Aquí nos metemos de ello en un terreno plagadito de arenas movedizas desde el muy saludable escepticismo propio de nuestra época. Pero quizá sea preciso contextualizar los hechos, ponerlos en una perspectiva histórica, para que cada uno llegue a su conclusión.
Las experiencias "místicas" no constituían la norma en la Edad Media, pero parecen haberse producido con cierta frecuencia. "Profetas" y "profetisas" surgían en particular durante las etapas particularmente cargadas de violencia e incertidumbre, de miedo y fatalismo, de angustia existencial en resumidas cuentas. La Francia de entonces era una Francia rota, una Francia hecha jirones, dónde los partidos armagnac y bourgignon se disputaban batalla a batalla el ejercicio del poder. En esa tesitura, se produjo no un aluvión pero sí un incremento notable de experiencias "místicas".
Curioso es el caso de la profetisa Marie Robine, una mujercita establecida en la meridional Avignon que, entre los años 1397 y 1399, más de una década antes del nacimiento de Jehannette en Domrémy, experimentó una serie de visiones de hombres en brillante armadura, liderados por una "Puella" (Pucelle, doncella) para restablecer el reino (de Francia) librándolo de sus enemigos (el partido anglo-borgoñón, por supuesto). Avignon quedaba demasiado lejos, pero por la región de Lorena en la que nació y creció nuestra protagonista, parecían circular historias según las cuales una mujer había destruído a Francia (presuntamente, la reina Isabeau o Ysabeau de Baviera, esposa de Carlos VI, madre del Delfín), pero una doncella ("une Pucelle") la restauraría en su grandeza.
Esto no significa que la gente creyese en toda clase de fenómenos sobrenaturales, pero, desde luego, existía una mayor propensión colectiva e individual a "creer". De hecho, había quien creía en las hadas que susurraban unas con otras bajo las ramas del Arbre des Dames o Arbre des Fées. ¿Porqué no íban a creer en visiones y apariciones? Tanto de origen divino, cabe decir, como de origen diabólico. No sólo Dios, sino también el Diablo, tenían la potestad de enviar sus mensajes a la humanidad a través de emisarios. La cuestión estribaba, pues, en distinguir lo que procedía de Dios de lo que procedía del Diablo. El antagonismo Bien/Mal, Luz/Oscuridad, se expresaba también en ese ámbito concreto.
Por supuesto, como no podía ser de otra manera, hoy en día disponemos de una batería de "hipótesis racionales" acerca de los episodios vividos por Jehannette, aquellas voces y apariciones estelares de ángeles o santas. La hipótesis más "potente" es que Jehannette podría haber sufrido tuberculosis bovina con lesión cerebral secundaria que se habría manifestado en forma de crisis epilépticas breves. Ese tipo de crisis epilépticas suelen ir acompañados de fenónemos psíquicos tipo sensación de dejà vu, cataratas de ensoñaciones y otra clase de recreaciones mentales que se pueden confundir fácilmente con alucinaciones.
Otros autores proponen explicaciones que van en otra dirección. La esquizofrenia paranoide y un trastorno bipolar surgen como hipótesis alternativas a las que giran en torno a la epilepsia. Por especular, se ha especulado también con la posibilidad de una anorexia mental, provocada por una dieta pobre y restrictiva en general que se había visto acentuada durante la observancia estricta de un período de Cuaresma. Supuestamente, Jehannette era una muchacha de desarrollo físico lento. Coincidiendo con su detención, al filo de los dieciocho años, algunos de sus examinadores llegaron a la conclusión de que ella no había conocido jamás "le maladie des femmes", o sea, la menstruacción.
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