Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 17:40 
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Si hacen el arbol chistoso genealogico fantasioso de nosotros, yo quiero ser descendiente de un hijo ilegitimo de Alexander II con alguna Habsburgo y que en el presente tuvo el hijo ilegitimo de Frederick de dinamarca :yay: :mdr: :mdr:

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 17:42 
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Guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu :eyes: :thumbup: :))


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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 18:07 
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Sera un drama digno de telenovela venezolana que dara de que hablar en los foros de realeza del futuro :whistling: :mdr:

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:06 
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:shock: :shock: :shock: :shock:
Hay que fastidiarse con el amigo Sutton Clonard!! El nombre ya suena a novelon de B. Cartland, pero bueno, una se lo lee pensando que va a aprender algo nuevo, que descendencias bastardas hay miles, y mira tu que nos tropezamos con Pilar Romanov... señores! Gracias por aclarar como habia conseguido ganar el pleito en los tribunales porque ya estaba a punto de tener una apoplejia pensando como alguien se podia haber tragado ese arbolillo de suntuosas ramas......


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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:07 
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Andá, que fracaso. No han salido mis muecas de shock


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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:12 
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Han salido cuatro y añado una más :shock:

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:18 
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Ah pues entonces es mi ordenador. Yo veo unos cuadraditos grises. No importa que conste en acta mi dosis de shock!!


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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:30 
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Ahora tampoco los veo yo :shock:

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 21:38 
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Yo sólo veo algunas; las de shock, no :-D


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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 05 Ene 2010 22:20 
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Clonard nos ha mandado una maldicion con las caritas de shock que tampoco las veo :surprised: :surprised: :surprised: :mdr:

Miren, el caballero es un fantasioso ya famoso...vean con lo que me tropece

Clonard Sutton: a genealogical fantasist

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 07 Ene 2010 03:09 
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Katy, muy bueno el enlace :thumbup:

Yo ahora dejo a otro amante de la Reina, y a juzgar por lo que cuenta Juan Balansó éste es de los de verdad, nada de rumores ni chismes... Se trata de Carlos Luis de Borbón-Parma (1799-1883), hijo de la Infanta María Luisa y nieto de Carlos IV (aparece en brazos de su madre en "La familia de Carlos IV" de Goya).


Imagen

Carlo Luigi di Borbone, Re di Etruria, Duca di Lucca, Duca di Parma e Piacenza.


Ésta es la reseña que el propio Balansó dejó en El Mundo a cuenta de la publicación de su libro "La familia rival":

La reina infiel

4.12.1994
Poco se sabe de la historia de los Borbones que reinaron en Parma y llegaron a disputar el trono a don Juan Carlos. JUAN BALANSO rompe ese silencio premeditado en La familia rival, libro que publica esta semana la editorial Planeta. Entre la documentación manejada por el experimentado periodista especializado en dinastías reales, sobresale por su interés histórico la correspondencia -inédita hasta ahora- que Isabel II mantuvo con uno de sus galanes, precisamente perteneciente a la «familia rival», Carlos Luis de Borbón. En el siguiente texto se abordan los detalles del romance y otras revelaciones, como el lesbianismo de la infanta Isabel.

Desde hace aproximadamente dos años van apareciendo en el mercado español libros, de autores muy difundidos, sobre la vida íntima de Isabel II. Se intenta responder a cuestiones que apasionaron a sus contemporáneos, y según todas las trazas vuelven a estar de moda: quiénes fueron los amantes de la reina, cuántos eran y cuál de ellos fue el padre de Alfonso XII.

Lo curioso es que ninguno de esos leídos autores presenta documentos originales para apoyar sus tesis, limitándose a recoger viejas anécdotas del siglo pasado o despachos de la nunciatura vaticana conocidos desde hace más de treinta años.

Al disponerme a escribir mi nuevo libro, La familia rival, pensé que había llegado el momento de levantar una punta del velo del problema. Desde hace dos décadas, las cartas de amor de Isabel II (nacida en 1830) a sus amantes, y las que éstos le escribieron a ella, están depositadas en buenas manos. Y uno de los galanes más notorios de la reina fue, por ironías de la vida, un príncipe de la dinastía rival: la carlista, que protagoniza mi último libro.

Se llamaba Carlos Luis de Borbón, era duque de Parma -tatarabuelo de don Carlos Hugo, el conocido líder del Carlismo histórico- y, según sus contemporáneos, se trataba del tipo más bien plantado de la realeza de su época. Bartolini esculpió su busto, donde puede apreciarse que, efectivamente, era el hermoso ejemplar que -según el propio emperador de Austria- «enamoraba a todos».

