Vandal escribió:
Por lo visto esta casa de la Castellana estaba protegida, pero se revisó el expediente y se decidió quitarle la protección porque no se consideró que tuviera ningún valor histórico ni artístico...
Voy a contenerme para no echar sapos y culebras por esta boquita mía. Entraría de lleno en asuntos políticos y no quiero ser fusilado por la Admón. Ya me gustaría a mí saber quién era el propietario de la casa y cuál es la relación que tiene con el politiqueo de la capital, que seguro que es cercana cercanísima.
En el caso de Santander también hemos pasado lo que no está en los escritos. Mientras que yo estaba en la facultad, finales de los 90, fue muy comentado el caso de unos restos arqueológicos que aparecieron en la reforma de un edificio en el centro de la ciudad. Avisadas la autoridades de todo tipo se personan al día siguiente en el lugar de los hechos, pero... ¡oh, sorpresa! metro y medio de cemento ocupan el lugar en el que tendrían que encontrase las vetustas ruinas. Cara de pardillos por aquí, comentarios de rubia natural por allá (vaya por delante mi cariño para todas las rubias naturales que nos están leyendo) y todo olvidado. Otro ejemplo.
Pero lo que más me duele por aquí son las pruebas de lo que fue, para que te imagines y sufras sabiendo lo que se llevaron por delante. Me explico. En la zona residencial del Sardinero y anexas, donde tenían sus mansiones los infantes Carlos y Luisa o los titulados, corrió a sus anchas en los ochenta y noventa el dinero especulativo. Villas y palacetes fueron derribados sin que a nadie le temblara el pulso, para desgracia de todos. Hasta aquí normal. Pero es que en Santander, en un gesto elegante, decidieron conservar los cercados de las fincas mientras que derribaban las construcciones, de tal manera que cuando pasas por allí ves unas rejas impresionantes, unas tapias con motivos decó, unos arcos, unas puertas. Maravillas que te evocan la calidad de lo que hubo detrás. Entonces tú levantas la vista, soñando con encontrar un palacete de principios de siglo, y te encuentras con un bloque de apartamentos ochentero con balcones a tutty y ladrillo rojo caravista. Claro, no te queda otra que correr más rápido, vista al frente y esperar que tu dolor de flato haga desaparecer la pena (no pasa nunca)