Por cierto que las políticas de restauración, a día de hoy, intentan mantener en la medida de lo posible los frescos en su lugar original, puesto que eso explica su razón de ser. Las paredes dañadas por la humedad son fáciles de restaurar en pleno siglo XXI, incluso las muy destrozadas, y hay diferentes técinas de aislamiento si las humedades persisten. Así que es difícil que se vuelva a repetir el baile de fresco va, fresco viene, que se daba en el siglo pasado. De todas formas, si tenéis curiosidad, así se hace según mi manual de Técnicas artísticas de Cátedra (que ya debe estar obsoleto en algunos procedimientos porque es de 1997)
No teniendo más remedio que llegar al traslado del fresco se puede proceder de tres formas: levantamiento del revoque (
a stacco), levantamiento de la película al fresco (
a strappo) y aserrado (
a massello) dependiendo la elección de una u otra de las condiciones del soporte. Al ser característica del fresco la penetración del color en profundidad el
strappo, o sea quitar solo la película pictórica, deberá hacerse únicamente en el caso de que el enlucido mas superficial no pueda volverse a poner en condiciones de soportar el color. El
strappo normalmente aplana la pintura, elimina matices, aunque es el mas sencillo para desprender grandes superficies o superficies no planas.
Una vez limpio el fresco, se extiende sobre él una mano de cola soluble bastante densa; encima se aplica una gasa de algodón, volviendo a dar una mano de la misma cola y asegurándose de su penetración y adherencia. Con cola más líquida (la primera es más espesa para que no se marque sobre la pintura la trama de la tela) se aplica encima un lienzo resistente. Esto se lleva a cabo de abajo arriba para evitar residuos. Convenientemente seco, se hace un corte siguiendo los bordes del fresco y se inicia el arranque partiendo de uno de sus ángulos inferiores y procediendo en abanico, o de abajo arriba si se utiliza un cilindro para enrollar la tela; en los puntos de mayor resistencia se recurre a la ayuda de cinceles. Extendiendo el
strappo se iguala con escofinas el revés del fresco (la superficie pictórica reducida así de grosor muestra normalmente por su dorso colores más vivos y próximos al original que los de la parte que ha estado siempre a la vista), pasando después una solución protectora y que fije los colores.
Se preparan una gasa y un lienzo iguales a los utilizados para el arranque como nuevo soporte; el adherente utilizado normalmente en este caso es el caseato cálcico, pero pueden utilizarse también otros preparados más
modernos, como emulsiones acrílicas o soluciones resinosas; se logrará una mayor consistencia del adherente, añadiéndole carbonato cálcico o polvos de piedra pómez. Se puede dejar como soporte el lienzo, montado en un bastidor, pero hoy se prefiere, para garantizar su estabilidad y dado el carácter mural del fresco, ponerle por detrás un soporte rígido encolado, que podría ser de polesterol reforzado con masonita o con un producto polivinílico. La operación final consiste en disolver la primera cola, quitar la tela y la gasa y limpiarlo de cola. Se da un resultado feliz del empleo del
strappo cuando sobre la misma pared hay varios estratos de frescos; recuperándolos por separado se consigue una fruición imposible de otra forma.
La profundidad del color y la irregularidad de la superficie se respetan mejor cuando se procede al
stacco, o sea con el enlucido, lo que requiere sin embargo una buena adherencia de la superficie pictórica al enlucido mismo, y que éste se encuentre en buen estado.
Con cola soluble apropiada se procede a la aplicación de la gasa de algodón del lienzo. Esta se fijará después en todo su perímetro a un panel, de manera que sustentará la superficie del fresco durante y después de la operación. Primero se martillea con goma dura para favorecer el desprendimiento entre enlucido y muro. Con unas cuchillas largas de hierro se empieza a separar de abajo arriba, hasta que el fresco, siempre unido al panel, se puede extender horizontalmente. Al haber dado mal resultado el yeso y el cemento, hoy se prefiere para el nuevo soporte, un chasis metálico reticulado (con una capa de argamasa de cal, arena) colorantes como caseína o acetato de polivinilo.
El fresco, tras su arranque
a strappo o
a stacco puede recuperar su colocación primitiva si la causa del deterioro estaba en la pared y no en el ambiente.
El aserrado o separación
a massello se utiliza en determinadas situaciones, cuando es imposible el
stacco, o tiene relieve la pintura, o está realizada directamente sobre la piedra. Es semejante al
stacco, pero más complicado, pues se realiza sobre la masa del muro. Baste con decir que es necesario emplear una viga metálica que se inserta en un hueco horizontal excavado en la pared bajo el fresco. Sobre la viga, para sostener el fresco, se fija un panel sólido que se apoyará en ella durante la separación; el corrimiento hacia abajo de la parte de panel desprendida se verá impedido, en su base, por la viga. Una vez preparado esto se hace un vaciado de yeso entre el panel y las telas de costumbre para que tenga una adherencia perfecta con la irregularidad de la superficie pictórica. Finalmente, con una verdadera excavación en la masa mural, a una profundidad entre 10 y 20 cm y en paralelo a la superficie del fresco, se procede a su desprendimiento.
La técnica antigua de traslado
a massello, probablemente conocida por los romanos y recuperada en 1500, consiste en desprender y trasladar todo el trozo de pared del fresco, debidamente enjaulada y protegida. Obviamente ha caído en desuso por las fatigas peligros que lleva consigo.
Y así han quedado los frescos de 42 m2 del palacio de la Via di Portica del siglo XVIII en Asís, Perugia, (Italia) tras su restauración.