodeado de sus hermanos y hermanas, pegado a las faldas de su madre hasta los 10 años cuando debió entrar como paje al servicio de alguno de los más fieles camaradas guerreros de su padre o abuelo para continuar la instrucción militar y aprender etiqueta, danza, el arte de la conversación cortés, etc. Roberto es considerado un genio de la estrategia y la política por los historiadores de hoy en día así que podemos decir que aprovechó bien las lecciones. Pero, como también era celta e hijo de la condesa de Carrick, sabemos que Roberto y sus hermanos varones siguieron una vieja tradición gaélica según la cual el jefe de un clan aliado recibía a los niños jóvenes y se comprometía a instruirlos… en realidad, es lo mismo que ser paje de un anglo-normando, pero lo que Roberto aprendió no tenía nada que ver con las buenas maneras en la mesa: aprendió el arte de la guerra de guerrillas, las incursiones rápidas para robar ganado, a montar en los hobbies, una especie de pony de patas largas que es capaz de cubrir grandes distancias en poco tiempo (la ágil caballería de Roberto le causó muchos problemas a Eduardo I más tarde) y también aprendió la importancia de saber manejar los birlinns, barcos tradicionales que se daban un aire a los drakkar vikingos.
Más adelante, a los 12 años, Roberto y su hermano Eduardo fueron enviados a Inglaterra a completar su instrucción, probablemente al propio palacio real ya que a la edad de 18 años Roberto servía en la Cámara privada del monarca. Pero antes de eso, rondando los 16 años, fue armado caballero más o menos al mismo tiempo que la Doncella de Noruega moría y comenzaba la Gran Causa en la que su abuelo era una pieza clave. Dos años después, cuando el rey Eduardo presionaba para hacer de Balliol el rey de Escocia, la madre de Roberto murió y él heredó el condado de Carrick, convirtiéndose en un lord de pleno derecho y no sólo el primogénito de los Bruce por detrás de su propio padre. Su abuelo cedió sus derechos al trono casi inmediatamente lo cual lanzó a nuestro Roberto al centro de las intrigas políticas siendo un muchacho de 18 años. Un impresionante muchacho ya que medía 1,85 cm, lo cual era raro en la Edad Media y sólo el propio rey Eduardo lo superaba con su 1,88 cm… claro que Eduardo seseaba al hablar, tenía un párpado caído y sus piernas y brazos eran exageradamente largos comparados con su tronco, lo cual le dio ventaja en el manejo de la espada y el caballo, pero guapo no le hacía… Por el contrario, tampoco se puede decir que Roberto fuese un cañón, pero era atractivo, culto, persuasivo al hablar, tenía buenas maneras… mejores que la mayoría de los nobles de la época.
Vamos a dejarlo claro, el verdadero Roberto de Bruce no tiene nada que ver con el personaje de la película Braveheart, ni intrigante, ni aprovechado, ni cobarde, ni bruto...
Este es el rostro real de Roberto de Bruce, rey de Escocia, realizado a partir de su calavera descubierta en 1818 en la abadía de Dunfermline.