Que yo no soy Fawzia y no funciona eso de ponerse en el pellejo de alguien tan distante en todos los aspectos, pero debo decir que si yo estuviese en Teherán aburridísima de la vida entre los Pahlavi, con un marido que no amo y me pone los cuernos constantemente, una suegra puro incordio y dos cuñadas entrometidas, cuestionada por no haber parido un hijo sino una hija, etc, etc, recibir noticias de una historia tan novelesca como la de su madre Nazli Sabri con Ahmad pues me hubiese provocado unas ganas locas, locas, de romper todas mis ataduras y volar libre de vuelta a El Cairo. Quien sabe, a lo mejor lo de Fawzia fue algo tal que así.
Aquí estoy tan al salseo que ni una pincelada geopolíticohistórica, jejeje, pero va a ser necesario comentar que el suegro de Fawzia, Reza Khan, el primer Shah Pahlavi, que nos salió bastante filonazi, acabó siendo depuesto tras una intervención militar conjunta de británicos y rusos poco después de que saltase por el aires el famoso pacto Ribbentrop-Molotov que alteró bruscamente el curso de la II Guerra Mundial. Así, resumiento muchísimo, que esto es sólo dar una pincelada. Así que Reza Khan se marchó al exilio con su segunda familia, la que había tenido con Esmat, primero a Mauricio y más tarde a Sudáfrica. Su hijo Mohammad Reza se convirtió en el nuevo Shah en septiembre de 1941, lo que hizo a Fawzia reina de Irán y relegó a su suegra Tadj ol-Molouk al rango de reina madre. Cumple decir que el Reza Khan exiliado ya tenía una salud digamos que delicada, con problemas estomacales y cardíacos. Rico como era, para él habían pasado los tiempos de caviar del Caspio y suculentos manjares, se alimentaba básicamente de arroz cocido y pollo, y ofrecía un aspecto bastante consumido. Murió en menos de tres años desde su marcha de Irán.
Llegar a reina aumentó la proyección de Fawzia (fue cuando acabó en la portada de Time, como la Venus de Asia de piel muy pálida pero fulgurantes ojos azules bla bla bla), pero no la hizo ni un ápice más feliz, quizá al contrario. Todavía se la echaba en cara que su dominio del persa dejaba mucho que desear y la presión por lograr sucesión masculina, por ejemplo, es evidente que tuvo que hacerse más constante e intensa.
Probablemente, la infelicidad de Fawzia, que tenía que ser conocida en su familia de origen, influía en la absoluta reticencia de la hermana que la seguía en edad, Faiza, a casarse con algún otro príncipe de las dinastías musulmanas. En su momento, se habían barajado opciones como el rey Faisal II de Irak o un hijo del emir hachemita de Jordania, pero fueron opciones que se quedaron flotando en el aire. Aquí unas fotos de la bonita Fazia, que no llegaba al nivel de Fawzia pero casi:
Sin duda, envidiaba más Fawzia la suerte de Fazia porque ésta seguía viviendo en Egipto, en una corte más suntuosa y brillante en todos los aspectos que la iraní. Fawzia debió sumirse cada vez más en una depresión que requirió la asistencia de un psiquiatra estadounidense, aunque, de cara a la galería, se trataba de dar la imagen de que la egipcia padecía dificultades de adaptación a la climatología iraní. Un poco al estilo Sissi, en esto...