A todos, voto a bríos. Porque el bragado Carlos Luis era polisexual o, mejor aún, omnisexual. Desde los mozos que cuidaban los establos ducales hasta los efebos de la más alta aristocracia; desde las camareras hasta las reinas, no había pieza retrochera que se le escapase.

Isabel II tenía 34 años cuando perdió la cabeza por el gallardo Carlos Luis, que había nacido en Madrid y se preciaba de ser tildado de castizo y de «gato», apelativo de los madrileños fetén. La reina cayó en el garlito como una párvula. Hoy sabemos que las intenciones de Carlos Luis estaban calculadas. Como explico en mi libro, el príncipe parmesano, que decidió en 1864 visitar a su prima y «enemiga» la reina «liberal» en el palacio de La Granja, escribía semanas antes a un amigo: «Sé que la reina es una puta». Tanto como decir: «Sé bien el terreno que piso».

El sátiro fascinó desde el primer instante a la coqueta Isabel. A espaldas del rey consorte, don Francisco de Asís, la soberana escribió un billetito (que reproducimos) a su primo:

-¿Nos permitiremos la locura que deseas? Creo que... sí. Quema este papel como he hecho yo con el tuyo.

Que la soberana española sucumbió pronto al asedio del perillán es fácil de suponer por otro de los billetes que se conservan y dice así:

-Recibí tu papel, que fue quemado. Haz lo mismo con éste: mi corazón es tuyo.

Según he podido comprobar en otra correspondencia amorosa de la reina, que publicaré en el futuro, cuando Isabel II escribía a uno de sus galanes «mi corazón es tuyo», significaba que ya había paladeado con él las mieles de Citerea, como se decía en aquella época refiriéndose al coito. También habrán observado la obsesión de la Reina Castiza recomendando a sus amantes que quemasen sus efusiones epistolares. Era tan inocente, la pobre mujer, que creía que lo harían, cuando lo cierto es que casi ninguno obedecía su súplica.

Entre los miembros de la realeza de la época no se estilaba escribir apasionadas cartas de amor, sino breves notitas que se introducían en misivas anodinas, como invitaciones para un banquete, una partida de caza o simples cartas de tipo familiar.

Otra ingeniosa treta epistolar utilizada entre los amantes era escribirse al limón. Me explico: la primera línea se trazaba con tinta y se dejaba un amplio espacio entre ésta y la segunda; espacio que a la hora de la verdad se rellenaba con limón. Las líneas escritas con limón sólo se aprecian cuando el receptor de la misiva la acercaba a una vela.

Así, por ejemplo, una carta amatoria podía decir en su primera, tercera y quinta líneas: «Señora, me encuentro bien de salud y he asistido a la parada militar del Prado», mientras en la segunda, cuarta y sexta (al limón) se leía: «Mi bien amada, parece que hace siglos que nos hemos separado, te veré el viernes en el restaurante Lhardy».

El rey consorte, don Francisco, a todas ésas, no se enteraba de nada. Por el contrario, debió de experimentar también una ciega simpatía por su primo carlista. Lo sabemos porque poco después de la marcha de éste, le escribió Francisco: «Recuerdo no pocas veces alguna de tus descripciones en que tan perfectamente pintabas a los sujetos de la familia, y que me hacen reír como un desatinado. Como dices muy bien, cada uno de los Borbones presenta un tipo original que no se parece más que a sí mismo... Todos los días recordamos tus conversaciones y tus juicios, tan exactos en todo. Esperamos con ansia volver a verte pronto».

Voz atiplada

Según el vulgo, el rey Francisco tenía fama de eunuco, lo que positivamente no lo era (conocemos sus amores con dos bellezas de la época, una de ellas, por cierto, mujer disoluta donde las hubiera, aunque, eso sí, culta, cualidad que atraía a don Francisco como la luz a las mariposas). El no ser impotente, claro está, no significaba que no tuviese tendencias homosexuales. Pero eso, por ahora, que sepamos, no se puede comprobar documentalmente. Que tuviese voz atiplada no es prueba decisiva, como han llegado a afirmar algunos obtusos: el general Franco, sin ir más lejos, también la tenía, como no pocos recordarán.

