Yo también lo veo. Esto ya lo hace Lilibet (lo que no hagan los británicos) con la Royal Collection. Vosotros mismos podéis ver la web, los miles y miles de objetos que atesoran los Windsor, las exposiciones que montan cada verano en Buckingham, Windsor y Holyroodhouse, los souvenirs que ofrecen (hasta reproducciones de la joyas de la colección real) y los libros y catálogos que han publicado, y en los que la Queen ha participado, como el de su costurera, Angela Kelly. Conservan primorosamente hasta los trajes y vestidos, para que ellos solos, lleven el peso de la exposición de turno. Imaginad la de turistas que se han dejado mínimo 5 euros en sus visitas o compras online. Lilibet vio el cielo abierto con todo ello a pesar de ser muy reacia al principio.
En el caso de los nuestros, todo no iría a Casa Real, pero nunca viene mal el pellizco que puedan sacar y el ahorro a los presupuestos.
Es feo decir esto, pero en estos tiempos, las monarquías son como una marca, una empresa. Viven, entre muchas otras cosas de mayor calado institucional y cultural, de su buena imagen, su popularidad, la espectacularidad de sus actos, de las historias de sus antepasados, de su labor diaria... ¿Qué república puede ofrecer eso? Creo que solo la americana, y ya ni eso. La monarquía a la que le falta alguna de estas cosas, cojea, como una empresa y su marca cuando por alguna razón pierde popularidad o el favor de sus consumidores.
A ver si nos leen o han aprendido algo del viaje a Reino Unido. Creo que en parte ahí está el camino. No fue casualidad la cantidad de artículos que pudimos leer este verano, de monárquicos y no monárquicos, resaltando precisamente eso. Una de las monarquías más antiguas y tradicionales del mundo, pero la más y mejor adaptada a estos tiempos, pues la mejor prueba de ello se encuentra en su popularidad.
Por ahora, podemos respirar tranquilos gracias a que la propuesta no ha sido aceptada, pero no está de más tenerla presente para seguir con los cambios.