Yo conocí a Armada, al final, tenía 91 años e iba en silla de ruedas el día de la Fiesta del Patio. Era el Marqués de Santa Cruz de Rivadulla y la pequeña capilla frente al pazo es también parroquia de la zona a pesar de ser privada así que una vez al año la familia organizaba la fiesta, misa, procesión, etc, en el patio delantero del edificio. Obviamente estaba mal de salud, encogido sobre la silla, pero muy lúcido. Alguien le dijo que yo era asturiana y me mostró la mesa de piedra y el banco donde Jovellanos se sentó a escribir en el jardín durante una visita a su antepasado en el siglo XVIII, después me dio una disertación acerca de especies de camelias, era súper aficionado y las cultivaban en la finca desde hacía siglos.
Me dijo que en Rivadulla se vivía muy tranquilo a pesar de estar bastante cerca de Santiago de Compostela y su vida estudiantil. Y yo que era diez años más joven, más atrevida y, sobre todo porque soy historiadora y las preguntas me quemaban en la punta de la lengua, dije algo así como: "La tranquilidad está muy bien ya que me consta que el Sr. Marqués ha tenido una vida interesante..." *acompañantes conteniendo el aliento a nuestro alrededor* Me disparó una mirada seria desde su silla de ruedas... Se me enderezó la espalda automáticamente y tragué saliva pero él sonrió de nuevo y me mostró el camino de entrada a la finca bordeado de olivos centenarios y ya... Lo vi otra vez después de eso pero no me atreví a sacar el tema de nuevo
Fue muy amable y su familia encantadora, eran muy queridos en la zona y muy implicados en fiestas, obras de caridad y todo tipo de eventos vecinales.
Aún así, "el asunto" siempre estaba ahí, sobrevolando el panorama... Cada vez que venía alguien nuevo a la fiesta, o gente joven, alguien siempre les susurraba discretamente al oído "ese es el del golpe de estado" Había miradas de curiosidad, asombro, susurros... Creo que él era consciente y lo llevaba bien, a sus hijos se les veía más inquietos y un poco cansados pero tampoco los traté mucho, lo sé más por comentarios de vecinos que sí los veían a menudo y sabían que estaban hartos de tragarse el marrón del padre sin ser culpa de ellos.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.