El caso es que, dos veranos después, en 1866, la reina Isabel escribía desde La Granja una carta invitadora cuyos términos no podían ser más claros. Esta misiva del 6 de agosto empezaba así: «Mi muy querido primo Carlos Luis, por tu carta del 10 de julio desde Bagnères de Luchon, veo con gusto que tienes el bondadoso propósito de hacerme una visita a Zarauz donde, si no ocurre algún motivo imprevisto que me lo estorbe, pienso hallarme instalada para tomar algunos baños de mar antes de concluir el mes. El Rey habrá de trasladarse después a los baños de Fitero exigidos por su salud, «y faltándome su compañía, comprenderás muy bien cuánto agradeceré la que tú me hagas...».

O sea: «Vente, que Paco nos deja el campo libre».

Y, entre los pliegues de esta carta, el siguiente y expresivo billete: «Carlos Luis de mi vida, yo te amo con mi alma y ansío volvamos a ser felices, ¿cuándo será? Lo deseo muchísimo, toma infinitos besos que yo te embío (sic), sabes soy tuya en cuerpo y en alma. Quema».

Carlos Luis de Borbón Parma, fogoso como era, no perdió el tiempo, y a los quince días estaba en Zarauz. Lo debieron pasar francamente bien y el experimentado "viva la virgen" obsequió una sortija a su víctima. En contrapartida, ella había regalado a su amante -que era comendador mayor de Castilla de la Orden de Santiago- una cruz de dicha corporación, que el duque tenía a gala lucir sobre su blanco manto en los retratos oficiales que le pintaban en su corte italiana.

El regalito de la sortija debió de llegar a las entretelas de la reina, pues veinte años después, y aunque había mantenido poco trato carnal más con su primo, aún le escribía lo siguiente:

«Carlos Luis de mi corazón: ¿sabes que llevo siempre tu sortija? No pongo en este papel cuanto se me ocurre, tú lo comprenderás».

Y el consabido billetito aparte:

«Carlos Luis de mi vida, siempre pienso en los buenos momentos que juntos hemos pasado y que espero se repetirán pronto. Quema este papel. Te amo con todo mi corazón».

En mi nuevo libro La familia rival, que comprende la historia completa -nunca hasta hoy hilvanada- de los infantes españoles que reinaron en Italia y últimamente tocaron con la punta de los dedos -como pretendientes de la legitimidad carlista- la corona de España, explico ampliamente los problemas que el comportamiento liviano de la desdichada Isabel II presentó en épocas más recientes. Las razones del hermetismo sobre los Borbón Parma entre nosotros obedecieron a filias o fobias políticas que prefirieron mantener a esa rama rebelde de nuestra Casa Real en la oscuridad. Ni a los monárquicos de un lado nos interesaba que apareciesen ciertas cosas, ni a los del opuesto otras. En consecuencia, la verdadera peripecia de la «familia rival» quedó silenciada. Carlos Hugo, derrotado por Juan Carlos, cayó en un inmerecido olvido. Ha llegado el momento de encender ecuánimemente las antorchas y encontrar lo que quizás no se esperaba, pese a que ello mucho sorprenda y mucho estorbe.

Las «revelaciones» sobre Isabel II hace doce años que, como mi amigo Luis María Anson puede atestiguar, las conozco. Sólo lo supieron él y el Conde de Barcelona. Le pregunté al Rey padre: «¿Qué hacemos, Majestad? ¿Cuándo podrán publicarse para la Historia?». Y me contestó con mucho gracejo: «Mira, espera a que yo ya no esté... Y, ¿sabes lo que me chincha? Pues que se la tirase un Parma».

Ceferino Míguez, duque de Guanarteme, eximio libelista carlista, olvidó consignar a Carlos Luis en la lista de amantes reales y padres de los hijos de Isabel II, que publicó en 1966 bajo el título ¿A dónde vamos?, copiada ahora por quienes han reverdecido el tema como «best-seller» de los escaparates españoles.

El duque de Baena fue, según aquel autor, el padre de la infanta Isabel «la Chata»; Puigmoltó, el padre de Alfonso XII, y Miguel Tenorio el padre de las infantas Paz y Eulalia. A estas alturas de la investigación científica, me parecen lucubraciones superadas: bastará una prueba genética entre la momia del rey Francisco de Asís y la sangre de uno de sus supuestos descendientes para saber si la rama dinástica ocupante del trono español es legítima o espuria. Las tumbas de El Escorial tienen la última palabra.
[...]


El resto del artículo va de la Infanta Isabel, pero para no hacer el post demasiado largo lo suprimo, ya que tampoco va con el tema...

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 Asunto: Re: Los amantes de Isabel II
NotaPublicado: 20 Ene 2010 00:43 
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