Amanece un jueves 12 de septiembre de 1213 en la villa fortificada de Muret, 20 km al suroeste de Toulouse... Donde está el punto rojo del mapa, para ser más exactos
Dos ejércitos se preparan para librar una batalla campal. La verdad es que las batallas campales son raras en la historia, abundan más las escaramuzas, pero batallas de esta entidad, que exigen gran preparación y terminan con muchos muertos no son corrientes. Lo curioso del caso es que a inicios del siglo XIII hubo tres: Las Navas en 1212, Muret en 1213 y Bouvines en 1214 y las tres significaron un cambio radical en el aspecto de la Europa medieval. Las Navas supone el inicio del fin de la Reconquista y abre el paso de los cristianos hacia Andalucía, Muret significó el fin de la hegemonía aragonesa en Provenza y en Bouvines Francia aplastó a Inglaterra y al Imperio para convertirse en la gran potencia del siglo XIII. En tres años, nuestro mundo dio un giro mareante...
En fin, en Muret se refugia Simon de Monfort, un tipo bastante obsesionado con demostrar su ferviente catolicismo hasta extremos insospechados (y bastante crueles) pero más obsesionado con hacerse con un gran dominio después de que Juan sin Tierra le arrebatase su herencia materna, el condado de Leicester, y de que su tío Amaury IV heredase el condado de Évreux. No os engañéis, todo por lo que luchará Simón en su vida es por conseguir algo más que el miserable señorío de Montfort que le ha tocado en suerte.
Simon es un tipo listo y para conseguir su gran sueño consigue que Inocencio III le declare jefe de la cruzada contra los albigenses en 1208. Y él encantado claro: el papa de su lado, un gran ejército a sus órdenes, señores franceses haciéndole la pelota, señores provenzales aplastados bajo su bota, obispos que corean su nombre como símbolo de la unidad religiosa de la cristiandad
A Simón se le cae la baba... según los autores este chaval adolece de una personalidad amargada, acomplejada, y para compensar se convierte en un personaje insolente y tiránico, hipersensible y susceptible.
A mí me parece un psicópata, pura y llanamente. En uno de sus muchos episodios de crueldad, tras la conquista de la ciudad de Bram, Montfort mando dejar ciegos y mancos a más de cien de sus habitantes, a los que mandó cortar también orejas, nariz y labios, menos a uno, al que dejó un ojo, para que pudiera guiar a los demás hasta Cabaret, que pensaba asediar. Su crueldad, aplicada tanto en el trato a los prisioneros como en el campo de batalla, se hace patente en las terribles mutilaciones, en el descuartizamiento en vivo, en el despedazamiento de cuerpos... y él siempre y en todos los casos estaba presente y regodeándose. Sus contemporáneos lo consideraban despiadado y sanguinario para lo que era normal en la época, y nadie le caía realmente bien
Frente a Muret acampa el enemigo de los cruzados. Lideran la tropa, que incluye las milicias de Tolosa y Montauban así como numerosos pequeños señores occitanos desposeídos de sus tierras por los franceses, los condes Ramón VI de Tolosa, Ramón Roget de Foix y Bernart IV de Comminges. Los tres habían sido excomulgados por complicidad con los herejes. En realidad los tres están en este campo de batalla por defender a sus vasallos ¿defenderlos de qué?
Tenéis que entender que la cruzada no es más que una excusa, los cátaros no eran en verdad suficientes en número como para "poner en peligro la cristiandad", hay otros intereses detrás. De un lado Inocencio III necesita ganar esta cruzada después del fiasco de la IV, que supuso el saqueo de Constantinopla y un escándalo en la cristiandad. Del otro, Felipe Augusto, rey de Francia, está deseando quitarse de encima a los señores provenzales y hacerse con los territorios feudales del Languedoc. Lo único que le importa es la expansión hacia el sur de la influencia capeta y el resto no son más que bobadas. Y para conseguirlo debe, no sólo aplastar a los tres condes, sino a su señor natural: el rey de Aragón.
Naturalmente, como es su deber y obligado por el pleito homenaje, éste acude a socorrer a sus vasallos y por eso, al frente de numerosa hueste, también vemos en el campo de batalla al rey Pedro II de Aragón, el Católico (curioso sobrenombre para alguien que se está enfrentando al papa
)
¿Qué hacía ahí? ¿Por qué combatía a favor de los herejes? ¿Por qué perdió la batalla si su ejército era más numeroso? Todo eso y más en próximas entregas de esta historia
Inocencio III
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.